El diccionario político de mis valores republicanos
La moderación, la estabilidad y la centralidad que preconiza Rajoy, el heredero legítimo de Franco, Fraga y Aznar, constituyen crímenes legales camuflados para engañar al pueblo.
Soy intransigente con la mentira de cualquier político pero no soporto a estos farsantes de Partido Popular, cuando se burlan de los asesinatos cometidos por los suyos, cuando nuestros familiares están en las fosas comunes sin identificación. Eso es incitación al odio.
Sí, soy radical porque es imprescindible llegar a la raíz de los problemas. Y para atajar los problemas de los más débiles es preciso arrancar el poder de las manos de la derecha; rompiendo la moderación, desestabilizando la centralidad hacia la izquierda más radical. Que no terrorista ni violenta.
También soy extremista, porque Rajoy empujado por la Oligarquía de siempre, nos ha llevado al otro extremo. Donde se encuentra la pobreza, la desigualdad, el hambre, la enfermedad y la muerte.
Por supuesto que soy populista. No doy a este nombre un sentido peyorativo, similar a demagogia y anti sistema. No. Populismo es la tendencia política que pretende atraerse a las clases populares. Pero no con el engaño porque la justicia social no puede ser una quimera o una entelequia en el siglo XXI.
Tenaz porque no me cansaré de denunciar que la Transición no consiguió la reconciliación entre los españoles. Después de un enfrentamiento fratricida y un genocidio, programado desde antes del 18 de julio 1936, el franquismo ha quedado impune. Léase los Autos de Juez Baltasar Garzón.
Soy un rebelde ante el mantenimiento del nacionalcatolicismo. Hay que denunciar los Acuerdos con la Santa Sede, para acabar con esta farsa del Estado aconfesional, cuando de hecho sigue vigente el maridaje Iglesia Estado y la Santa Alianza Trono Altar. Es humillante que los Reyes de España, inclinen su cabeza ante un cardenal u obispo de la Iglesia. Y mantengan privilegios por haber sido cómplices criminales del genocidio franquista.
Me considero un empecinado de la libertad sexual. El derecho que todo ser humano tiene a realizarse sexualmente con absoluta libertad. La obligación del Estado para que sus ciudadanos sean, también, en este campo plenamente felices y responsables. Derecho a la educación sexual desde la más tierna infancia. Una realización sexual en la intimidad y compartida con el otro, sea del sexo que sea. Valores positivos basados en la igualdad, la libertad, el respeto y la prevención para contraer cualquier enfermedad.
La realización sexual debe establecerse a través de la socialización de las personas según sus etapas: infancia, adolescencia, pubertad, juventud y senectud. Las relaciones sexuales y el uso de preservativos. El control de la natalidad. Los derechos y deberes de los miembros de una pareja. La responsabilidad contraída ante la sexualidad. Tipos de relaciones y tipos de parejas. Y educar no solamente en la sexualidad, sino en los tipos de familia. Esta educación corresponde a un país laico. La familia en la privacidad del hogar, puede aclarar que estas relaciones vistas a través del prisma religioso pueden evitarse pero NO ignorarse.
El Estado es responsable de la felicidad de los ciudadanos, pero como si Dios no existiera. El respeto a las creencias religiosas solamente tiene el límite establecido por la Constitución. El derecho a la educación religiosa debe de salir del currículum académico. Un estudiante sobre todo si aún es un niño no se le puede someter al conflicto entre la fe y la razón. Y por último la segregación por sexo que la Iglesia hace en sus colegios concertados, es un crimen contra el desarrollo normal de la socialización del niño.
Los políticos conocen todos estos problemas pero se deben a sus votantes. La Transición fue una farsa y todos lo sabemos. Y los ciudadanos que votan a los partidos corruptos, también lo saben y se hacen cómplices porque su afinidad ideológica así se lo aconseja. Ni lo políticos del Régimen del 78 y tampoco los votantes de los corruptos, son dignos de respeto porque han engañado al pueblo.