En primer lugar decir que rechazamos cualquier tipo de violencia como cristianos a todos los efectos y sea cual sea la causa.
Ahora bien, como si de una película se tratara, el Capitolio de los Estados Unidos en Washington fue asaltado por ciertas milicias armadas y diseñadas para defender la democracia en el país de las libertades. Sabíamos que podía ocurrir, sabíamos que podía ser posible, pero no lo creíamos viable. Pero se debe todo esto aun acto orquestado, es tan débil la seguridad del Capitolio o la Casa Blanca, cuando decimos que son los símbolos sagrados de Estados Unidos más protegidos del mundo. Algo no cuadra en esta ecuación. Como señaló Chad Pergram de Fox News, fue la primera vez que el capitolio había sido violado de tal manera desde que los británicos, recién salidos de su victoria en la batalla de Bladensburg, lo hicieron en 1814.
Por otro lado, sería muy superficial hacer una simple lectura de los acontecimientos, ni Donald Trump es tan ingenuo, ni las milicias armadas tan inocentes.
Como dijo Murray N. Rothbard en Fe y libertad 2, nº 7 en marzo de 1951 y recogido por Mises Institut:
«La filosofía política de Jefferson se resume en la frase: «El mejor gobierno es el que gobierna menos». Recibió su máxima expresión en nuestra propia Declaración de Independencia: el hombre está dotado por Dios de ciertos derechos naturales; «para asegurar estos derechos, los gobiernos se instituyen entre los hombres, derivando sus justos poderes del consentimiento de los gobernados», y cuando el gobierno se vuelve destructivo de ese fin, el pueblo tiene el derecho de cambiar la forma de gobierno en consecuencia».
Donald Trump vino a enfrentarse a esa plutocracia que quiere cargarse no solo la historia de los Estados Unidos de América, también el cristianismo, y toda su identidad nacional en occidente. ¿Cuáles eran estos derechos naturales? El derecho fundamental, del que se deducen todos los demás, es el derecho a la vida. Cada individuo tiene el derecho moral de vivir sin interferencia coercitiva de los demás. Para vivir, debe ser libre de trabajar y adquirir propiedades, de «buscar la felicidad». En términos políticos, el único derecho natural importante es la autodefensa; defensa de la vida, la libertad y la propiedad de un ataque invasivo. La función del gobierno, entonces, es utilizar su poder de fuerza para prevenir y combatir los intentos de usar la fuerza en la sociedad. Si el Gobierno extiende sus poderes más allá de esta función de «policía en la esquina», se convierte en el mayor tirano y saqueador de todos ellos.
La América de Jefferson se niega a ser asesinada, por el palacio de invierno del Nuevo orden Mundial de los Soros, y compañía. Lo que se vio y vivió ayer fue algo más que una simple rencilla entre dos partidos políticos que se odian a muerte, es el fin de una era.
No quisiera dejar de alabar la acción de Mike Pence, todo un hombre de verdadera lealtad, hasta que la violencia se pone en juego y el declive moral se afianza. No podemos permitir que estos actos violentos sean justificables con tantas armas en medio. Cuatro muertes absurdas, cuatro muertes que demuestran que el fanatismo no tiene sentido.
Pence merecía algo mejor. Simplemente no está facultado por la Constitución de los Estados Unidos para mejorar el proceso electoral de nuestra nación.
Buscando algo de honor y decencia entre los escombros que era el 6 de enero de 2021, nos encontramos con estas sencillas palabras del vicepresidente Mike Pence: «Es mi juicio que mi juramento de apoyar y defender la Constitución me impide reclamar autoridad unilateral para determinar qué votos electorales deben ser contados y cuáles no».
Con esto no queremos decir que nuestro apoyo a Donald Trump decrezca, también que instigar a la violencia, es hacernos igual de comparables a la indecente izquierda mafiosa de Kamala Harrys.
Pues Trmp ha sido la inesperada sorpresa y la certera respuesta a esa plutocracia de los Gates, Soros, y Zuckemberg.
Como señala Mark Alexander del The Patriot Post, «mantenemos nuestro lado del espectro político a un nivel más alto que los matones antifa, o los Black Lives Matter de la izquierda y otros cuadros violentos, pero parte del comportamiento en Washington hoy en día fue en gran medida indistinguible de esa izquierda aborrecible».