TRABAJO FIN DE CURSO «PENSAMIENTO Y FILOSOFÍA»

PENSAMIENTO Y FILOSOFÍA Profesora: Dra. Doña Francisca Tomar Romero Alumno: Pedro Taracena Gil 5º Curso 18-19 Universidad de Mayores Rey Juan Carlos PENSAMIENTOS QUE ME APROXIMAN A LA FILOSOFÍA...
EL ÁNGEL CAÍDO Ricardo Bellver. Foto P. Taracena
EL ÁNGEL CAÍDO Ricardo Bellver. Foto P. Taracena

PENSAMIENTO Y FILOSOFÍA

Profesora: Dra. Doña Francisca Tomar Romero

Alumno: Pedro Taracena Gil

5º Curso 18-19 Universidad de Mayores

Rey Juan Carlos

PENSAMIENTOS QUE ME APROXIMAN A LA FILOSOFÍA

PRESENTACIÓN

He construido un esquema de trabajo abordando mi propia historia del pensamiento. Determinar y desarrollar estos enunciados ha sido difícil y complejo. No obstante, no quiero renunciar a ningún aspecto de mi experiencia vital, dentro del contexto en el cual me he movido en estos 74 años de mi vida. Desde siempre he tenido inquietud por acercarme a la Historia de la Filosofía, pero ha sido en esta época cuando estoy descubriendo la filosofía como búsqueda personal de la vedad. Mi vida ha transcurrido entre la filosofía y la teología. Pero de forma inconsciente y sin puntos de referencia bien elaborados. Ambas las escribo con minúsculas por el escaso conocimiento que tengo de ambas. Mis estudios y mi vida profesional han sido de naturaleza técnica. No obstante, dos libros complicaron mucho mi vida en mi juventud: Fueron dos títulos rescatados del Índice Eclesiástico, después de que el aggiornamento del Concilio Ecuménico Vaticano II, presionara a la dictadura española para su publicación. Estos dos libros son: EL SENTIMIENTO TRÁGICO DE LA VIDA y LA AGONÍA DEL CRISTANISMO, escritos por Miguel de Unamuno. Otro de sus libros que me hicieron pensar fue MI RELIGIÓN Y OTROS ENSAYOS BREVES:

Y bien, se me dirá, «¿Cuál es tu religión?» Y yo responderé: mi religión es buscar la verdad en la vida y la vida en la verdad, aun a sabiendas de que no he de encontrarlas mientras viva; mi religión es luchar incesante e incansablemente con el misterio; mi religión es luchar con Dios desde el romper del alba hasta el caer de la noche, como dicen que con Él luchó Jacob. No puedo transigir con aquello del Inconocible —o Incognoscible, como escriben los pedantes— ni con aquello otro de «de aquí no pasarás». Rechazo el eterno ignorabimus. Y en todo caso, quiero trepar a lo inaccesible.

Mi deseo es reconducir la vocación de este prólogo, que nos sitúa a mí y a mis contemporáneos, en el contexto español que nos tocó vivir. En Europa han tenido lugar hitos y eventos, que sin duda en España han provocados carencias difíciles de superar. La Historia del Pensamiento vive en España un retraso secular:

El Imperio Español tuvo también su decadencia y a partir de ese momento, de aquello polvos estos lodos. España perdió todos los trenes de la Historia: La Reforma de Lutero tuvo su Contrarreforma en España, aliándose con el Papado en el Concilio de Trento, 1545-1563. Producto de la Revolución Francesa, tuvo lugar la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, en 1789. El Renacimiento se desarrolló en Europa a través de los siglos XIV al XVI. Este remanecer surgió en las repúblicas de Italia, llegando a España con 100 años de retraso. De la Ilustración en el siglo XVIII, denominado como el Siglo de las Luces, solamente se recuerdan algunas pinceladas en el lienzo de Madrid, dadas por Carlos III.

En 1812 se promulgó la Constitución de las Cortes de Cádiz, un 19 de marzo festividad de San José; siendo éste el origen del sobrenombre de La Pepa. Este acontecimiento marcó un hito en la historia liberal de España. Se afianzaba la soberanía nacional por encima de la tutela real. Y enarbolaba la bandera de la libertad por encima de la tiranía que sometía al pueblo. Pero el rey Fernando VII tuvo a bien derogar la Carta Magna y volver a la monarquía absolutista.

En España tuvo lugar otra revolución que, a través de unas elecciones municipales, el pueblo de Madrid proclamó la República en la Puerta del Sol. Alfonso XIII, abandonó España. Por fin España se resarcía de la tiranía absolutista de la monarquía y daba paso a una experiencia republicana, laica, democrática y popular: España es una República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de Libertad y de Justicia. España, al fin, lograba subirse al pescante del progreso europeo. Esta experiencia duró de 1931 a 1939. No es necesario hacer hincapié en las consecuencias que tuvieron lugar después de aquel golpe de estado de 1936: Una dictadura militar y confesional, donde imperó la oligarquía económica 1939-1975. En 1978 se promulgó la Constitución Española, tutelada por la misma oligarquía con reminiscencias del nacionalcatolicismo, es decir, la alianza trono altar y el maridaje Iglesia Estado. El retraso secular de España es patente.

La historia del pensamiento en España, desde 1939 hasta nuestros días, está inmerso en la Edad Media. No es un disparate es una realidad. La monarquía que es de origen divino y en el caso español se remonta a la conversión de Recaredo, se instauró a través de que el capital financiero diera un golpe de estado contra la República, que tuvo como objetivo y además conseguido, traer a los Borbones para ocupar el trono de España. Después de un golpe de estado sangriento y provocar una guerra civil con el apoyo de la Iglesia. El general invicto de la contienda fue proclamado Caudillo de España por la Gracia de Dios. Este insigne general implantó una dictadura militar y un estado confesional.

En Europa se han superado dos conflictos bélicos mundiales. El Fascismo, el Nazismo, el Comunismo y las dictaduras de Portugal y Grecia. En España se ha dejado impune un genocidio.

El pensamiento filosófico, humanístico, político y social, viene dictado por el nacionalcatolicismo. La parálisis cerebral de tres generaciones es patente. Los valores de la Declaración Universal del Hombre y del Ciudadano, de la Republica frete a la monarquía, el Renacimiento, la secularización de la vida social y la separación de la Iglesia y el Estado, en la España de 2018 siguen siendo una quimera.  Sin olvidar la Ilustración, la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, El Mayo del 68 y la Teología de la Liberación. Todo ello puede ser la descripción apocalíptica de un resentido, pero estoy dispuesto a reconocer que estoy sumido en la mentira si con la razón, alguien me demuestra que España no vive en la mentira como escribe Václav Havel en su libro, El poder de los sin poder.

Bibliografía consultada:

(1) Miguel de Unamuno, MI RELIGIÓN. BIBLIOTECA VIRTUAL UNIVERSAL

Enlace: http://www.biblioteca.org.ar/libros/265.pdf

ÍNDICE

Reflexiones sobre:

  1. Conocerse a sí mismo: Empatía, asertividad y autoestima. Pág. 6
  2. Fe y Razón. ¿Lucha conmigo mismo? Pág. 12
  3. Tres religiones falsas: ¿Y un solo Dios verdadero? Pág. 14
  4. El mito de Caín y Abel: El mito y el logos. Pág. 16
  5. Ensayo sobre el odio: El derecho a una emoción. Pág. 18
  6. Mi personal lectura teológica de la sexualidad: Las dos naturalezas del Hijo de Dios. El misticismo de la sexualidad. Pág. 21
  7. El misántropo en la intimidad de su universo: Seguridad racional y autoestima. Pág. 23
  8. Conversaciones con mi Ángel Caído: Diálogos sobre la rebeldía. Pág. 27
  9. Eros y Yahvé: Lucha en las entrañas del ser humano. Pág. 31
  10. Eros y el amor platónico. El amor pleno. Pág. 35
  11. Pág. 37
  12. Romper el paradigma. Pág. 42
  13. A modo de epílogo. Pág. 51
  14. Bibliografía consultada. Pág. 53

1.»CONOCERSE A SÍ MISMO»: Empatía, asertividad y autoestima.

En mi época de estudiante tuve la oportunidad de escuchar a un profesor de Formación del Espíritu Nacional: “Comprenderse a sí mismo y comprender a los demás, no es una tarea fácil de realizar”. Más tarde pude ir comprendiendo que era la piedra angular de la convivencia y la solidaridad. En el ámbito de la familia, como primera célula embrionaria de la sociedad. En el seno de la escuela, reflejo de la vocación pedagógica de la sociedad. Y en el conjunto de la colectividad en su faceta cultural, política y lúdica. Más tarde me enseñaron que: “La libertad de uno terminaba donde comenzaba la del otro”. Y esto me complicó un poco más mis planteamientos de relación, sobre todo en la medida que iban entrando en conflicto los valores religiosos y los principios políticos. Conjugar la libertad, la autoridad, la justicia, la democracia, todo ello en un contexto de moral religiosa, se me hacía insuperable. Tan difícil como servir a dos señores con intereses contrapuestos. Compaginar la fe y la razón, buscando a su vez los intereses espirituales y terrenales, eran piezas muy difíciles de encajar en el mismo rompecabezas.

Pero avanzando por estos caminos con mi mochila llena de ilusiones y preñada de futuro, fui dejando lastre al hacer camino al andar, como dijera el poeta. Esta frase magistral, no solamente me hizo planteamientos en plena adolescencia, época en la cual la escuché por primera vez, sino que me sirvió para analizar mi niñez. Si la hubiera escuchado cuando aún era un niño, me hubiera impactado igual que todo lo que me enseñaron bajo la tortura de la memorización. Ajeno a la razón y sin comprender cualquier concepto por simple que fuese. Es triste constatar que fue a pensar lo último que aprendí. La inteligencia la utilicé para memorizar y me educaban al margen del pensamiento y el conocimiento. No entendí nada cuando me obligaron a repetir de memoria la definición del verbo. “Es la parte de la oración que expresa existencia estado o acción de los seres”. La palabra oración me confundía con la definición que en Doctrina Cristiana se daba de orar, que era: “Levantar el corazón a Dios y pedirle mercedes”. Esta definición lejos de aclararme el concepto oración, hacía crecer mi incertidumbre porque el hecho físico de levantar el corazón, me resultaba incomprensible y la palabra mercedes, sólo me hacía referencia a una tía abuela que se llamaba Mercedes. Pero volvamos a la definición de verbo. Los conceptos existencia, estado o acción, que más tarde descubrí que constituían la definición más completa que se puede dar al verbo, sobre todo en lengua castellana, no lograron que me sirvieran para aprender nada. Y cuando escuchaba y repetía el vocablo seres, hubiera sido incapaz de señalar con el dedo a qué o a quién se denominaban seres. No obstante, parece como si la famosa frase, pretexto de este comentario, hubiera sido el comienzo para abandonar las definiciones memorizadas. La memorización me garantizaba no equivocarme en los conceptos. Sin embargo, mis dificultades para mantener las definiciones perfectamente registradas, dieron paso al derecho de errar y salir del error usando la razón. Herramienta única que podía sacarme de todos los conceptos grabados en mi memoria sin haber sido asumidos por mi razón. Así dando pasos de adulto al recorrer mi adolescencia y juventud fui desmontando aquella personalidad impuesta y hecha a la medida del sistema creado para no pensar. Al mismo tiempo que iba comprendiendo la definición del verbo y sobre todo las dos acepciones de la palabra oración, despejaba de mí todo aquello que mi razón no procesaba. No sólo las definiciones del área de humanidades debían de ser memorizadas, tampoco se libraban las matemáticas, cuyos teoremas y definiciones, también, pasaban por la imposición memorística. Preguntado por el cuadrado de una suma y el cuadrado de una diferencia, mi memoria me abandonó y el maestro de turno me obligó a escribir doscientas veces las dos definiciones. Tuvieron que pasar muchos años para demostrarme a mí mismo que aquello que me obligaron a memorizar, tenía su razonamiento matemático. Esto lo descubrí en le curso de acceso a la Universidad; habiendo elegido Filosofía y Ciencias de la Educación, con más de 25 años.

El disparate podía ir creciendo a medida que la memorización exigida, se distanciaba más del razonamiento imprescindible. Uno de los esperpentos más notables era que debíamos de aprender de memoria la Doctrina Cristiana, según el catecismo del Padre Ripalda escrito en el siglo XVI. Esta materia se estudiaba en edades comprendidas entre los 6 y los 13 años Dos pecados cometidos contra el 7º Mandamiento de la Ley de Dios, eran las usuras y los monopolios: “Las usuras es llevar demasiado interés por aquello que se preste” y “Los monopolios es estancar una mercancía sin legítimo privilegio”. Si no se tratara del drama educacional de una generación, podríamos pensar que es una chanza, o de escribir con un gran sentido del humor. ¿Cuántos años debieron de pasar para que yo entendiera estos conceptos? Y sobre todo que lo asociara a la materia de religión, no a economía. Volviendo a la memorable frase: “Comprenderse a sí mismo y comprender a los demás, no es una tarea fácil de realizar”, supone una tarea de sinceridad con uno mismo. Es bucear hasta encontrar tu alter ego y en ese diálogo íntimo descubrir lo que somos y hacia dónde vamos. Y una vez conocedores de nosotros mismos, emprender la tarea de intentar comprender a los demás. ¿Cómo? Poniéndonos en el lugar del otro y usando en ambos casos la razón. Sin prejuicios y sin complejos. Es un reto, pero posible. Con estas premisas seremos capaces de abordar el diálogo que ya los clásicos lo utilizaron para comunicarse y trasmitir conocimiento.

A medida que iba creciendo y desechando aquello que habiéndolo memorizado, estorbaba en mi vida, fui avanzando en el uso del razonamiento y consiguiendo mayores grados de conocimiento y cotas de seguridad. Aprendí a establecer prioridades y escala de valores. Diferenciar lo importante de lo esencial. Lo próximo de lo lejano. Reconocer los errores y comprender los fallos de los demás. Presto en escuchar y tardo en responder. De aquella breve pero reflexiva frase, aprendí a escoger entre llevar la razón y salvar la situación. Entendiendo por llevar la razón como creer que se posee la verdad. Nadie tiene la verdad y menos la verdad absoluta. La verdad si no es compartida, deja de estar al servicio de todos.

La facultad de la memorización con la cual fui dotado como todo ser humano, no supieron enseñármela para ponerla al servicio del conocimiento y practicar así habilidades. Cuando llegué a mi juventud descubrí con verdadera pasión el teatro en todas sus formas: La declamación, la interpretación, la recitación y la puesta en escena. Sin embargo, fueron pocas las oportunidades de interpretar un personaje, porque cada vez huía más de aceptar un papel; rechazando la tortura que suponía aprenderme el guion. Entonces descubrí que la memorización al pie de la letra era la herramienta auténtica y adecuada para esta faceta del arte dramático. Y no para el resto de las materias estudiadas en la escuela. Aunque una maestra de la época me explicaba que ella aceptaba la memorización del catecismo como garantía de no adulterar el dogma. Si acudían a su mente algunas dudas de fe, recitaba de memoria la doctrina definida por la Iglesia y se quedaba más tranquila. De cualquier forma, aquella pedagogía y didáctica basada en la memorización y no en el razonamiento, ahuyentaron de mí el ánimo y mucho más la vocación de emprender un plan de estudios memorístico, hasta que ya en mi adolescencia pude obtener la satisfacción de razonar, comprender y progresar en mis conocimientos. Pero el actor que sin duda llevaba dentro quedó frustrado.

Volviendo al origen de la frase que tanto me impactó: “Comprenderse a sí mismo y comprender a los demás, no es una tarea fácil de realizar”, pasando el tiempo he podido comprobar que encierra disciplinas muy importantes para la comunicación de los seres humanos. Como son el asertividad y la empatía. Que tiene mucho que ver con la puesta en escena que los ciudadanos deben de modular; encarnando los diversos roles de los personajes que la vida nos ofrece. Y precisamente para subirse cada día a estos escenarios, no es obligatorio saberse el papel al pie de la letra. Sin embargo, añoro la oportunidad perdida de haber aprendido a memorizar para poder haber asumido la declamación e interpretación de los grandes personajes del teatro universal. A través del teatro, el comprenderse a sí mismo y comprender a los personajes salidos de las plumas de grandes autores, que reflejan la historia de la humanidad, quizás, sea el camino más corto para comprender a los demás. El teatro es el arte universal que encierra, quizás, más humanismo.

Por último, he acudido al baúl de mis recuerdos y he encontrado el libro LECTURAS DE ORO. Texto que se leía y releía durante la permanencia en la Escuela Nacional, en las edades comprendidas entre los 11 a los 14 años. Tengo que reconocer que, a pesar de los 60 años transcurridos, mi estado de ánimo se ha estremecido.

Bibliografía consultada:

 (2) LECTURAS DE ORO

https://drive.google.com/file/d/1SpIbMV0kCTwyafLXfYLwHcUaFnV18tuK/view?usp=sharing

Bibliografía consultada:

  1. “FE Y RAZÓN”: ¿Lucha conmigo mismo?

Creer en la doctrina revelada por un Dios, es lo que venimos llamando religión. Y a esta creencia se le denomina fe.  La fe proporciona al ser humano tres cualidades básicas: Confianza a ciegas en una deidad. Esperanza en el premio del más allá y el convencimiento de que su fe contiene la verdad absoluta. La religión entiende de pecados, no de delitos. Impone mandamientos, no reconoce derechos.  La felicidad que se promete tiene sabor a eternidad. Hay países que se organizan en teocracia, es decir, según criterios impuestos por Dios y la clase sacerdotal, de forma infalible. Dos ejemplos de estos sistemas son, El Vaticano y la República Islámica de Irán. En otros países, sin embargo, es la política la encargada de organizar socialmente la convivencia, la solidaridad, la libertad y la justicia, de forma laica. Otra disciplina de origen humano es la filosofía, que pretende que el hombre utilice la razón en libertad, sin prejuicios. Esto supone razonar, comprender, dialogar, convencer, discrepar, opinar, aceptar o rechazar. Sólo en base a los planteamientos que comienzan y terminan en el campo de la razón; considerando al hombre como el centro del universo. Ante este dilema humano entre creer y razonar, el ciudadano tiene ante sí, el campo de la Teología y el de la Filosofía. No sólo como materias de estudios facultativos, sino como opciones en la vida. Los planteamientos se complican cuando se presenta la aparente contradicción de: “Principios filosóficamente verdaderos y teológicamente falsos y viceversa”. Es decir, aspectos que, conforme a la razón, no soportan el dogma infalible revelado por Dios y los administradores de la verdad absoluta. Mis circunstancias intelectuales personales y el haber sido discípulo de ambas disciplinas, me llevan a considerar que es más sencillo ser teólogo que filósofo. Al teólogo la doctrina le viene definida por Dios y sus mediadores le conceden la garantía de vivir en la verdad. Si obedece sus predicados nunca se equivocará. En Teología hay que aprender más que comprender. Teos viene de Dios y logos significa tratado. Para asumir el tratado de Dios, no es preciso razonar, el libre pensamiento te puede desviar de la verdad. La deidad correspondiente te lo presenta todo pensado, sólo hay que aceptar, acatar y asumir. Cuanto más ciega y ortodoxa sea tu fe, más fiel serás a la doctrina y más te acercarás a la verdad absoluta. Sin embargo, la aptitud filosófica es pensar, mantener tesis e hipótesis, razonar axiomas y trabajar con silogismos. Utilizar la Lógica como herramienta de buscar la verdad contrastada. Aceptar la duda, trabajar con ella. Cometer errores, aprender de ellos. Considerar las verdades de los otros. Aceptar, rechazar o compartir, renunciando a la posesión de la verdad como patrimonio propio y absoluto. Aportar al conocimiento de la humanidad, tu granito de arena. Sin la aportación de todos, permanecería incompleta la historia del pensamiento. Y la libertad de pensar nos invita a renunciar a la verdad absoluta, porque racionalmente es difícil de sostener. La filosofía no es ciencia exacta, pero se trabaja como si de un hecho científico se tratara. Tiene un objeto y un método de trabajo. La historia de la Teología es inmutable, indivisible, siempre fiel a sus verdades absolutas, mejor dicho, su verdad absoluta de la cual es ella única propietaria. Sin embargo, la Filosofía a través de su historia, muestra la evolución del pensamiento del género humano. La Teología está al servicio divino, y nos descubre quién es Dios, según nos ha sido revelado. La Filosofía está al servicio del hombre y nos aproxima al interior de su ser.  La Filosofía es del hombre y para el hombre. Estas disciplinas o aptitudes ante la realidad de la vida, nos muestran las formas de entender la existencia del mundo. Con Dios o a pesar de Dios. “Quien tenga oídos para oír que oiga”. El estudio de estas disciplinas enriquece al ser humano.

  1. “TRES RELIGIONES FALSAS” : ¿Y un solo Dios Verdadero?

La historia ha brindado siempre argumentos sobrados a los agnósticos, ateos o simplemente apóstatas, para renegar de sus creencias o para no creer en ningún dios. Es fácil contemplar como todas las religiones son la respuesta a la exigencia de trascendencia que brota de lo más profundo del hombre. Pero, también, es demostrable que han sido las clases sacerdotales, quienes han prostituido la doctrina. Manipulando su contenido, creando el sentimiento de culpa en las conciencias. Matando el libre albedrío para discrepar y elegir en libertad. Las tres religiones monoteístas configuran gran parte de la civilización occidental y sobre todo de la vieja Europa. Los rabinos hebreos, los imanes musulmanes y los presbíteros cristianos, tienen un mismo denominador común. El ansia de poseer la voluntad de las conciencias para ejercer el poder. A la sombra de las sinagogas, iglesias y mezquitas, los sanedrines, sínodos y ayatolas, germinan las posturas radicales y los perfiles fanáticos. Donde se confunde lo religioso y lo político de forma interesada. Bajo apariencias democráticas, son teocracias despóticas y en no pocos casos sanguinarios.

Cuando los teólogos analizan los textos bíblicos y coránicos, inspiración de las tres religiones, cuyo dios sólo se diferencia en el nombre; Yavhé, Dios o Alá, descubren que los desmanes cometidos en su nombre, no tienen consistencia teológica. Pero en todos los casos, se atribuyen la docencia e infalibilidad, de ser padres y maestros de la doctrina revelada. Erigiéndose en magisterio auténtico apacentando la grey.

Las guerras y conflictos cristiano-árabe-israelí, que en estos tiempos nos aterrorizan, son reivindicaciones de poder bajo causas religiosas encubiertas. Los gritos de guerra son inequívocos: ¡Que Dios bendiga a EEUU! ¡Alá es grande! ¡Israel es el pueblo elegido! Todos se matan en nombre de la misma divinidad. Son conscientes de que es la misma, puesto que creen en el monoteísmo y muchos patriarcas, profetas y reyes de las tres religiones, son comunes. Abrahán, Moisés, David y el propio arcángel Gabriel.

Ante esta puesta en escena perversa los incrédulos y agnósticos, tienen más pruebas que nunca para dudar hasta de la misma existencia de Dios. Los tres montajes religiosos, hechos bajo la sombra de la misma Trinidad y al servicio de los poderosos, han ejercido el poder manipulando las conciencias fanatizadas por ellos mismos.

Cuando el papa Pío XII declaraba que: “El gran pecado del siglo XX era que se había perdido la conciencia del pecado”, tenía su razón. Desaparecido el sentido de culpa, cesa la manipulación de los intermediarios de Dios. En las cátedras, los púlpitos y los confesionarios. El negocio de la salvación de los hombres debía cambiar de estrategia, porque ya hay muchos países que se han librado, al menos en parte, de la influencia real de la clase sacerdotal. Sólo han quedado para mantener el rito como costumbre social. Pero desgraciadamente, hay otros pueblos como Israel, Irán y el propio Vaticano, por poner ejemplos del monoteísmo, casi siempre interesado, fanático e intolerante. Donde el poder militar y político se funde con reivindicaciones religiosas al servicio de la intolerancia y la insolidaridad.

Referente a la libertad sexual y los derechos sexuales de los ciudadanos, las tres religiones secuestran el sexo de los fieles y sólo lo deben de utilizar para traer hijos al mundo para Dios. Para el judaísmo las relaciones íntimas antes de la boda están prohibidas por la halakha (ley judía) porque el sexo no puede tener otro objetivo que la procreación. El catolicismo no es más abierto y glosa incluso “la castidad conyugal”. El islam también exige la “pureza” pero admite el arrepentimiento respecto a “deslices” previos al matrimonio si hay propósito de enmienda. El integrismo fuerza la interpretación de las doctrinas.

Pues ante las barbaridades que están llevando a cabo en no pocas partes del mundo, ninguna sede religiosa de popes, patriarcas, obispos, arzobispos, ayatolas, imanes, rabinos, presbíteros, levitas y pastores, han condenado los crímenes fratricidas y las conductas caínicas.

En todos los casos son los más cercanos al altar los que avivan las matanzas de los abeles. En Israel, los hebreos ortodoxos. En Europa y EEUU, los cristianos conservadores y puritanos.  Y en el mundo musulmán los fanáticos suicidas. Tres vertientes del mismo radicalismo y los tres de inspiración divina. Los unos ganan el cielo, los otros la tierra prometida porque son el pueblo elegido y los terceros desean imponer su civilización cristiana al resto del mundo. Si después de una reflexión sobre este triángulo de encrucijada religiosa inspirada por la misma deidad, alguien cree en Dios es porque necesita reinventarlo. Mientras, los seguidores de Mahoma, de Cristo y de los Hijos de Israel, avivan la llama del odio, Abel sigue siendo asesinado por Caín. El eje del mal está muy bien definido…  De cuya malicia no se escapan, aunque algunos ya gozan de la presencia divina: Bush, Sharon, Arafat, Bin Laden y sus cómplices, todos ellos caudillos entregados a salvar la humanidad… Aunque la humanidad no desee ser salvada por ellos. 

  1. «EL MITO DE CAÍN Y ABEL»: El mito y el logos.

Eros provoca las relaciones amorosas entre los seres humanos. Engendra sus pasiones, sin distinción si los amores son incestuosos o no. Los mitos de Electra y Edipo, son ejemplos de ello. Sin embrago el fruto engendrado, deseado o inconsciente, consecuencia de la cópula, hombre mujer, perpetúa la especie. Mimetismo animal guiado por el instinto más que por la razón.

Adán y Eva, siguiendo el mandato divino: “creced y multiplicaos”, llevan a cabo un acto de amor, que si en vez de haber sido creados en Mesopotamia, entre los márgenes de los ríos Tigres y Éufrates, hubieran estado bajo la influencia del mundo heleno, Eros les hubiera inducido al mismo sino. A través del mismo encuentro carnal y sexual. Al nacer Caín y más tarde Abel, producto del amor perfecto, marcado por Eros, Natura o Yavhé, la relación con la deidad que no con sus progenitores, es quien les marca el nuevo camino. Donde las pasiones, las frustraciones y las diferencias, les llevan a lugares cada vez más lejos del seno donde fueron engendrados, cuyo lecho les vio nacer. El mito de Caín y Abel, aunque no es de origen pagano, su componente religioso no le excluye de ser un mito de marcado carácter moral. Es la consecuencia del enfrenamiento entre iguales, donde, el amor-cáritas, aparentemente impuesto por la consanguinidad, se rompe en pedazos. La leyenda de Caín y Abel nos muestra que el nacer hermanos no es garantía de vivir en fraternidad. Como vínculo natural y perfecto, Caín crece junto a su hermano menor, Abel. Tiene los derechos de primogenitura de origen considerado natural. Es mayor, puede ser maestro y protector de su hermano. Sin embargo y a pesar de que Caín era labrador y Abel pastor, no fueron capaces de complementar sus faenas y mucho menos aunar sus esfuerzos en una tarea solidaria. En el mito de Caín y Abel, sus padres apenas intervienen en sus vidas. Cuando han conseguido superar su nivel nutricio, son hombres independientes y comienzan a vivir como adultos. Y en un momento dado, la leyenda contenida en el Génesis nos dice que Caín ofrece los frutos de sus tierras y Abel los productos primogénitos de su ganado. Pero, no obstante, el autor del relato no nos aclara porqué: “Agradose Yevé de Abel y de su ofrenda, pero no de Caín y la suya”. A lo largo de la historia de los dos hermanos, podemos contemplar cómo sus conductas están marcadas por pasiones y presagios, llevando a los personajes a vivir un destino de máximo dramatismo. El ser hermanos no les hace inmunes a la perversión. El amor fraternal no es consustancial con la consanguinidad. Igual que Eros no evita el incesto, tampoco el haber nacido del mismo vientre propicia virtudes fraternales.

El mito de Adán y Eva es el resultado de la rivalidad entre el dios Eros y el dios Yahvé. Eros arropa su desnudez al hombre y a la mujer y ambos descubren su pasión amorosa; cumpliendo así el mandato bíblico de la procreación. Para Eros es un fin, para Yahvé es un medio. Este ayuntamiento es el comienzo de la vida. Les hizo partícipe del devenir de los tiempos. Según el autor sagrado provocaron ser como dioses, pero quedaron en humanos híbridos de deidad. Semidioses, según la mitología griega. Abandonaron la perfección en las puertas del Edén y se sometieron a todas las pasiones e imperfecciones humanas. Además, en este universo de sentimientos, Eros miraba hacia otro lado. Es evidente que el mito de Adán y Eva engendró el mito de Caín y Abel. El amor Eros sin contaminación del mito primero, dio paso al amor fraterno Cáritas del segundo. Y la fraternidad no la garantiza la sangre compartida, sino los sentimientos del género humano.

¿Cuál fue la perversión de Caín? Es posible que su crimen fuera compartido con su hermano, ya que el mismo Dios presagió sus destinos, donde debía de haber uno malo y otro bueno. El mito de Caín y Abel es una historia de desamor. El desencuentro de dos seres humanos. Uno débil y otro más fuerte. La ausencia de sus padres interviniendo en sus vidas, les priva de un modelo a seguir. Una deidad como Jehová no es el mejor consejero de los humanos. El rol de Yavhé en este relato tiene mucho de provocador. Fue el mismo Dios quien desequilibró sus sentimientos. No hay duda de que llegar a la conclusión que en este mito, radicalmente, hay uno que es el bueno absoluto, otro que es poseedor del mal indiscutible y un juez con todas las garantías de la justicia divina, es una conclusión un tanto simplista. Antes de llegar al odio hasta la muerte, hay que recorrer otros caminos: Incomunicación, rivalidad, niveles de generosidad y entrega y oportunidades de errar. Las historias de amor tienen los mismos procesos que aquellas de desamor, sólo cambian el signo de cada secuencia. El mito de Caín y Abel es la constatación de que el llamado amor fraterno, consecuencia de la consanguinidad, no conduce al amor como hecho natural. Del mismo modo que el Amor Eros es efímero porque su fin es la carne, el Amor Fraterno se convierte a través de la envidia en odio y muerte; surgiendo la víctima y el verdugo. El amor que surge de la misma sangre, está sometido a todas las pasiones e imperfecciones humanas. Además, en este conjunto de sentimientos, Eros conducido por el sexo sin contaminación y el amor fraternal guiado por la sangre común, no aseguran la permanencia del amor. Sólo los sentimientos humanos garantizan el amor sin fines. Sin instintos primitivos, tribales, procedentes de la carne y la sangre.

El relato de Caín y Abel, como cualquier leyenda, parábola o narración, bien religiosa o mitológica, encierra una lección moral, un paradigma con vocación de enseñar y de perpetuarse a través de los tiempos. Además, siendo una historia milenaria, corresponde a los doctos y no a los legos, hacer una interpretación científica, pero este relato breve, más breve que el original del Génesis, pero denso en su contenido, viene a remarcar que, este mito y otros como el de Abrahán y el sacrificio de su hijo Isaac, no han sido bien explicados, sobre todo a los niños. Se estaría pagando un alto precio, si para evitar la envidia entre los seres humanos, tuviéramos que contar un relato tan criminal. En el mito de Caín y Abel, según la tradición más popular, fue la envidia la consecuencia que desencadenó la tragedia. Pero tampoco está claro que deba de ser la venganza el remedio para hacer justicia. Fue Dios quien provocó la maldad entre los hermanos; llevándoles hasta el crimen y luego, no impartió justicia, ni permitió la venganza.

  1. «ENSAYO SOBRE EL ODIO»: El derecho a una emoción.

“Antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea”.

“Sentimiento de aversión y rechazo, muy intenso e incontrolable, hacia algo a alguien”

 Podríamos encontrar muchas más definiciones y otras tantas acepciones de la palabra odio. Sin embargo, todas ellas tienen un enfoque moral emanado del contexto histórico donde se desenvuelven nuestras conductas, nuestro comportamiento, en suma. La influencia moral de la cultura judeo-cristiana es decisoria en su origen, llenándolo de contenido etimológico y semántico. El odio va en contra del mandato divino: Amarás a Dios sobre todas las cosas y amarás al prójimo como a ti mismo. Esta doctrina está diseñada para que la represión del odio se convierta en virtud meritoria. Si te dan una bofetada en una mejilla, mostrarles la otra, para que te la rompan también; devolviendo bien por mal, evitando la satisfacción del agravio y cuidando mucho que la justicia no tenga tintes de linchamiento o de venganza. A pesar de que en los tiempos más primitivos del judaísmo estuviera en vigor la Ley del Talión: Ojo por ojo y diente por diente. El odio se considera como intrínsecamente malo, aunque en las dos definiciones mencionadas más arriba, marcan alguna diferencia. En la primera el odio lleva inherente el deseo del mal para el sujeto u objeto odiado. Y en la segunda definición el odio es un sentimiento privado y libre; pudiendo ser activo o pasivo. Solamente tendrá trascendencia si se exterioriza en hechos punibles.

Avanzando en estas consideraciones prisioneras de la tradición religiosa, por qué un sujeto que objetiva o subjetivamente tiene motivos para odiar, deba reprimirse; cuestionando si realmente este sentimiento se pueda reprimir cuando la prescripción viene dada por una moral divina, interpretada y prescrita por una clase sacerdotal. El odio, el amor, el perdón, la venganza, la ira, la paciencia, la envidia… son cualidades del ser humano. Y la trascendencia de estos estados de ánimo, sólo estarán prohibidos cuando sean castigables por la legitimidad de las leyes civiles, no por las normas morales, ajenas a ellas. Por ejemplo, se puede odiar por envidia o por otras razones a un padre, a un hermano, a un amigo o a un extraño, pero esta digamos emoción, en virtud de qué moral es intrínsecamente mala, aunque se tenga la voluntad de desear todos los males del mundo. Las consecuencias de estos deseos no constituyen una conducta dolosa, mientras estos pensamientos no se traduzcan en hechos delictivos. Y es posible que quien alberga estos pensamientos obtenga cumplida satisfacción en su intimidad.

La madurez de la persona civilizada se irá alcanzando en la medida que se adentre en el mundo del raciocinio. Cuando su comportamiento obedezca al conocimiento obtenido por el uso de la razón. No por la tradición irracional de una moral milenaria dictada por los líderes de una religión. Volviendo a la Ley del Talión, del ojo por ojo y diente por diente, ésta supuso un límite a la venganza. Se llegaba a brazo por brazo, mano por mano y hasta vida por vida.

En el derecho actual los hechos donde se ha materializado el odio, están sujetos a la justicia y sobre todo con vocación de alcanzar la reinserción del condenado. Una vez situado el odio en la esfera personal y al margen de toda consideración de índole religiosa, su materialización en un acto que merezca castigo según la ley, se considerará al margen de los sentimientos negativos, que la persona pueda haber tenido o mantenga para siempre. El reo no será condenado por el sentimiento de odio, sino por las consecuencias de haberlo ejecutado a través de un hecho delictivo. A pesar de estas consideraciones el odio sigue siendo algo a erradicar por ser humano. Se considera que no se puede vivir con tranquilidad de conciencia odiando al prójimo y se le califica como una mala persona. El odio sentido o confesado es algo a reprimir y desterrar. El odio toma parte del mal y la ausencia de odio es el bien. Siempre medido con parámetros morales que no están en los códigos civil o penal. Caín podía haber odiado eternamente a su hermano Abel y sin embargo si no hubiera cometido el crimen, Dios no le hubiera pedido cuentas de su odio fratricida. Salvando las distancias bíblicas, en la vida diaria de una persona hay motivos, unos objetivos y otros subjetivos, que le provocan odio irremediable imposible de evitar. Hay odios que aparentemente se resuelven a través de la aceptación de la culpa y el perdón de la víctima. No obstante, si el agresor no es perdonado por el agredido, el odio persistirá. Pero hay otros casos en el que el ofensor se obstina en el comportamiento que hiere al ofendido, y éste, lejos de perdonarle aumenta la intensidad de su odio. En ambos casos el sujeto ofendido alivia su rencor con la satisfacción que le proporciona su odio permanente. En estas situaciones el conflicto sigue y “cuyo mal desea” también. Siempre que no se exterioricen amenazas verbales que pudieran ser constitutivas de un delito. Además, hacen su presencia los prejuicios emanados de la moral popular, ancestral y religiosa. El odio siempre se considera no solamente negativo, sino perverso. Sin embargo, el causante que provoca el odio de la víctima, aunque éste sienta odio también, como es por naturaleza considerado como “el malo”, se acepta como normal que se mantenga en un estado de maldad permanente.

El sentimiento de odio debe ser reconocido y calificado por el propio individuo que lo siente. Borrarlo mediante la práctica de doctrinas morales ajenas a la razón produce frustración. Pocos están dispuestos a perdonar gratuitamente y menos devolver bien por mal. El sentimiento paterno filial, fraternal, amical o simplemente entre ciudadanos, bajo el paradigma bíblico, no resuelve los conflictos emanados del odio. Estos parámetros arcaicos estructuran una sociedad patriarcal, donde sólo se contempla “el honrarás a tu padre y a tu madre”, no se menciona la reciprocidad de los padres con los hijos, al margen del nivel nutricio. Por supuesto la mujer está sujeta al hombre y no se contempla la igualdad. Entre los hermanos, el mayor es el que dispone de los derechos de primogenitura. Es decir, que la sociedad con valores bíblicos, sean del Antiguo como del Nuevo Testamento, se basan en el perdón, el sacrificio y la obediencia, sin tener en cuenta la justicia y la igualdad. La sociedad moderna ha regulado las conductas observadas al margen del bien y del mal, el vicio y la virtud, la venganza y el perdón, el pecado y su redención. Las leyes que la civilización se ha dado sólo entienden de derechos y deberes, en base a la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El mundo de los sentimientos queda en la intimidad del individuo. Donde el odio intrínsecamente no tiene por qué ser un mal absoluto. Dependerá de cada persona de cómo lo asuma. Para algunos puede ser una satisfacción el odiar y para otros les producirá algún cargo contra su conciencia. Todo ello encontraba respuesta en la religión, ahora, quizás, es la psicología la ciencia que se ocupa de los estados de ánimo, del comportamiento y de la conducta. Hay quien no siente ninguna inquietud por ese algo o alguien que le provoca malestar, el odio lo convierte en indiferencia. El derecho a sentir odio y por supuesto obrar en consecuencia en su propia defensa, todo ello es cuestión de empatía y asertividad. Siempre al margen de cualquier reacción consumada con dolo.

En el siglo XXI como en el pasado, nuestras circunstancias nos llevan a sentir odio de muy diversa naturaleza. Odio por las injusticias, las guerras, los maltratadores, los dictadores, los ladrones, los usureros y los caciques. Y es lícito sentir odio por estas agresiones, ofensas y humillaciones; luchando contra toda vulneración de los Derechos Humanos. En el ámbito social y familiar, hay padres, hijos y hermanos, que lejos de practicar el amor paterno filial o fraternal, hacen motivos para levantar sentimientos de odio. Tanto en el campo social, político o familiar, el odio y sus consecuencias, no se resuelve con prescripciones de índole moral religiosa, su resolución viene prescrita en el Derecho; quedando en el ámbito privado los sentimientos de odio o rencor. Así como los sentimientos de ternura o cariño. Sería saludable desmitificar la estigmatización del odio y sacarle del entorno del mito. La psicología es una herramienta humanística cuyo objeto es el comportamiento humano, al margen del premio y el castigo bíblico. El odio como la simpatía, la soberbia y la humildad, no imprimen carácter inmutable. Habrá que analizar los factores personales y del entorno para abordar las diversas motivaciones subjetivas. Si un ciudadano, por ejemplo, en la actualidad se ve privado de todos los derechos que le proporcionaba el Estado de Bienestar: se ve en paro, pasa hambre, sufre un desahucio, contempla mermada su asistencia médica y sus hijos no tienen la educación que garantizaba su futuro, esta persona le asiste el derecho del sentimiento del odio contra todo y todos los que le arrebatan algo que es suyo. La resolución de estos conflictos tiene difícil solución a través de preceptos religiosos. Porque el primer paso a dar es encontrar el sujeto que desencadenó la agresión, la ofensa, el insulto por parte de quien se siente la víctima. Y a partir de estas premisas, el perdón o la venganza, tienen que dejar paso a la justicia y el restablecimiento de los derechos quebrantados. Aunque el odio sigue siendo una vivencia personal irrenunciable para satisfacción de la impotencia del agredido. El odio visto con el prisma del siglo XXI no es algo monstruoso, un vicio a erradicar de los individuos que lo sientan. Más bien debe ser una oportunidad de reflexión con la razón, no con los impulsos irracionales y mucho menos con los prejuicios religiosos de épocas ya superadas. En “mi querida España, esta España mía, esta España nuestra” el odio está anclado en nuestras vidas presentes y en nuestra reciente historia. La solución no está en un examen de conciencia, en sentir dolor por haberlo mantenido y reconocerlo abiertamente, tampoco en el propósito de la enmienda y mucho menos en cumplir una hipotética penitencia. Ni perdón ni olvido. La reconciliación con nosotros mismos y con los demás, camina por otros derroteros. El camino del reconocimiento de la dignidad arrebatada; avivando la memoria de los hechos históricos. La senda de la justicia contra la impunidad de aquellos que confundieron su victoria con la verdad. Y sobre todo que nadie tergiverse los términos democracia y consenso, así como transición democrática y amnistía de la dictadura, y mucho menos justificar lo legal con lo que es justo. Todas estas premisas, conglomerado de falacia y demagogia, mantienen el estatus quo de quienes aceptaron el consenso; renunciando a cumplir y hacer cumplir la Constitución Española de 1978. No sería banal que los españoles en privado y en colectividad, nos diéramos respuesta racional a esta cuestión ancestral del odio…

6.»MI PERSONAL LECTURA TEOLÓGICA DE LA SEXUALIDAD»: Las dos naturalezas del Hijo de Dios.

PUBLICACIÓN DEL CALENDARIO ORTODOXO

EN DEFENSA DEL MATRIMONIO GAY

 Observando estas imágenes de hombres consagrados, aunque fuese desde el punto de vista teológico más laso, suponen una transgresión de los valores de pureza, pudor y virginidad, tradicionalmente aceptados por la observancia ortodoxa. No obstante, me voy a permitir hacer una lectura más realista contemplando que la segunda persona de la Santísima Trinidad, se hizo hombre manteniendo dos naturalezas, divina y humana.

Si el Cristo poseía las dos naturalezas, no sería razonable mutilar una de ellas o castrar atributos que la caracterizan y constituyen. Y como consecuencia de esta semejanza con el resto de los hombres, la lógica divina no contemplaría someter a la humanidad a esta contradicción. Ateniéndome siempre a los principios de humanidad, debería ser verosímil que el Cristo tuviera un desarrollo humano sacralizando todo aquello que Dios había dispuesto. Evidentemente me estoy refiriendo a la sexualidad inherente a la persona humana de Cristo en particular, y al género humano en general.

Es una osadía por mi parte pensar que quizás los diseñadores de estas secuencias, no estuvieran realizando una acción trasgresora sino una lectura teológica, más acorde con la nueva interpretación de los signos de los tiempos. Estas situaciones presentadas en esta galería de imágenes, sacralizan la sensualidad, la sexualidad y el erotismo. Más aún, libres de prejuicios y complejos muestran el misticismo de la condición sexual del ser humano. Esta interpretación presenta al Dios más Hombre y al Cristo más Dios.

La sexualidad como valor positivo y el gozo erótico, son virtudes que engrandecen al ser humano y le asemejan más al Hombre-Dios. La sexualidad se ensambla en el amor sin entender de géneros. La genitalidad sirve para la procreación mediante el ayuntamiento de una mujer y un hombre. No obstante, la sexualidad hace iguales a hombres y mujeres, y es la expresión de su amor sin distinción de género. Esa es la grandeza de la naturaleza humana del Cristo hecho Hombre.

  1. «EL MISÁNTROPO EN LA INTIMIDAD DE SU UNIVERSO»: Seguridad racional y autoestima.

misantropía

Del gr. μισανθρωπία misanthrōpía.

  1. f. Aversión al género humano y al trato con otras personas. U. t. en sent. fig.

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He observado el término misantropía en su vertiente patológica, pero no renuncio a seguir utilizándolo en este breve ensayo, aunque lo enfocaré desde el mundo de las emociones. Para reafirmarme en la decisión de utilizar el término misántropo, he acudido a una de las comedias de Moliere, El Misántropo. El tono desenfadado de la trama de esta obra, se acerca más a la realidad intima del individuo en relación con la sociedad, que a ninguna desviación enfermiza. Cuando a un individuo se le etiqueta con términos excluyentes como: misántropo, introvertido, antisocial, individualista, optamos por ignorar su propio mundo interior en lugar de analizar las causas de su comportamiento. De otro modo, cuando le calificamos con patologías perversas sin atenuar su gravedad como: egocéntrico, narcisista, exhibicionista, voyerista o simplemente curioso o cotilla, criminalizamos actitudes que en cierta medida en la moderación son positivas.

Las principales emociones primarias son aquellas que configuran nuestro mundo interior; contribuyen a nuestra felicidad, o a nuestras frustraciones e insatisfacciones. Estas sensaciones según sean gestionadas por nuestra inteligencia emocional obtendremos grados de autoafirmación, autoestima o autorreconocimiento. Las emociones principales para abordar este ensayo son: el miedo, la alegría, el amor, la tristeza, la sorpresa y la ira. Para abundar más en estos términos que cada cual debe interiorizar como sentimientos propios, es preciso observar estas magnitudes sin prejuicios ancestrales de cualquier naturaleza, y complejos que distorsionen la realidad de nuestros sentimientos. Aunque hay autores que escudriñan las variaciones de cada emoción con suma precisión, personalmente, he optado por memorizar algunas para que el lector obre en consecuencia. Estas son aquellas emociones secundarias que acuden a mi mente recordando alguna vivencia personal.

Referente al miedo: ansiedad y angustia ante sensaciones claustrofóbicas, terror y pánico ante una situación límite de incomunicación y aislamiento ante una ventisca de nieve, niebla, viento, frío y hielo.

La alegría brinda su cobertura en momentos donde se experimenta: el éxtasis como experiencia mística, la felicidad como vivencia positiva propia, en pareja, familiar o amical, y el entusiasmo, expresión de satisfacción ante la resolución de dificultades. Cuando el ser humano ahuyenta los prejuicios y los complejos que frustrarían su libertad sexual, sin duda es causa de alegría: el placer, el gozo, el erotismo, vividos consigo mismo o compartidos con otro ser querido o deseado.

El amor es fundamental en la vida de cada persona. Según la psicología el amor es dar autoestima al otro. Otras acepciones de la emoción amorosa son: El amor platónico como reflejo del amor perfecto que habita en el mundo de las ideas, según el filósofo clásico, el amor romántico donde abundan las emociones preñadas de sensibilidad, el amor religioso o familiar, también la amistad, el altruismo y la filantropía. Tres emociones secundarias relativas al amor muestran su característica cualitativa: el afecto, el deseo sexual y la lujuria, esta última, como factor positivo. La lujuria al margen de las consideraciones perversas y ancestrales, constituye en sí misma una emoción altamente satisfactoria: la excitación y la pasión son altamente positivas en el juego amoroso. Sin embargo, la infatuación sería el aspecto no deseado. Este último vocablo supone creerse lleno de presunción o vanidad infundada y ridícula, es decir, una farsa.

La tristeza se relaciona con otras emociones que constituyen carencias de parcelas de felicidad: la depresión como patología de nuestros días, la infelicidad como consecuencia del desamor, la miseria provocada por la injusticia y la desigualdad social, la melancolía por la soledad, la ausencia de seres queridos, la tristeza por la muerte de gente en general y en particular personas más cercanas.

La sorpresa es la reacción ante un resultado inesperado. Es una emoción que cuando se experimenta se acompaña de elevación de las cejas, las líneas horizontales de la frente, la boca abierta, se estira la piel debajo de las cejas y los párpados muy abiertos. Dependiendo de la intensidad, la boca no se abre, pero solo la mandíbula puede entreabrirse. Como reacción a esta emoción se encuentra el asombro, que calibra la intensidad de la sorpresa de lo inesperado y de la reacción positiva o negativa del contenido de la sorpresa.

La ira da lugar a la amargura, al resentimiento, al asco y al desprecio, así como los celos y la rabia. No obstante, el odio brilla con luz propia entre todas las emociones de esta naturaleza. El odio es una emoción que, si la despojamos de sus connotaciones religiosas y morales, y la situamos en el centro del humanismo  laico, se la puede considerar negativa tan solo cuando constituya dolo para la persona u objeto odiados. Es una emoción que debe ser gestionada con la madurez e inteligencia emocional de cada cual. Los países democráticos modernos se han dotado de leyes civiles que determinan el delito y la pena para reparar el daño causado por el odio. Pero el odio es una emoción que alberga un sentimiento que pertenece a la privacidad del individuo, que en no pocos casos puede constituir un desahogo y una satisfacción el vivirlo a voluntad, sin causar daño a terceros.

Este muestrario de emociones conforma la hoja de ruta que cada ser humano dispone a lo hora de navegar por su universo interior. Es imperativo que antes de entrar en el Sancta Sanctórum de cada cual, debamos despojarnos de todo prejuicio moral, religioso y social impuesto por nuestros antepasados. Y por supuesto abandonar en el pórtico nuestros complejos y prejuicios, adquiridos por la adaptación de nuestro pensamiento según los deseos del prójimo. La forma de sentirnos libres de este equipaje es despojarnos de él y entrar desnudos en la profundidad de nuestro yo. Nuestra espiritualidad no está allá arriba, sino ahí dentro, en lo más hondo de nuestro Ser. Sí, con mayúscula porque ese es nuestro verdadero Dios.

El amor y el odio han sido las emociones más perseguidas y castigadas en el mundo, bajo el imperio de la doctrina de las tres religiones monoteístas. El único dios, bajo las denominaciones de Alá, Yahvé o Jehová, ha conducido a los tres pueblos por el largo camino hacia su salvación; imponiéndoles dos preceptos básicos: Creced y multiplicaos… y No gozarás. Es decir, utilizad los órganos genitales para la procreación, pero no para alcanzar el gozo y el placer, al margen de la perpetuación de la especie. Este planteamiento simplista desde el punto de vista teológico, es obvio y real desde la praxis de las tres religiones.

Llegados al umbral de nuestro Yo, entremos y escudriñemos las estancias más íntimas. Convirtamos nuestro viaje al interior de nuestras vísceras, en una experiencia mística. Todo ha de ser impúdico, el pudor es una muestra de reprensión, debemos de conservar la inocencia que nos sitúe en aquel instante anterior, a cuando Adán y Eva no habían advertido su desnudez. La sensualidad, la sexualidad, el erotismo y el placer no conocen género, masculino o femenino. Únicamente se diferencian en el ayuntamiento para obtener descendencia y así cumplir el mandato divino.

Conocerse y amarse a sí mismos y conocer y amar a los demás no es una tarea fácil de realizar. Nos han educado para odiarnos más que para amarnos. La religión nos ha hecho víctimas propiciatorias en aras de la castración y la frustración. El narcisismo lejos de ser perverso es positivo para lograr la autoestima. En la medida que nos amemos a nosotros mismos, permitiremos ser amados por los demás. Todos necesitamos que nos miren y nos admiren, y no por eso el ser exhibicionista es negativo. Tampoco apartamos la visión si algo o alguien llaman la atención de nuestra mirada. El narcisismo, el exhibicionismo y el voyerismo, únicamente constituirán una patología perversa si un facultativo científicamente lo determina. Y siempre cuando estos comportamientos no se desarrollen entre iguales. La pederastia y el incesto no tienen cabida en la realización sexual, donde debe imperar la libertad, la igualdad, el respeto y la complicidad entre pares o iguales.

Seguimos viajando por nuestros infinitos recovecos y hallamos la autocomplacencia. Recordemos que tampoco nos está permitido provocarnos placer a nosotros mismos, según la moral tradicional. La utilización por nosotros mismo de todas las partes de nuestro cuerpo, para provocarnos gozo y placer, con todos los medios a nuestro alcance, es un logro que además de provocar emociones y sensaciones placenteras, nos permite adentrarnos en el gozo místico en nuestra dimensión más carnal y al mismo tiempo más sublime y espiritual.

Acariciarnos, abrazarnos, masajearnos y lograr que nuestras partes más eróticas estallen de felicidad, es una manera eficaz de aumentar nuestra autoestima y nuestra autosatisfacción, señal inequívoca, de que estamos enamorados de nosotros mismos. ¡Narcisismo! Sí, todos podemos ir en busca del Narciso que llevamos dentro desde niños.

La exploración de nuestro interior no debe de tener límites, allí donde haya una zona erógena, es preciso seguir las huellas del Ser que te pertenece y que, si tú no lo descubres, se quedará inédito dentro de ti. Tanto si tú, lector, eres hombre como si eres mujer… Hemos observado que no hay géneros, solamente una misma sexualidad.

El gran enemigo del hombre está en su propia vocación machista. El hombre según la teología monoteísta, solamente sirve como semental de su propia especie. El macho, antes que hombre, debe ayuntarse con una hembra, antes que mujer. No obstante, si hemos tomado el camino de llegar a nuestro Ser, hay que continuar… Rompamos el paradigma. Si somos mujeres, exploremos. Y si somos hombres, exploremos igualmente. De forma impúdica, sin pudor… Hablemos de la masturbación como el medio de llevar a cabo la autocomplacencia, que elevará nuestro grado de autoestima. En esa cumbre sin límite está nuestro Ser, nuestro Yo. El hombre se despojará del guion escrito para el macho que consiste en: excitación, erección, penetración, eyaculación y media vuelta… Exploremos los triángulos formados por: nuca, cuello y oreja. Genitales, perineo y ano. Parte exterior del ano, anillo y punto P. Otro de los triángulos lo forman los pezones, los pechos y el clítoris con el punto G. Parcela tu cuerpo y busca el resto de los triángulos cuyo vértice esté situado en lo más profundo de tu Ser.

Retomemos el título de nuestro ensayo, EL MISÁNTROPO EN LA INTIMIDAD DE SU UNIVERSO. Como en la obra de Moliere, el misántropo que no se deja llevar por el mundo exterior y sin embargo, conoce muy bien su universo íntimo, es quien alcanza la seguridad consciente. Con un alto grado de autoconocimiento y de autoestima, estamos mejor preparados para la satisfacción individual y llegado el caso para la felicidad del orgasmo compartido.

8.»CONVERSACIONES CON MI ÁNGEL CAÍDO»: Diálogos sobre la rebeldía.

Durante mucho tiempo, demasiado, me negué a mí mismo la posibilidad de ser libre. Una voz interior me decía que tú me esclavizarías. Me harías de los tuyos. Sería como tú y sufriría la misma maldición que el Ser Supremo sentenció cuando tu enfebrecida soberbia te hizo gritar: NON SERVIAM.

No obstante, tu energía era para mí como el imán perpetuo de mi vida. Siempre que visitaba aquel bosque, ansiaba por llegar al centro de la floresta, porque allí estabas tú. Cada día me aproximaba más, escuchaba los rumores de las otras gentes que rodeaban tu pedestal: ¡Es la única escultura dedicada al Diablo en el mundo! ¡Y además en un país tan católico como el nuestro! Apostillaban otros. Representabas el mal, pero no la fealdad. Tu desnudez se dejaba arropar por una serpiente, que en otras épocas la hicieron responsable del origen de la gran maldición.

Tú ya ardías en los infiernos y nuestra proximidad nos hizo jugar con fuego hasta que nos abrasamos… Y desde lo más hondo lanzaste el dardo envenenado y candente hasta lo más hondo de mi ser. Aquella centella luminosa hizo reventar las potencias de mi alma: Me abriste los caminos del entendimiento. Guardé en mi memoria todo el conocimiento humano adquirido. Y el tercer poder me hizo descubrir la voluntad guiada por mi razón.

En cada visita me mostrabas una parte del camino que tú ya habías recorrido. Una jornada transcendental para mí fue el día que me indicaste los enemigos del alma. De mi alma. No tuviste reparo en decirme que el primero eras tú. El Diablo, es decir el mal. El segundo el Mundo, es decir la humanidad y el tercero la Carne, es decir la concupiscencia. No fue fácil para mí comprender la conjugación de estos tres conceptos.

Hubo de pasar mucho tiempo hasta que me hablaste de otras virtudes que me adentraron en tu misterio. Me recordaste que de niño me habían hablado de las tres virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad. Yo asentí con la cabeza, pero no aclaraste mi duda. Me explicaste que las tres cualidades tenían el mismo sujeto, innombrable para ti. Fe ciega en Dios. Total confianza y esperanza en alcanzar la Gloria, y la caridad consistía en amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Pero yo no podía asumir este razonamiento porque el entendimiento, la memoria y la voluntad estaban el servicio de la razón, no de la fe.  Solamente obtuve la respuesta con tu denso y prolongado silencio…

Nuestras conversaciones seguían configurándose como una lección magistral, preñada de contenidos lógicos. Llegó el día en que me hablaste de otras virtudes, las cardinales. La Prudencia, tener el medio entre dos extremos. La Justicia, dar a cada uno su derecho. Fortaleza, moderar los miedos y osadías. Por último, la Templanza que ponía freno a la gula y a los apetitos sensuales. Llegado este momento me hablaste de la sensualidad como patrimonio de nuestros cinco sentidos. Aunque hablar de la función de los sentidos suponía una obviedad, no lo era tanto si profundizábamos en ello. Ver con los ojos. Oír con los oídos. Gustar con la boca. Oler con las narices y Tocar con las manos. También me hablaste del sexto sentido que correspondía al mundo de lo esotérico. El esoterismo es algo oculto y reservado. Que es impenetrable o de difícil acceso para la mente. Una doctrina de la Antigüedad: Que era transmitida por los filósofos solo a un reducido número de sus discípulos. Pero la piedra angular de tu disertación fue sobre el séptimo sentido.

Habíamos hablado de cinco sentidos y tú me sorprendes con dos más. Te interpelé. Con una mueca de sonrisa cómplice esta fue tu respuesta: Parte de tu cuerpo ha estado secuestrado en el Limbo de la clandestinidad. Donde se te ha permitido sentir, pero no consentir. Pero a los cinco sentidos o seis, si prefieres considerar también el sentido de lo oculto, es preciso considerar la sexualidad como sentido en el cual intervienen todos los órganos sensitivos. La Naturaleza ha dotado al Reino Animal de órganos genitales que garantizan la procreación para   perpetuación de las especies. Una gran diferencia hay entre los animales racionales y el resto.

El animal racional, continuaste con tu disertación, el Hombre, el género humano, es libre para tener o no tener descendencia. Además, puede realizarse sexualmente sin tener como objetivo final y exclusivo la procreación. No seré yo, el Ángel Caído, quien te dé la noticia de quién fue el responsable de suprimir esta dicotomía. Es decir que la sexualidad sea una parte de la realización del ser humano, prohibida, y la procreación un mandamiento divino: Creced y multiplicaos… Ha sido la tradición de tus ancestros, me apostillaste: Reyes, Profetas, Patriarcas, Apóstoles, Discípulos, Papas, Santos Padres, Obispos y Sacerdotes, los que te han trasmitido el mandamiento no escrito de, NO GOZARÁS. Sin duda tu explicación me dejo atónito…

 Aún me tenías reservado, mi ya amigo Ángel Caído, una serie de planteamientos patrimonio de teólogos o gentes avezadas en la mística de los ángeles. Nuestros encuentros se estaban celebrando en los tiempos contemporáneos a mi persona, pero tú me trasladaste al escenario de los eventos, donde tenían lugar la consumación de los tiempos anunciada y cumplida. La segunda persona de la Santísima Trinidad ya se había hecho Hombre y ya disfrutaba de las dos naturalezas: divina y humana. Para que yo comprendiera mejor esta cuestión teológica, me colocaste desnudo en el interior de tu recinto, donde nadie nos podía ver.

Mi naturaleza, me explicaste, está dotada de las mismas potencialidades que las del mismo Cristo. Es decir, la misma sensualidad y la sexualidad que sientes tú. Ahora amigo terrenal, hemos llegado muy lejos con tus pretensiones de conocer. Te corresponde a ti el turno de responder a esta reflexión: Yavhé, el Dios Padre, creó al hombre a su imagen y semejanza y llegada la consumación de los tiempos, Él se encarnó en su Hijo para seguir siendo Hombre. Con estas premisas ¿la naturaleza del Hijo sería semejante a la tuya o sería mutilada sexualmente por el Padre?

Me dejó sin habla y tardé muchos días en volver al interior de aquel, cada vez más frondoso bosque. Aunque se había producido un cambio. Mi Ángel Caído y yo permanecíamos desnudos disfrutando de la ausencia del pudor. Entonces, me reveló otro de sus secretos. El verdadero motivo de su rechazo a tributar adoración de latría al Hijo de Dios, es decir, reverencia, culto y adoración que solo se debe a Dios, no fue la soberbia la que le causó el arrojo al Infierno. Pudo más la rebeldía ante el fanatismo impuesto al margen de la razón. El misterio de la Santísima Trinidad entró en conflicto teológico con la doble naturaleza del Hijo de Dios. Divina y Humana.

Llegó el momento en que abordáramos, tú y yo, el Decálogo. Moisés recibe la Tablas de la Ley y ante la idolatría del Pueblo Elegido, las estrelló contra una roca. Y aprovechaste la narración de este evento para confesarme que también te negaste a la reconstrucción de algunos de Los Diez Mandamientos. Me explicaste que los tres primeros pertenecen al honor de Dios y los otros siete al provecho del prójimo. El cuarto, honrarás padre y madre. El quinto, no matarás, El sexto, según la versión de la Biblia, es no adulterarás. Relación sexual voluntaria entre una persona casada y otra que no sea su cónyuge. Sin embargo, en la versión del Catecismo del Padre Ripalda (1535-1618), se puede leer, no fornicarás, tener ayuntamiento o cópula carnal fuera del matrimonio. El séptimo, no hurtarás. El Octavo, no levantarás falsos testimonios, ni mentirás. El noveno, no desearás la mujer de tu prójimo y por último el décimo, no desearás las cosas ajenas. Volviendo a las Sagradas Escrituras, el noveno y décimo mandamiento en Deuteronomio, 5-21 dice: No desearás la mujer de tu prójimo, ni desearás su casa, su campo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada de cuanto a tu prójimo pertenece. En este momento estamos los dos de acuerdo que la tradición más represora del gozo sexual, ha dado identidad propia a la primara parte del precepto noveno. No desearás la mujer de tu prójimo establece el canon de la prohibición del adulterio, al margen de la interpretación tribal, doméstica y económica Una vez concluidos los enunciados del Decálogo, ahora comprendo el por qué el sexto y nono mandamiento entran en conflicto con el uso y disfrute del cuerpo creado por Dios.

Según transcurría el tiempo ansiaba cada día más, gozar de tu presencia y contagiarme de tu libre albedrío. Deseaba ser otro Ángel Caído. Quizás me quedaba mucho camino por recorrer. En nuestros encuentros, siempre, dabas pie para comenzar alguna nueva disciplina que me llenara de gozo y de placer. Tengo que confesarte que siempre me has seducido. Aunque pertenecíamos a reinos diferentes, compartíamos lazos que ensamblaban nuestros sentimientos, emociones y sensaciones… Con frecuencia me decías que nos quedaba mucho camino por recorrer en nuestra hoja de ruta. Y yo tampoco te preguntaba cuánto me quedaba para llegar… Un día te insistí que me hablaras del amor. Del amor humano, libre y al margen del género masculino y femenino. ¡Qué ingenuo fui! Un Ángel proscrito como tú, qué ibas a saber…

Craso error. Ignorancia crasa. Recuerdo la separación que me hiciste entre el amor-cáritas y el amor-eros. La caridad tiene que ver con la limosna, la misericordia, la entrega, el sacrificio y la hermandad. Pero el amor es compartir la sensualidad y la sexualidad. Es gozar con la unión de los cuerpos provocando placer, en igualdad de condiciones. Es respeto, libertad, igualdad y complicidad. Te pregunté cuál era la interpretación simbólica de tu desnudez y cuál era el papel desempeñado por la serpiente que circunvala tu hermoso cuerpo. Y me recitaste el versículo 25 del capítulo 2 del Génesis: Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, Adán y Eva, sin avergonzare de ello.

Tenías verdaderos deseos de hablarme de los pecados que me acompañarían contigo al Infierno. Que yo recordaba desde mi tierna infancia. Sentía ansias de conocer tu versión del pecado, sobre todo del pecado mortal. Me hiciste recordar al pie de la letra la letanía de los siete pecados capitales, que aún recordaba desde niño. En la Biblia el número 7 aun siendo primo es divisible y múltiplo de todo, aunque no lo prescriba la aritmética más simple. Sin duda tu sabiduría angelical quitó hierro al asunto. Cuando es el hombre quien utiliza la razón, los pecados por graves que aparezcan, pueden ser atenuados por el conocimiento humano. Y quizás hasta cambiar de signo.

Contra Soberbia Humildad. Contra Avaricia Largueza. Contra Lujuria Castidad. Contra Ira Paciencia. Contra Gula Templanza. Contra Envidio Caridad y contra Pereza Diligencia. Una vez recitada la relación como si de una salmodia se tratara, me tomaste por el hombro y paseamos no muy lejos de tu sitial. Antes de que me preguntaras, yo te expliqué cuáles eran los que yo había asumido como de mayor gravedad. Sin duda te avancé que la Lujuria.

La lujuria, junto con el sexto y nono mandamiento era la senda de la perdición de mi alma. Tú asentiste como lógico que entonara, el mea culpa mea culpa mea máxima culpa, por mis pecados contra la castidad. Pero me transmitiste sosiego al contemplar que el tema de la sensualidad y sexualidad habían sido ya resueltos entre nosotros. Dentro de un humanismo racional. Los seis pecados restantes tomaban parte de las emociones, sensaciones y sentimientos lógicos de vivir en comunidad. Disciplinas que se encuadraban en el campo de la sociología, psicología y la pedagogía, donde ninguna deidad se podía inmiscuir en el comportamiento de los humanos, regulados por las leyes civiles.

Nuestra conversación había quedado interrumpida hasta pasadas varias noches de luna llena. Para nuestro siguiente encuentro fui transportado junto a mi Ángel Caído, al pie mismo del árbol de la ciencia del bien y del mal. Allí donde Eva comió de la fruta prohibida y dio de comer a su compañero Adán. En aquella luminosa noche, al pie del árbol, estábamos los dos, uno frente al otro. Tú, mi Ángel Caído y yo. Después de un largo, placentero y tibio silencio, me atreví no sin temor a preguntarte: ¿Por qué te dejas abrazar por la serpiente? Y tú me tomaste de las manos y exclamaste: La serpiente es nuestro pudor, míranos, nosotros seguimos desnudos.

  1. «Eros y Yahvé”: Lucha en las entrañas del ser humano.

Ambos dioses son dos gigantes de la mitología antigua. Eros es la atracción sexual, el amor y el sexo, venerado también como un dios de la fertilidad. Esto explicaba los diferentes aspectos del amor en libertad. Eros “el libertador”. Su equivalente romano era Cupido deseo, también conocido como Amor. Eros principalmente era el modelo del amor entre hombres, mientras Afrodita propiciaba el amor de los hombres por las mujeres. En ambas formas de consumar la relación sexual, Eros se hacía presente. La secuencia: atracción, deseo, posesión, placer, fertilidad y felicidad, suponía la realización natural, humana y a su vez divina. Sin límites ni prohibiciones. Sin premios ni castigos. En los actos de amor Eros ponía la semilla de la felicidad de la vida, en suma. No ha existido ningún otro dios que se incrustara en las entrañas de la naturaleza humana de forma más integral. No era un dios lejano, se hacía presente en la misma esencia natural del ser humano. Eros servía los pensamientos más estimulantes para hacerse presente y vivir las sensaciones en lo más íntimo y privado. Eros no conoce prohibiciones, tampoco concede recompensas. La recompensa se recibe en el instante mismo de la consumación del deseo, en la explosión del placer. En el orgasmo. De la posesión sexual del ser amado emana toda su potencia creadora. Eros no entiende de sexos. Sólo entiende de sensaciones libres de todo prejuicio y de cualquier complejo. Eros no respeta edades. Tampoco acota partes del cuerpo como preferidas exclusivas o excluyentes. Eros emana de los poros del cuerpo, se enreda entre los cabellos, busca entre los rizos de las barbas o se desliza por las suaves pieles de las hembras o los toscos torsos de los machos. Lo genital que sirve para garantizar la generación venidera, Eros no lo considera exclusivo para la procreación, ni tampoco para la consumación sexual. El cuerpo que es poseído por Eros es un todo y cada parte en sí misma tiene su manifestación erótica. Eros no pone límites al juego amoroso. Tampoco busca la fertilidad, ésta la encuentra en forma del nacimiento de otras vidas. Pero no es el fin, es una consecuencia emanada de la naturaleza. El hombre haciendo uso de su cuerpo y su razón llegó al conocimiento de que Eros vivía en el reino animal. Y es el ser humano quien racionalizando sus sensaciones, descubre que Eros no vive con él, sino que vive en él. Que ambos comparten una misma esencia. Cuando en el ser humano surge el deseo, reclama su presencia y Eros llega súbito. En la consumación del encuentro el hombre halla la recompensa. La vivencia erótica puede ser íntima o compartida, en ambos momentos Eros está allí, en los amantes. Los pueblos eligen sus dioses, no son los dioses los que eligen los pueblos. Aunque en el caso de la tradición del dios Yavhé, es la deidad quien elige su pueblo. “Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo. El pueblo elegido”. Eros y Yavhé son los contrarios, no solamente en este planteamiento preliminar, sino radicalmente en todo. Eros no dispone de clase sacerdotal para interpretar sus designios. Es una divinidad que viene del interior del ser, no de ningún cielo. Sus preceptos los dicta al oído. Son sensaciones, vivencias y estímulos. No reclama sacrificios, ni somete a prueba alguna. La fidelidad está garantizada. La alianza entre Eros y el ser humano se guarda en el baúl de la privacidad.

No obstante, antes de continuar desgranando las cualidades del otro gran gigante de la mitología, es preciso hacer dos salvedades: La primera es que Eros representa la parte más íntima del hombre y más próxima a la naturaleza. Y la segunda que Yahvé es el dios de lo que no se ve y contempla la lucha entre la carne y el espíritu. Y además Eros está presente en todas las mitologías del mundo porque es consustancial con la naturaleza humana y Yahvé rige los destinos de tres familias humanas: El hebreo llamado pueblo elegido. El pueblo islámico y el pueblo cristiano. Estos tres mitos monoteístas forman una unidad granítica en lo básico. De aquí lo atractivo del debate entre Eros y Yahvé. Este antagonismo hace más apasionante la dualidad a la cual está sometido el ser humano. Aunque los seguidores de Eros se ciñen en un momento de la historia al mundo clásico, tanto griego como romano, la esencia y existencia de este mito está presente en la misma naturaleza de los pueblos seguidores de Yahvé. No obstante, y a pesar de negar al sexo la presencia real que tiene, su historia está salpicada de eventos e hitos plenos de sexualidad.

Entre los textos sagrados de estas tres religiones que adoran a un mismo dios, aunque bajo nombres diferentes, se encuentra el Cantar de los Cantares del rey Salomón. Destacado monarca por su sabiduría. Esta colección está compuesta de seis cantos escritos para ser cantados por dos amantes, la esposa y el esposo y apoyados por un coro. Es un cántico de amor utilizando un lenguaje directo. Sensual y sexual, donde Eros está presente en positivo. No obstante, los exégetas no han dudado a través de los siglos, incluir este maravilloso poema de amor entre un hombre y una mujer, como libro religioso con valor inspirado y considerándolo texto oficial. Pero los prejuicios de la tradición se han encargado de hacer una lectura hermenéutica de la expresión literal del texto. Y tienden a interpretar estos versos como una alegoría del amor entre Yahvé y su pueblo. Y ya en el Nuevo Testamento entre Dios y su Iglesia. Esta paradoja que convierte un texto directo en un lenguaje figurado, marca la lucha que vive el hombre entre las pasiones que le conducen al gozo y el placer, y el autodominio que hace meritorias sus obras, reprimiendo sus instintos más primarios.

Pero sigamos contemplando su enfrentamiento. Yahvé, que significa “Yo soy el que soy”, o bien,” Yo soy el que es”, se sirve de los hombres para revelar su doctrina y manifestarse a su pueblo. Para ello elige a la clase sacerdotal, patriarcas y profetas. Son éstos los que se ocupan de escribir y predicar las consignas del dios. Para poder entrar en contacto con la doctrina de Eros, es preciso iniciar la génesis de la existencia del hombre. Después de crear el mundo en seis días. Tomando barro modela el cuerpo del hombre y postrándole en un profundo sueño, Yahvé le quita una costilla y crea a la mujer. ¡Esto sí que es carne de mi carne y huesos de mis huesos! Exclama Adán al contemplar a Eva por primera vez. El primer mandato que les da es la procreación: ¡Creced y multiplicaos y henchid la tierra! Este dios no les concede más información directa, aunque la naturaleza les propicia la cohabitación y el ayuntamiento para que la procreación sea una realidad. Y después de un cierto tiempo, la tierra ya dispone de cuatro habitantes sobre su faz. A partir de esta realidad Yahvé les marcará el camino a seguir dando lugar a un larguísimo relato. Historia tan larga como la vivida por Eros. Las leyes de Eros eran las leyes naturales gobernadas por la razón, o renunciando a ella, a diferencia de los animales que estaban guiados por el instinto, sin que les quede otra opción. Yahvé les entrega Los Mandamientos. Dentro de estos preceptos hay dos que tiene relación con Eros. No adulterarás y No desearás la casa de tu prójimo, ni la mujer de tu prójimo… Para la procreación establece unos canales de realización, marcados por el carácter tribal, familiar y de clanes. El mandamiento no adulterarás establece que comete adulterio quien viola la fidelidad conyugal. Es decir, el ayuntamiento carnal realizado por una persona, que estando casada cohabita carnalmente con otra que no es su cónyuge. Esto supone la violación de un contrato, que en las épocas tribales tenía muchas connotaciones de contaminación de la sangre y de las herencias. Generaciones más próximas han definido este precepto como no fornicarás, que si consultamos el único mandamiento encerrado en un único vocablo, fornicar significa: Tener comercio carnal con prostituta o practicar el coito fuera del matrimonio. Las dos palabras se refieren al mismo hecho, pero valorando consecuencias diferentes. A la tradición le ha convenido acotar el sexo exclusivamente para el matrimonio y añadiendo que sólo puede ir encaminado a la procreación, como remedio para la concupiscencia.

Pero si contemplamos el otro mandamiento bajo la influencia de Eros, incluye en el mismo mandato la codicia de todo aquello que posee el prójimo, sin excluir nada y sin hacer ninguna discriminación. No obstante, la tradición desdobla su contenido en dos. Por un lado no desearás la mujer de tu prójimo, donde se centra en la cuestión sexual, apartándose de la codicia. De esta forma Eros es encorsetado dentro de una serie de normas que nada tiene que ver con su naturaleza primitiva. Aquellas conductas que se exceden de estos esquemas son reprimidas, mal vistas y hasta castigadas por la sociedad de las diferentes épocas. Eros no discrimina a hombres y mujeres y Yahvé somete la mujer al hombre. El apartarse de la procreación establecida es onanismo. Onán estaba obligado a casarse con la mujer de su hermano muerto y a tener hijos. Y Onán eyaculaba en la tierra. Es decir, evitaba la procreación sin renunciar al placer que Eros le proporcionaba. Considerando por algunos en el entorno de Yahvé como una forma de masturbación. Es un encuentro con Eros en la intimidad. Yahvé desde su origen determinó que el hombre sería probado en la fidelidad a su dios y sería merecedor de gozar con él en el cielo eternamente. Eros engrandece la pasión y las pasiones. Yahvé penaliza el ser esclavos de las pasiones y es una virtud meritoria el evitarlas. Eros encuentra la libertad en la pasión. Yahvé por el contrario, un hombre dócil a las pasiones, sobre todo carnales, es un hombre esclavo de ellas. Eros encuentra virtud en los placeres. Por el contrario, Yahvé lo considera vicios y desordenes condenatorios. Eros consumando los deleites sexuales, el hombre se reconcilia con la armonía de la naturaleza. Yahvé somete al ser humano a la prueba fundamental, renunciar a Eros, como causa de todas las perversiones. Eros garantiza en este mundo el gozo y el placer como premio a todo aquel que sea dócil a sus pretensiones. Eros a través del deseo y el placer, provoca la satisfacción y la libertad, sin embrago Yahvé hace reo de culpa a todo aquel que abuse del sexo fuera de los cánones establecidos: La procreación, el rito de la circuncisión y las costumbres tribales. Eros, sólo reclama entrega, Yahvé, fe y esperanza. En la opción del dios Yahvé, previamente se ha de creer en él. Sin la fe en su divinidad, el ser humano no entrará en el Reino prometido. Eros no cree en el alma, porque sólo dispone de cuerpo y razón. Yahvé ha creado al hombre a su imagen y semejanza, negándole todo derecho sobre el cuerpo. Aunque le concede el libre albedrío de decidir entre el bien y el mal. Siempre de acuerdo con los criterios de sus mandamientos. Ambas divinidades están enfrentadas en las entrañas del ser humano. La vida de los hombres y las mujeres es el resultado de la pugna de dos dioses por conseguir su hegemonía. Eros al servicio del deseo. Yahvé sembrando la inquietud por la trascendencia, ahuyentando el temor a dejar de existir y volver a la nada. Eros es carne, próximo y tangible, aquí y ahora. Yahvé espíritu lejano e incierto, pero con esperanza. He aquí la inquietante armonía: ¡Creced y multiplicaos! ¡Gozad y sentíos libres!

  1. “EL AMOR PLATÓNICO Y EROS”: El amor pleno.

Eros es el amor en su esencia primitiva, está más próximo del animal, que todos llevamos dentro, que del hombre racional, cultivado y responsable. El amor entendido como la expresión del encuentro corporal, donde asisten como protagonistas los cinco sentidos. Si bien interviene la razón, no es para armonizar, sino para ser testigo mudo y pasivo del juego amoroso. Eros como interpretación del amor en el mundo de los clásicos, se refería a la relación entre hombres, no obstante, puede hacerse extensible a hombres y mujeres; incluyendo el amor lesbiano. Los sentidos y el sexo en estado puro, sin más injerencias ambientales y periféricas. Sexualidad y sensualidad. Erotismo engendrado por Eros, como patrimonio diferenciado entre el hombre y la bestia. Donde el amor es sexo, y el instinto de los amantes predomina sobre la razón. Los prejuicios nos pueden escandalizar y los complejos limitar, pero la celebración desnuda del amor en el lecho carnal, sin límites y sin establecimientos previos puede ser monótono, pero también creativo, único e irrepetible. Producto de la diferencia entre el instinto predestinado y el libre albedrío de la razón. Cuando abundamos en definir el amor humano, bajo el prisma de Eros, hallamos un sinfín de atributos. Todos encaminados al gozo y a los placeres sexuales. Lujurioso se podría denominar bajo la cultura judeo-cristiana. Ajeno a la procreación. La naturaleza sella en el instinto de los animales la multiplicación de la especie. Para los humanos es opcional y ahora más que nunca. El amor sin contaminación busca y encuentra su fin en sí mismo. Las consecuencias del amor se desprecian o se evitan previamente. El amor se consuma en estado puro. Allí sólo importan los atrapados por Eros. No existe nadie más. Podemos ahondar más y adjudicarle más atributos y epítetos: El amor es efímero, aunque nadie quiere que termine, no es eterno. Tampoco somos conscientes de que cuando se contamina, se doméstica y se transforma. El amor es salvaje y posesivo. Egoísta y celoso, ciego e insaciable. Sensual y sexual. Infantil y caprichoso. Inmaduro y adolescente. Irresponsable y apasionado. Se siente libre. Atrapa y hace esclavo al ser amado. Comienza y concluye en el cuerpo. Nada y nadie existe cuando Eros hace su presencia. ¿Cuáles son las impurezas que hace que el Amor-Eros abandone la perfección? Pues todo aquello que lo va domando, racionalizando y poco a poco alumbrando su principal cómplice y a su vez rival. Éste no es más que el Amor-Cáritas en el universo judeo-cristiano, y el Amor-Ágape en el greco-romano. El cariño. El amor es el presente y el cariño eterno. A pesar de ello, cuando las brasas encenizadas del cariño, acarician la brisa de la sexualidad, se aviva la llama del amor, Eros hace renacer el presente. El amor vuelve a ser efímero.

Eros sólo se hace presente cuando la cópula amorosa se lleva a cabo bajo la influencia de verbos adolescentes, no adultos. Verbos vírgenes, sin contaminación del deber, el mandato o la responsabilidad. “Me gustas”. “Te deseo”. “Te quiero para mí”. “Ansió poseerte”. “Sigue, no pares nunca”. “Lo quiero, aquí y ahora”. “Compartamos el gozo”. “No me harto de…” Lo quiero todo y ahora”. Cuando el amor intenta crecer, abandona el estado salvaje y se encuentra en el mundo de la razón. En el mundo del deber y convenir. Obligaciones y convenciones de la sociedad. Estos verbos ahogan el amor. La madurez y la responsabilidad son incompatibles con el amor en libertad, limpio y desnudo. Sin previsión, espontáneo. El arte de amar con el concurso de Eros, quizás, está en conseguir la capacidad de desnudarse y abandonar en el dintel del lecho amoroso, todo aquello que estorba a la pasión primitiva. La convivencia es el primer enemigo del Amor-Eros, puro, salvaje, natural y primario. A pesar de que esto pueda provocar, escandalizar y transgredir la inercia de la historia. Eros es la libertad, no conoce ataduras y responsabilidades. El Amor-Eros es lo contrario del Amor-Cáritas. Egoísmo contra generosidad. Entrega y donación contra posesión y pasión. Eros no renuncia a nada, siempre quiere más y sólo entrega aquello que recobra con réditos. Otorga felicidad porque le reporta felicidad. No entiende de renuncia y mucho menos de ausencia de placer. El sexo es la piedra angular de su estructura. El amor puro es la esencia del gozo, de la posesión, de la satisfacción plena, del sexo consumado, de la lujuria, de lo amoral, de la trasgresión. Se comporta como si ninguna deidad existiera. Después del amor, sólo hay más amor. Hasta el infinito. Hasta la eternidad. El débito conyugal, el matrimonio legal, la familia, la procreación y todos los valores humanos de la convivencia, surgen al margen de este amor. Cuando el amor supera o se contamina con el mundo que sirve de vestido a los amantes desnudos, surge el amor domesticado por la tradición secular y sobre todo religiosa. Ese amor contaminado, adulterado y nada trasgresor, abandona su estado de inocencia adolescente y primitiva, y se convierte en el garante de la felicidad colectiva y allí se engendra la procreación, el amor filial, el cariño, la ternura y tiene vocación de perpetuarse. Eros huye espantado de esos lugares hacia otros derroteros; acechando nuevas presas…

Revisando este texto a la luz de lo que se viene considerando como amor platónico, podría interpretarse que el amor platónico es el amor ausente de toda relación física. Se comete un error al contemplar este amor como espiritual ausente de todo lo material, sexual o erótico. La filosofía de Platón nos hace comprender mejor el amor entendido por el filósofo cuando nos explica a través del Mito de la Caverna, la existencia de dos mundos. El mundo de los sentidos, de la naturaleza, es decir, del hombre. Y otro mundo el de las ideas, que se llega a él a través de la razón al conocimiento a la perfección y a la libertad. Entonces un amor será platónico, es decir perfecto, ideal, virtual, sublime… Si es el reflejo del amor perfecto que se encuentra en el mundo de las ideas. Pero Eros es un bien en el mundo de las ideas y cuanto más se acerque a ese ideal más platónico será, pero también más real y sensual. Se alejará del mundo de las sombras y se acercará al mundo real, donde el sol es el foco de la luz y donde se consuma nuestra realidad.

  1. MAQUIEVELO

He leído por segunda vez EL PRÍCIPE de Nicolás Maquiavelo. Pero sobre todo me interesaba conocerlo bajo el prisma del Renacimiento. Sin perjuicios y sin complejos. Entre los muchos comentarios que los lectores dejaron después de su lectura presté atención al siguiente: “Conviene acotar que El príncipe es la obra que da origen al término maquiavélico, utilizado con cierta carga despectiva para condenar prácticas inmorales o malévolas, cuando en realidad ésta es una obra de gran valor por su conocimiento de la psique humana, el sentido común y el pensamiento pragmático”. Es verdad que, aunque el planteamiento de este lector era bastante aclaratorio para mí, el abordar el análisis con un ejemplo contemporáneo, suponía ardua tarea. (3) Nicolás Maquiavelo. EL

PRÍNCIPE. ESPASA CALPE

Enlace: http://xavier.balearweb.net/get/El%20principe%20MAQUIAVELO.pdf

 Adolfo Suárez y Juan Carlos I

LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA

Para comprender la llamada Transición española, el paso de una dictadura a una democracia, es preciso contemplar el comienzo y el fin del régimen precedente a la democracia, es decir, la dictadura. Todo comienza el 14 de abril de 1931 con la proclamación de la República. Legítima, legal, laica, popular, democrática y en armonía con las repúblicas históricas de nuestro entorno europeo. El 18 de julio de 1936, el general Franco con el apoyo de la Oligarquía económica, el Ejército y la Iglesia, perpetra un Golpe de Estado cruento, que desemboca en una Guerra Civil. De 1936 a 1939. Su objetivo es doble: liquidar la República y traer a los Borbones del exilio. El generalísimo invicto es proclamado Caudillo de España por la Gracia de Dios. Ante todo, España seguía siendo un Reino. El Caudillo se erigía en una especie de regente, y nombra un Consejo del Reino, aunque no hubiera soberano ni monarquía. Evidentemente, habiendo ganado la guerra, el generalísimo se adjudica la legitimidad de seguir como Jefe del Estado con todos los poderes en sus manos. Implanta una dictadura militar de corte fascista, con la concurrencia de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, versión española del fascismo italiano. El Caudillo de España que recordemos que lo fue por la Gracia de Dios, consuma el maridaje Iglesia Estado y la alianza trono altar. España es un Estado Confesional, donde comparten legitimidad y legalidad el Derecho Canónica y la Ley Civil. Las Leyes Fundamentales del Movimiento Nacional se inspiran en la Doctrina de la Iglesia. El Cardenal Primado toma parte de Consejo del Reino y tres obispos de designación personal del Caudillo, ocupan escaños en Las Cortes Españolas como procuradores. Cuando llegó el momento de consumar el otro de los objetivos del Golpe de Estado, es decir, preparar el camino hacia el Trono de España, para un miembro de la dinastía de los Borbones, el Caudillo decretó la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado. Instaurando que, no restaurado la monarquía, en la persona de Don Juan Carlos de Borbón y Borbón. Hijo del Conde de Barcelona, que a su vez era el heredero legítimo de la Corona de España. La dictadura transcurrió hasta que el 20 de noviembre de 1975, fecha en la que el dictador fallece; habiendo dejado todo atado y bien atado. Según sus propias palabras. El testamento entregado al sucesor fue: ESPAÑA ES UNA GRANDE Y LIBRE.

La sede vacante fue administrada por el Consejo de Regencia, formado por el Presidente de la Cortes, el Cardenal Primado y el General Decano de los Ejércitos. La proclamación del nuevo Rey de España, se llevó a cabo ante Las Cortes, donde su presidente tomó juramento a Don Juan Carlos de cumplir y defender LAS LEYES FUNDAMENTALES DEL MOVIMENTO NACIONAL. Con escasa presencia de autoridades extranjeras, el séquito se desplazó hasta la iglesia de Los Jerónimos donde Juan Carlos I asistió a un Tedeum de Acción de Gracias.

El nuevo Rey heredó todo el poder de su predecesor, pero legalmente el aparato de Estado estaba intacto. El primer Presidente del Gobierno fracasó porque se tomó el juramento al franquismo al pie de la letra. Un segundo candidato fue Adolfo Suárez. Aunque pertenecía al Movimiento Nacional, el Rey y él sabían que con las leyes franquistas nada podían hacer para dar una imagen más democrática al mundo.

Adolfo Suárez llevó a las todavía Cortes Franquistas, un proyecto de ley para democratizar el Régimen del 18 de Julio. En román paladino para que los procuradores se hicieran el harakiri. Había que consumar el objetivo del golpe de estado de 1936. Traer a un Borbón al Trono de España. Pero a ver cómo se llevaba a cabo sin deshacer el camino recorrido. Aunque muchos de los españoles los sospechábamos, nuestros temores se confirmaron muchos años después:   

¿Por qué no hubo referéndum sobre monarquía o república durante la transición? Esta consulta estuvo encima de la mesa, la exigían los países extranjeros, pero se desechó. En una entrevista no conocida de la periodista Victoria Prego en 1995 al expresidente del Gobierno Adolfo Suárez, Suárez responde a esta pregunta. Esta noche, La Sexta Columna hace pública por primera vez esta confesión inédita.

Adolfo Suárez asegura, en la entrevista en Antena 3, que los Gobiernos extranjeros pedían una consulta sobre monarquía o república instigados por Felipe González: «Era Felipe el que estaba pidiendo a los otros que lo pidieran». Suárez le confiesa a Victoria Prego, pensando que no está siendo grabado, que el Estado hizo encuestas y el resultado era que la monarquía perdía. (7)

«Cuando la mayor parte de los jefes de Gobierno extranjeros me pedían un referéndum sobre monarquía o república…, hacíamos encuestas y perdíamos», admite el expresidente fallecido en marzo de 2014. La solución para que esta consulta no se realizara fue meter «la palabra rey y la palabra monarquía en la ley» de la Reforma Política de 1977. De esta manera, «dije que había sido sometido a referéndum ya», explica. Poniendo monarquía en la ley, se aseguró la permanencia de la institución. (4) EL DIARIO.ES

https://www.eldiario.es/politica/Adolfo-Suarez-referendum-monarquia-encuestas_0_581642259.html

Al margen de hacer una valoración más exhaustiva, es fácil entender que los españoles de la época sufrimos un engaño fácil de comprender: Votamos con miedo para evitar una involución que nos hiciera volver a la dictadura, y nuestra experiencia democrática era muy frágil. Pero Suárez y Juan Carlos eran conocedores de que el Rey estaba sentado en el Trono de España porque la oligarquía, el Ejército y la Iglesia, así lo habían planificado desde 1936. Las presiones que venían de la izquierda y del exterior, no podían ser escuchadas por estos dos personajes que, en primera persona debían de escribir la Historia al dictado del general Franco.

La clase política de la época sobre todo los que vinieron del exilio, de la clandestinidad o de la cárcel, sabían que la ciencia política no soportaría un referéndum de esta naturaleza con una pregunta tan engañosa: En realidad había dos preguntas en una:

1ª Pregunta implícita: ¿Apruebas la Ley de Reforma Política que estructure el Estado en democracia y libertad?

SÍ o NO

2ª Pregunta implícita: ¿Qué prefieres una forma de Estado con una República o una Monarquía?

REPÚBLICA __

MONARQUÍA __

En realidad, lo que votamos fue una democracia coronada, donde el Jefe del Estado era vitalicio y antidemocrático. Solución anacrónica en el último tercio de siglo XX.

El origen del Rey era ilegítimo por doble motivo: El derecho a la sucesión a la Corona lo ostentaba su padre Don Juan de Borbón y la instauración monárquica venía dada por un dictador, cuya legitimidad había sido el ser generalísimo invicto en la Guerra Civil provocada por el Golpe de Estado, perpetrado contra la República, que sí era legitima.

Pero los políticos y muchos españoles miramos hacia otro lado, cuando votamos esta especie de mal menor. Pusimos al frente de la nueva democracia española a la más anacrónica de las instituciones. Construimos un Estado de Derecho sobre la basura, los escombros y los cascotes de una dictadura. Y tuvimos el valor de dejar impune un genocidio. Aquel enfrentamiento fratricida aún nos impide la reconciliación. Porque en España, la legitimidad, la legalidad y la justicia, están en conflicto permanente…

FECHAS QUE MARCAN LOS EVENTOS MÁS IMPORTANTES

Activistas de Amnistía Internacional, nacidos después de la promulgación de la Ley de Amnistía de 1977, participan en el acto #NoEsMiLey ©Amnistía Internacional/ Carmen López

1.- Muerte de Franco: 20 de noviembre de 1975.

2.- Referéndum Ley Reforma Política: 15 de diciembre de 1976.

3.- Elecciones para el Congreso y el Senado: 15 de junio de 1977.

4.-Ley de la Amnistía: 15 de octubre de 1977.

La ley de Amnistía es uno de los principales obstáculos para facilitar verdad, justicia y reparación a las víctimas de la Guerra Civil y el franquismo. Amnistía Internacional entregó esta mañana más de 205.000 firmas en el Ministerio de Justicia para exigir que se respeten los derechos de las víctimas y sus familiares.

5.- Constitución Española: 6 de diciembre de 1978. Quizás, si Nicolás Maquiavelo pudiera haber vivido esta secuencia española, no se le hubiera ocurrido introducir en un texto constitucional en el siglo XX, la inviolabilidad del Rey. Esta decisión colocó el broche de oro que dogmatizó su contenido.  No hay país en el mundo que haya logrado escribir su historia de forma recta sobre líneas torcidas, como España: Desde el 18 de julio de 1936 hasta nuestros días…

En este comentario final, solamente me atrevo de decir que tanto Adolfo Suarez como Juan Carlos I, así como todos los políticos de la Transición, han resultado ser hombres del Renacimiento y quizás no hayan leído EL PRÍNCIPE de Nicolás Maquiavelo, ninguno de ellos. Pero tampoco fue necesario. (5) LOS PRÍNCIPES SE AYUDAN

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  1. ROMPER CON EL PARADIGMA

Buscando la verdad en la sensualidad y sexualidad como patrimonio natural del ser humano.

Sin acudir a principios científicos, por mera observación, los seres humanos recibimos sensaciones de todo aquello que nos rodea a través de los cinco sentidos: la vista, el oído, la lengua y labios, el olfato, los dedos y manos, son ventanas abiertas en nuestro cuerpo para percibir ciertas variaciones sensoriales, que si son positivas nos causan deleite, y si arrastran cargas negativas nos hacen daño. El cuerpo en general puede ser receptor y emisor de una gran carga sensual. Una suave brisa sobre el rostro, la contemplación en una puesta de sol paseando por la playa con los pies descalzos, las caricias de la persona amada, un apretón de manos entre amigos, o una sesión de masaje escuchando simplemente el silencio. Las sensaciones conscientes propiciadas por estímulos propios o ajenos, configuran nuestra sensualidad. Los animales también reaccionan ante cualquier estímulo de acuerdo con claras o veladas muestras de agrado, desagrado o indiferencia. Es evidente que no es preciso ser versado en ciencia, para saber que la sensualidad toma parte del reino animal y es suficiente la simple observación para comprobarlo.

El primitivo instinto de procreación y conservación ha jugado un papel evidente en la evolución de las especies. Además de los cinco sentidos captores de la sensualidad, la naturaleza les ha dotado de la atracción sexual. El macho busca a la hembra arrastrados en época de celo para la copula y de este modo garantizar la supervivencia de su especie. Sin embrago la sexualidad en el ser humano, aunque tenga el mismo fin, es mucho más compleja y se pueden apreciar muchos matices. La mujer y el hombre no están a expensas del periodo de celo como el resto de las especies. El libre albedrío decide cuándo y con qué fin se produce el ayuntamiento sexual. La naturaleza que ha dotado de sexualidad a mujeres y hombres, no está al servicio exclusivo de la procreación. Más aún, la sexualidad enriquece sobremanera la sensualidad que proporcionan los cinco sentidos, de los cuales estamos dotados. Sin profundizar en la antropología del ser humano, se puede constatar que, aunque el aparato genital reproductor de ambos sexos, encuentre su último fin en la procreación, de ninguna forma es exclusivo y excluyente de otras manifestaciones sensuales y sexuales. Esta evidencia promocionada por la naturaleza, no siempre ha sido interpretada por el hombre de este modo.

El paradigma que la historia de la humanidad ha ido diseñando a través de los tiempos, está preñado de influencias decisivas culturales y religiosas. Cuando en este ensayo nos referimos al paradigma, es evidente que esta singularidad encierra una pluralidad. Contaminando los valores naturales de la sexualidad y la procreación; estableciendo que la sexualidad es intrínsecamente mala cuando trasgrede su fin, que es el de la procreación conforme a las leyes naturales.

Muchos son los avatares que han configurado este binomio sexo-reproducción. Para acotar las secuencias en este breve ensayo, podemos tomar el siglo XX en el contexto del mundo occidental, como ejemplo de paradigma más próximo. La célula social que albergaba la venida de la prole, era la constitución más o menos formal, de una futura madre y un futuro padre. El mundo judeo-cristiano y más tarde el islam, introdujeron mandatos de origen divino relativos al uso y abuso del sexo. La sociedad occidental es producto de una religión monoteísta con mucho poder de influencia sobre los pueblos, hasta la segunda mitad del siglo XX. El sexo quedaba relegado al matrimonio religioso y exclusivamente con fines reproductores. Es decir, la institución matrimonial ponía remedio a la concupiscencia, resolviendo la incontinencia sexual. Sobre todo, encaminado a traer hijos al mundo. El placer es una consecuencia que, obtenido al margen de este fin, es pecado. Es reo de culpa y por tanto de condenación, quien practique autocomplacencia en sus zonas erógenas mediante la masturbación. Tampoco le está permitida la práctica coital con intención de evitar la concepción, mediante profilácticos de cualquier tipo o eyaculando en el exterior, lo que se viene denominado, onanismo. Por supuesto toda relación sexual encaminada solamente al deleite sexual, fuera o dentro del matrimonio canónico, está considerada como perversa y mala. Una vez situados en el lecho conyugal, no todo les estaba permitido al hombre y la mujer. Las prácticas al margen del ayuntamiento sexual exigido para que el semen del hombre se deposite en la vagina de la mujer, son consideradas como pecado y contra natura.

Es fácil deducir que la sexualidad y la religión son opciones antagónicas. La religión considera la sexualidad como algo sucio, vicioso y malo. Sin embargo, la abstinencia y el autocontrol se valoran como virtudes y conductas meritorias. La sexualidad al margen de la procreación, es pecado mortal, sin embargo, estas mismas conductas en las sociedades occidentales, se reconocen como derechos intrínsecos de la persona. La evolución de las ideas morales y políticas a través de las épocas ha sido muy lenta, y la separación del poder religioso y el poder político, ha caminado en paralelo acompañados del pensamiento teológico y racional respectivamente. Dando lugar a los estados donde el hecho religioso se reducía al ámbito privado, surgiendo las sociedades laicas. Los estados modernos se dotaron de constituciones laicas o aconfesionales. Como consecuencia de este laicismo sin ataduras religiosas, surgió la libertad sexual que se convirtió en un derecho inalienable de la realización de la persona. Pero en no pocos países el conflicto sigue situado entre la vieja alianza trono altar y el maridaje de facto entre la Iglesia y el Estado. Sobre todo, en las naciones que siguieron la Contrarreforma de la Iglesia Romana, han mantenido y mantienen un reducto nada despreciable de oposición a los valores laicos, ajenos a cualquier confesión religiosa. El caso español es un ejemplo de la influencia de las tesis vaticanas a lo largo del siglo XX, a pesar de dotarse de la Constitución de 1978, con valores laicos y teóricamente aconfesionales.

La libertad sexual, supone la ruptura del paradigma. La sexualidad considerada como un valor positivo marca la mayor ruptura, entre el pensamiento basado en la razón y los principios aceptados por la fe. Donde la sexualidad no entiende de géneros. El hombre y la mujer son iguales y ligados por valores humanos, no divinos. Son libres para desarrollar la sexualidad de forma individual, buscando su propio placer. También entre hombres y mujeres o bien formando parejas del mismo sexo, sin necesidad de establecer ningún vínculo legal. Respetando siempre los compromisos evidentes de respeto, igualdad, libertad y complicidad. Donde nadie es más que nadie, ni menos que ninguno. El fin de las relaciones sexuales no es la procreación. La procreación es una opción. De aquí se deduce que la maternidad no viene impuesta a la mujer. La mujer decide ser madre o no. Y una vez embarazada establece si desea parir o interrumpir su embarazo según las leyes. La maternidad es un derecho, no una obligación. Y el derecho a decidir sobre su propio cuerpo es de la mujer, no del Estado o de la sociedad. La discrepancia sobre si la interrupción voluntaria del embarazo, es un derecho de la mujer o prevalece el derecho a la vida del no nacido, es una discusión que tiene bases morales y religiosas, no científicas.

La libertad sexual nos conduce a la igualdad. La igualdad viene dada por el derecho natural reconocido por la Constitución. El ser humano tiene los mismos derechos, sea mujer u hombre. A estas alturas los logros y cotas obtenidas en el derecho a la libertad sexual y en la igualdad en general, se puede afirmar sin lugar a equivocarnos que, en el plano personal, social y legal, sí se ha roto el paradigma. No obstante, este paradigma aún se resiste a desaparecer, pero los argumentos que lo sustentaba están perdiendo fuerza.

Todo aquello que era pecado, prácticas contranaturales que constituían esquemas inamovibles como la familia tradicional, han saltado por los aires. Las prácticas sexuales son una realidad en nuestra vida. Más aún, la sexualidad es el motor del mundo. La sexualidad está presente de forma individual y compartida, hombres con hombres, mujeres con mujeres, mujeres con hombres, formando parejas de hecho o de derecho. Matrimonios mixtos, civiles o religiosos, porque en el caso de los matrimonios religiosos, los hay que no aceptan todos los preceptos canónicos; quedando la ceremonia eclesiástica como un evento social. El erotismo es el amor sensual e impulsor de la sexualidad. Es la capacidad del ser humano para imaginar y crear fantasías que exciten el apetito sexual, y así lograr mayores cotas de originalidad y de placer; evitando la rutina y ahuyentando el tedio. La libido es la fuente del deseo sexual, considerado por algunos sexólogos como la raíz de las manifestaciones de la actividad psíquica. La divinidad Eros, antagónica de Yahvé, exalta el amor físico elevándolo a la categoría de sublime. Esta narración poética entra en conflicto con los estoicos planteamientos del paradigma ancestral herido de muerte en nuestros días. Planteamiento prosaico de que el sexo únicamente sirve para engendrar y multiplicar la especie.

Observando los avances y logros sensuales, sexuales, eróticos y por qué no, pornográficos, encontramos que las satisfacciones logradas, han saltado los muros de los lechos amorosos y se comparten con las redes sociales en beneficio de la colectividad. La escuela de la sexualidad es una realidad. Los temas tabúes salen de los armarios de la hipocresía, y alcanzan el valor que nunca debieron haber perdido. El currículo de la sexualidad debía de tomar parte de la educación, desde la más tierna infancia.

Ahora se habla de las conquistas de la mujer en la consecución de sus orgasmos. En las iniciativas y alternativas, donde no hay nada vedado o vetado. El débito conyugal que doblega a la mujer a ser la sirvienta sexual del hombre, ya no tiene sentido. Puede rechazar o demandar solicitudes de su compañero, como el coito anal, el sexo oral o la colocación de un preservativo si así lo desea. La “postura del misionero”, preconizada por la Iglesia, queda fuera del lecho del placer. Hay alternativas venidas de Oriente o de Occidente que son más placenteras y menos dependientes y humillantes.

Si el paradigma se ha roto con la legalización de las relaciones gay, la irrupción legal también de las relaciones lésbicas, han tenido mayor explosión de libertad si cabe, y luchan porque su visibilidad en la sociedad sea mayor hasta alcanzar la normalidad. Al menos en el lenguaje habitual ya no se oculta que el hombre también tiene su punto G. Y que las relaciones entre mujeres, aunque no disponen del falo, pieza considerada esencial en la historia de la humanidad, no son por ello menos placenteras. El falo tiene mucho de mito. Es el símbolo del poder sexual, de la fertilidad como esencia de la procreación, y sobre todo al hombre se le consideraba hombre mientras su miembro viril se hallase en erección. ¡Cuántos fracasos amorosos se han producido por esa petulancia! Mientras el hombre presumía de no se sabe cuántos polvos por unidad de tiempo imprecisa, pocas veces enumeraba los orgasmos que había provocado en su amante. Y mientras su altanería no tenía límites, en los lechos conyugales se acuñaba la frase del orgasmo fingido. El falo también es el símbolo de la sumisión de la mujer ante el hombre, casi por naturaleza.

El paradigma se ha roto, y con él, el mito del macho ibérico. Mito estrictamente español inspirador de dramaturgos y músicos. El pene es el símbolo del sexo, pero no de la sexualidad, y menos de la sensualidad, que interviene todo el cuerpo. Hay hombres que, por razones patológicas, padecen de forma permanente o temporal la disfunción eréctil. ¿Este hombre es un mutilado sexual? No, simplemente tendrá que utilizar otras herramientas de su propio cuerpo. La sexualidad se concibe en el cerebro y a través de las habilidades sensuales puede alcanzar sus ansiados objetivos. A raíz del episodio eréctil un paciente consultaba a su cirujano: “Doctor, ahora que me ha practicado una extirpación radical de la próstata por un tumor cancerígeno, ¿no volveré a encontrarme el punto G? Esto lo decía antes de salir del hospital. En la primera revisión después de la intervención quirúrgica, el propio paciente traía la respuesta. Lo que él creía que provocaba el placer orgásmico, no era la superficie de la próstata, las órdenes procedían de más arriba.

El paradigma ha roto, también, los dogmas y mitos tradicionales. Aquellas personas que se unían en matrimonio soportaban el yugo de la sentencia implacable que decretaba: “Y se unirá el hombre a la mujer y serán los dos una misma carne, hasta que la muerte les separe” Así se comenzaba a vivir en una mentira. Se condenaban a que este yugo les hiciera iguales, no siendo posible y además perdiendo forzosamente su individualidad. Los dos juntos cumplían la condena de hacer lo mismo, aceptando lo mismo y discrepando en lo mismo. Mientras se producía el hecho de que el amor podría no ser eterno. Este concepto perverso de la unión, mataba toda riqueza individual perdiendo la ocasión de complementar la vida en común. Cualquier osadía que intentara salirse del guion establecido, caía sobre el transgresor la sospecha de infidelidad. Este pretendido equilibrio lejos de hacer justicia, favorecía las tendencias de posesión del hombre (activo), y las posturas sumisas de la mujer (pasiva). El amor nada tenía que ver con la procreación y la sexualidad tampoco estaba exclusivamente ligada al amor. El amor, el sexo y la procreación no formaban una misma esencia. Podían coincidir en el tiempo, pero no constituía garantía de permanencia. La venida de los hijos en esa confusión de falsedades conceptuales, encubría evidencias que, de existir, eran temporales o nunca habrían estado presentes, al menos como estaban escritas en los paradigmas ancestrales. El yugo matrimonial a perpetuidad engendraba el machismo que tardaría muchos siglos en considerarse como perverso y negativo, atentado contra la dignidad de la mujer y contra la igualdad. Dejando constancia que: el amor, el cariño, la sexualidad, la sensualidad y la procreación, pocas veces venían juntas como libre opción. Quedando claro que para conseguir la perpetuidad de la especie solamente es necesario el ayuntamiento carnal. Como el resto de los animales.

Antes de continuar sobre las opciones sexuales, es preciso hacer un hueco a la virginidad. El estado virgen tanto del hombre como la mujer, era valorado de forma diferente. El hombre tenía patente de corso para abandonar este estado tan pronto como tuviera oportunidad; encontrando siempre un apoyo en un amigo o en algún familiar. La mujer sin embargo debía ir virgen al matrimonio, de otro modo era rechazada por el posible pretendiente y en otros extremos, si se perdía antes del enlace matrimonial caía una mancha sobre ella y en algunas etnias sobre su familia. La virginidad en la actualidad carece de valor y tan solo en los colectivos creyentes y practicantes, se tiene en cuenta. Actuando más como prejuicio social, que como convicción religiosa o moral. Sobre todo, en algunas etnias.

Cuando el paradigma se rompe, se destruye de forma radical, porque es difícil de recomponer y más aún mantener ciertas partes de un todo, granítico y ancestral una vez roto. La libertad se impone y los prejuicios irracionales dan paso a la naturaleza que es todo lógica, mostrándose dócil ante la voluntad del ser humano. Libertad, responsabilidad e igualdad. Todos estos valores no pretenden justificar y argumentar la ruptura del paradigma. No, solamente pretenden observar cómo se comportan la mujer y el hombre cuando no pesa sobre ellos, las imposiciones que contradicen su natural forma de realizarse. Evitemos caer en epítetos como: antinatural, contra natura, aberración sexual, desviación de la conducta humana y otros que califican como negativo todo aquello que es ajeno al paradigma ancestral. Calificativo repetido en este ensayo de forma ineludible. Es evidente que, con ausencia de libertad en las relaciones mutuas de cualquier naturaleza, el abuso de una de las partes sobre la otra y agresiones que violenten la voluntad del otro, nos adentramos en conductas perversas y detestables. Pero mientras obedezcan a decisiones libres y responsables, sin prejuicio de un tercero, el paradigma lejos de recomponerse, seguirá roto para siempre.

Después de esta anotación necesaria, nos adentramos en el interior del paradigma descompuesto y desactivado. Cómo abordar la bisexualidad, la transexualidad, el cambio entre parejas, el llamado ménage á trois, la orgía… Todo ello lo vamos a tratar aquí a partir de la base de que estos comportamientos no contradigan la voluntad de los protagonistas en cualquier variante del encuentro sexual.

Hay hombres que nacieron mujeres y mujeres que nacieron hombres. Es una evidencia incontestable, porque los órganos reproductores son de naturaleza biológica, y los sentimientos y las opciones sexuales emanan de la mente. El género no es exclusivo del órgano genital, es más complejo y se encuentra en lo más profundo de la personalidad del ser humano. El paradigma se rompe porque esta materia no es de índole moral y encorsetar la naturaleza de la persona en un paradigma hecho por los hombres para medir y excluir a los otros hombres, es perverso. Como resultante de esta ruptura la legislación de cada país, tiene en sus manos elevar a legal lo que en la calle es real de índole natural. No ha estado nunca en las manos del hombre o la mujer racionalizar el curso de su propia naturaleza. Bien es verdad que la ciencia está dando respuesta y encauzando estos conflictos personales, de forma satisfactoria.

Otra de las opciones de índole sexual que podemos observar y que corresponde a la vida hecha realidad y tangible, es la bisexualidad. Es decir, aquellos seres humanos que, siendo heterosexuales, sienten también atracción sexual por el mismo sexo. La opción puede presentar conflictos frente a una tercera persona, pero esto no anula la realidad y tan solo se puede valorar como negativo, si se perjudica o engaña el compromiso contraído con otra persona. Pero nunca por cuestiones religiosas o costumbres morales. La bisexualidad es una forma más de realizarse sexualmente. Es una prueba más de que el modelo natural basado en la libertad y en la igualdad, nada tienen que ver con el paradigma impuesto por los dioses, implantado por la clase sacerdotal que se arrogaba la infalibilidad de interpretar la verdad absoluta, al margen de la naturaleza. El placer es naturalmente positivo y la realización sexual un atributo y un derecho.

Después de estos planteamientos que venimos considerando de procedencia natural, es decir la sensualidad y la sexualidad, existen otras realidades las cuales se sitúan en el campo del amor. Como realidad social venimos observando las diversas opciones amatorias, formales, legales, de hecho, o de derecho. Pero siempre contemplando dos sujetos como únicos protagonistas. No obstante, la realidad nos dice que hay quien ha tratado de darse respuesta a la cuestión de tres protagonistas en el juego amoroso, no solamente de forma esporádica, sino establecido que no formalizado de derecho, en una opción de convivencia. Esta práctica minoritaria e innegable en nuestros días, rompe más si cabe el paradigma ancestral. Los hay que lo consideran contra la naturaleza y sus defensores, determinan que es una opción como las demás. Cuando las encuestas que estudian todas estas cuestiones que venimos tratando muy someramente en este breve ensayo, hacen preguntas secretas, espontaneas y libres, todas las opciones naturales posibles salen a la superficie con todos sus matices. Es el bagaje cultural el que encorseta los hábitos y costumbres en lo tradicionalmente admitido como único natural y bueno. Pero nada tiene que ver con que esa estructura sea granítica y eterna. Hay libros que han profundizado en estas fórmulas de convivencia basadas en una relación íntima amorosa con tres personas de diferente género, libre, sincera, simultánea, estable y sexual. Donde siempre está presente el consentimiento de todos los integrantes de la unidad amorosa. Estos libros son: El mito de la monogamia. Siglo XXI. Madrid, 2003. Por David Barash y Judith Lipton. O también, Promiscuidad. Editorial Laetoli. Pamplona, 2007.

Aunque este breve ensayo se quede corto a la hora de abarcar la magnitud de la grandeza de la sensualidad y sexualidad humanas, no podemos ignorar las opciones llamadas aberrantes: El triángulo sexual formado por tres personas combinando todas las posibilidades de género, es evidente que no corresponde a ningún estatus social formalizado, pero es una prueba de que existe este tipo de relaciones sexuales. Son opciones libres y privadas, no clandestinas porque quien las lleva a cabo no es reo de culpa. Cualquier práctica sexual por extrema que sea a los ojos de los demás, solamente si quebranta la ley o escandaliza a menores, constituyen una conducta punible. Avanzando hacia los extremos, también toman parte de la realidad las orgías y las bacanales, heredadas sobre todo de los romanos. Como hemos trazado anteriormente, si son privadas, libres y no se denigra a la persona, toman parte de la riqueza que ofrece la capacidad sexual del ser humano.

Antes de que la sociedad en su mayoría hubiera roto el paradigma, que atenazaba los usos y costumbres de índole sexual, se produjeron comportamientos sexuales transgresores del puritanismo imperante. En el ámbito privado se realizaban intercambio de pareja dentro del hábito heterosexual tradicional. Un encuentro que proporcionaba otras alternativas sexuales, eróticas y creativas. Serían pecados para la moral, pero no para el mundo laico.

Nos hacemos eco también de otra sensualidad mucho más sutil e imprecisa. Se trata de la atracción sentida no importa en qué género nos situemos, a la hora de manifestarnos mutuamente cariño, ternura, complicidad, amistad, hermandad, camaradería o compañerismo. En este campo la sensualidad, es decir la expresión espontánea de los sentimientos, está encorsetada en unas formas sociales tradicionalmente etiquetadas ausentes de expresividad. Aunque en los últimos años podemos observar una evolución manifiesta: los hombres y las mujeres se dan dos besos, aunque no sean familiares consanguíneos, y entre hombres se besan sin connotaciones homosexuales. Pero si rompemos el paradigma, rompámoslo en todas sus acepciones. Las muestras sensuales de cariño que se intercambian, por ejemplo, las mujeres entre sí, no se reproducen de forma análoga a la de los hombres. Habría que hacer una reflexión sobre, si el auto control que se imponen los hombres a la hora de manifestar las muestras de cariño o de ternura, obedece a reminiscencias del paradigma de antaño, o bien somos conscientes de que estamos reprimiendo nuestros sentimientos sensuales: abrazos, masajes entre hombres, aplicación mutua de crema solar, un sinfín de conductas que llevan consigo la amenaza de pasar por homosexuales. Advirtiendo, no obstante, que no hemos mencionado los órganos genitales ni las sensaciones sexuales. Además, estas sensaciones conscientes no entienden de género, son comunes al ser humano porque posee los mismos sentidos: ver, oler, gustar, oír y tocar. Para hombres y mujeres y entre hombres y entre mujeres. El resultado de la reflexión, quizás, nos anuncia que estamos renunciando a algo en aras de lo absurdo… Porque hemos atribuido, no solamente conductas de protocolo y cortesía superficial, sino que también hemos reprimido nuestros impulsos espontáneos que contienen sentimientos de alto contenido humanístico. No se trata de romper el paradigma de antaño y reemplazándolo por otro de hogaño. Con este planteamiento lo que se reclama es la espontaneidad emocional, al margen de la opción sexual.

La sensualidad y la sexualidad que es común a todos los mortales, aunque cada cual tenga su forma de vivirla y compartirla, al margen del paradigma. Paradigma que algunos autores reconocen que pesa como una losa sobre todo en las generaciones pretéritas. Aunque ahora tengamos la satisfacción de entregar otra realidad más humana a las generaciones venideras.

Este breve ensayo estaría mutilado si no dedicara unas líneas para aquellas personas que teniendo a su alcance una vida sensual y sexual, renuncian a ella y se consagran a la castidad, más aún a una virginidad perpetua. Hombres y mujeres, todos ellos consagrados a causas religiosas o laicas, bajo un rigor estoico. No es difícil tener la oportunidad de conocer de viva voz a personas que han hecho suya, también, esta realidad. Aunque hay teorías que mantienen que unos se hacen eunucos por voluntad propia y otros son eunucos por una causa transcendental, asistidos por una fuerza que les alivia la concupiscencia. Esta composición CONTEMPLACIÓN, pretendida como un poema, nos hace movernos en la línea divisoria entre el sentir y consentir… Entre la mística y la sexualidad…

LA CONTEMPLACIÓN

El ÉXTASIS DE SANTA TERESA

Gian Lorenzo Bernini

El verbo se ha clausurado,

el silencio se hace salmodia

y el trino de los vencejos,

interrumpe la madrugada.

Resaca de noches engolfadas

con las mieles del amado,

droga cotidiana de eunucos,

del infierno escapados…

¡Qué días preñados

de sol y luna!

¡De muerte y vida,

embriaguez y locura!

¡Oh! noches aladas,

colmadas de angélicos aquelarres.

Fiestas vividas en íntimas estancias,

llenas de inconfesables placeres;

sufriendo en las almas,

la divina ausencia.

Bendita incomunicación,

pórtico y flagelo de mi vida,

lecho mortuorio de mis sentidos.

¡No me pidas regresar

de esta locura…!

¡Me atrapó…!

Antes de nacer o antes de morir.

En la aurora o el ocaso.

Siempre o nunca.

¡Déjame que me abandone

en mi afán!

Hora tras hora.

Salmo a salmo,

hasta el final…

  1. A MODO DE EPÍLOGO

El código Da Vinci 2007

Salvo la trama de intriga y casi ciencia-ficción, la historia novelada de la obra El código Da Vinci, no presenta nada nuevo que no hayan planteado los historiadores y teólogos. Para acercarse a estos temas, es imprescindible que la fe y la razón estén, nítidamente separadas, cada una en el lugar que le corresponde.

La fe católica queda dogmáticamente definida en el Credo de todos conocido. Y se basa en los evangelios aceptados como escritos bajo la inspiración divina, es decir libros revelados por Dios escritos por hombres, testigos o no de la predicación de Cristo. El Nuevo Testamento, es el conjunto de libros y epístolas que contienen la verdad de Cristo. Sin embargo, cuando se aplican criterios históricos y se escudriñan otros testimonios que relatan el paso del hijo de María y José por la tierra, el rigor histórico no permite renunciar a rastro alguno, que pueda arrojar luz a los acontecimientos acaecidos acerca de la figura de Jesús de Nazaret. Me refiero a los llamados evangelios apócrifos y otros textos contemporáneos a éstos, en los primeros siglos de la Iglesia. La película resalta la figura de María Magdalena, como liberación de la mujer. Teólogos y escritores se están ocupando en estos tiempos de las relaciones de Cristo con las mujeres, sin perturbar la esencia del mensaje evangélico, recogido en los cuatro evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Otro tema que trata el libro en cuestión, es la irrupción del Emperador Constantino y el concilio de Nicea en el desarrollo de la Iglesia. Es un hecho histórico en el cual los cristianos dejan de ser perseguidos por los poderes romanos y aceptan de buen grado que la religión cristiana sea la religión que sustituye, de forma ambigua, las deidades paganas. La Iglesia abandona las catacumbas y toma parte del imperio. A través de la dudosa conversión del emperador, el cristianismo queda huérfano de la objetividad que emanaba de la doctrina predicada por Jesucristo. Hasta nuestros días, el pontífice y su corte, es decir el papa y la curia romana, constituyen el Gobierno de un imperio venido a menos y reducido a la Ciudad del Vaticano, pero las pompas, las ceremonias, los ornamentos, las vestimentas, son el vivo reflejo y la herencia de la Roma imperial.  El argumento de El código Da Vinci, refleja lo que ha sido la historia de cualquier imperio. Sus tiranías, grupos de presión, guerras intestinas, crímenes. Sus virtudes y perversiones. Todos los detalles y alusiones de la obra están llenos de verosimilitud. ¿Por qué el escándalo? La Historia con mayúscula nunca puede ser la base o la piedra angular de ninguna creencia religiosa. La fe es creer en virtud de una deidad, donde la razón tiene poca cabida. Si la Iglesia volviera a las raíces de la doctrina directamente predicada por Cristo, los cuatro evangelios, y no se hubiera otorgado la autoridad de reinterpretar su esencia a lo largo de veinte siglos, ahora, no tendría que apuntalar con mil argumentos ambiguos, esta enorme arquitectura de dudosa fidelidad a su origen. Comenzando por Pablo de Tarso, continuando por los padres de la Iglesia: Agustín, Anselmo y Jerónimo que impusieron un patriarcado; anulando el papel de las mujeres que el evangelio les había otorgado. La institución del papado dominando y manipulando las conciencias; arrogándose verdad e infalibilidad absolutas. La Inquisición, las corrupciones imperialistas, la reforma y contrarreforma como juegos de poder. Los grupos afines al monarca absoluto, como el Opus Dei y un sinfín de errores que nada tienen que ver con el cristianismo predicado y sí mucho con la frágil condición humana. Los creyentes sólo han sido testigos mudos y sometidos a la obediencia de un poder personal, que esclaviza y no libera.  La fe del cristiano no se debe de tambalear ni escandalizar por el contenido de la película, por mucho que se acerque o se aleje de la realidad. Los episodios de este relato ponen en evidencia toda la manipulación habida después de la doctrina emanada, directamente de Cristo. Gracias a los historiadores, arqueólogos, científicos y teólogos, brillará con más fuerza la fe de unos y la verdadera historia de la humanidad. Poner la razón al servicio de la fe y de la historia, al mismo tiempo, es una contradicción. La fe nos puede llevar a la salvación, pero la razón nos lleva a la verdad. Dos metas bien diferentes.

  

  1. BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

  (1) Miguel de Unamuno, MI RELIGIÓN. BIBLIOTECA VIRTUAL UNIVERSAL

Enlace: http://www.biblioteca.org.ar/libros/265.pdf

(2) LECTURAS DE ORO

https://drive.google.com/file/d/1SpIbMV0kCTwyafLXfYLwHcUaFnV18tuK/view?usp=sharing

 (3) Nicolás Maquiavelo. EL PRÍNCIPE. ESPASA CALPE

Enlace:

http://www.ataun.eus/bibliotecagratuita/Cl%C3%A1sicos%20en%20Espa%C3%B1ol/Nicol%C3%A1s%20Maquiavelo/El%20pr%C3%ADncipe.pdf

(4) EL DIARIO.ES

https://www.eldiario.es/politica/Adolfo-Suarez-referendum-monarquia-encuestas_0_581642259.html

(5) LOS PRÍNCIPES SE AYUDAN

https://www.facebook.com/UnPaisModerno/videos/259162251464372/UzpfSTEwMDAxNjg3ODM2OTcwNTozOTg2OTE4ODA3MDM0MjE/

Otros libros sin referencia concreta:

Platón. APOLOGÍA DE SÓCRATES. CRIPTÓN O EL DEBER DEL CIUDADANO. Madrid, 15ª Edición 1985. COLECCIÓN AUSTRAL. ESPASA CALPE.

Rafael Gambra. HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFIA. Rialp, 1970. 5ª Edición.

Johannes Hirschberger. HISTORIA DE LA FOLOSOFÍA. Barcelona, Herder, 1977. 9ª Edición.

Enlace con el PDF:

https://drive.google.com/file/d/1KH6gbLyY_-6WeXa7epnYVGiuMUobGHI6/view?usp=sharing

Este trabajo obtuvo una calificación de MATRÍCULA DE HONOR

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CulturaEspaña

Periodista y amante del relato corto y del ensayo. Como escribía Unamuno: "Mi religión es buscar la verdad en la vida y la vida en la verdad" Condeno con todas mis fuerzas el genocidio franquista desde 1936 a 1975.

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