Estamos ante aguas estancadas que, de por sí, se pudren. Desde el pasado diciembre hasta día de hoy, poco se han oxigenado las posturas. Rajoy, aupado por la victoria electoral, quiere ser presidente y Sánchez, él sabrá por qué, no está dispuesto a que lo sea. Los partidos que respaldan a ambos están públicamente chitín, el tiempo corre y la situación no parece tener salida.
Incluso a los ojos de sus socios de investidura, Ciudadanos, Rajoy sobra desde diciembre. El PP, enrocado en mantener a su líder, no reacciona a pesar de que casi nadie duda que, con otro candidato, mejoraría claramente el resultado y, sobre todo, desaparecería la argumentación que impide su investidura.
Lo de Sánchez clama al cielo. Con motivos más que patéticos, la corrupción del PP y los recortes, olvidándose del tufazo de la época felipista y de las trapacerías en la Andalucía socialista, amen de los recortes zapateriles que machacaron a los funcionarios y a los jubilados, niega a Rajoy el pan y la sal y la mesa y la entrada al restaurante.
No entiendo nada. Cuando un problema no se resuelve y se enquista, hay que cambiar a los que deben solucionarlo. ¿Duda alguien que sobra necesariamente Pedro Sánchez? ¿Podría ser conveniente, ya puestos, que también se apartara Rajoy para así hacer borrón y cuenta nueva y empezar en serio? ¿Alguien me lo explica?