Luis Taracena
Boxeador
SESIÓN FOTOGRÁFICA ATÍPICA
Por Pedro Taracena Gil
El retrato es la faceta más humana de la fotografía. No en balde se comenzó, valiéndose de una cámara fotográfica, haciendo las primeras fotografías a las personas. El retrato así entendido nada tiene que ver con las leyes mercantilistas que imperar en el mundo del Marketing y la Publicidad. En los estudios fotográficos se trabaja con personas que se ocultan detrás de una máscara y un disfraz. El retrato que se persigue en una sesión fotográfica amateur, es decir, realizada por un fotógrafo amante del retrato, es capturar las imágenes más realistas del modelo, bien sea mujer u hombre. Una sesión donde es imperativo crear un clima de confianza y complicidad entre quien retrata y el retratado. Rompiendo con el paradigma de que el rol de fotógrafo era atribuido a los hombres y el rol de modelo a las mujeres. Aunque esta discriminación está evolucionando aún permanecen estos esquemas de manifiesta desigualdad. El tópico se consuma en nuestros días cuando en el currículum de un curso de fotografía, se incluye fotografiar el desnudo. La inercia se hace presente cuando son siempre las mujeres las que se desnudan como única respuesta didáctica y pedagógica. A lo largo de este breve ensayo utilizaremos el genérico de fotógrafo y modelo, utilizando la licencia que nos otorga la gramática, pero con la voluntad inequívoca de referirnos al fotógrafo y la fotógrafa. Y de igual manera al modelo y la modelo indistintamente.
El montaje de una sesión fotográfica amateur debe alcanzar como único objetivo el obtener el mejor de los retratos. Es algo muy serio, aunque su realización sea amena y divertida. La imagen personal es sagrada y no se puede contravenir la voluntad de la persona retratada y mucho menos utilizarla para el mercantilismo criminal y el chantaje. En este breve ensayo no me ocuparé del atrezo, de la iluminación, de las puestas en escena en interiores y exteriores; dejando para el modelo o la modelo el vestuario. Aunque sí es preciso hacer hincapié en el clima de confianza y de complicidad necesarios para captar la imagen más sosegada y expresiva.
Lejos de huir de tópicos como el narcisismo, el exhibicionismo o el voyerismo, me permito traerlos a esta sesión de fotografía, precedidos por el signo más (+). Es decir, como valores positivos ausentes de prejuicios y complejos, mientras un facultativo no defina estas emociones o comportamientos como patológicos. Una sesión fotográfica debe conjugar todos los recursos a su alcance, para potenciar y elevar la autoestima del modelo si fuera preciso.
La primera lección que se puede obtener de la fiebre del selfie, es la necesidad que muchos tenemos de hacernos autorretratos. Las Redes Sociales están llenas de retratos realizados sin otra ayuda que las acrobacias que en ocasiones hay que hacer para hacerse un selfie. Estas personas están ávidas de que alguien les preste su mirada y sus manos para hacerse el retrato más deseado y la toma más difícil. Tranquilamente y concentrado en la pose más deseada y oportuna.
Quien retrata debe concertar con el retratado que, a través de las diferentes secuencias, ambos van en busca del Narciso que todos llevamos dentro. Sin consideraciones cualitativas. El grado de narcisismo tiene relación con el nivel de autoestima. En la medida que cada persona se reconozca, se admita y se quiera, dejará que los demás se acerquen y le muestren su aceptación y cariño.
Otro aspecto sobre la imagen personal es el exhibicionismo. En general en mayor o menor medida todos deseamos ser admirados. Nos aseamos y arreglamos porque deseamos caer bien a los demás. El exhibicionismo es patológico cuando el público objetivo que se elige no comparte el mismo espacio de privacidad, oportunidad, respeto y libertad. Pero mirarse al espejo para contemplar su alter ego, es positivo y estimulante para nuestra autoaceptación.
El voyerismo, más conocido en nuestro idioma tradicional como el mirón, tampoco en sí mismo es negativo. Del mismo modo que nos gusta ser admirados, también nos gusta mirar y admirar lo agradable de las imágenes que se nos presentan ante nuestra presencia. Es evidente que si el conseguir mirar a otra persona sus encantos personales, violando su privacidad y forzando una rendija por donde entra nuestra curiosidad, es verdad que también nos acompaña un comportamiento sino patológico de entrada poco ético. Pero reconocer al Narciso que a todos nos acompaña en nuestra vida, exhibir con toda naturalidad nuestros encantos, y mirar compartiendo los encantos de los otros, en régimen de igualdad, es natural y saludable.
Para que el reportaje resulte completo el modelo debe hacerse todas las fotos que con total libertad decida, y después realizar un discernimiento de con quien compartirá tales o cuales fotos. El nivel de privacidad lo acota la persona retratada, aunque haya permitido al fotógrafo hacer un reportaje total y sin censura previa.
EL DESNUDO
Hacer un reportaje donde se incluya el desnudo, solamente se obtiene después de haber creado un clima de confianza, libertad, respeto y complicidad. El retratista debe utilizar todos los recursos posibles para cubrir la desnudez del modelo, que se ve herido por la agresividad del objetivo, auténtico ladrón de sus imágenes más íntimas.
Para conseguir la confianza y la seguridad tanto en el proceso como en el resultado final, es aconsejable ofrecer al retratado dos alternativas. Que el fotógrafo utilice la cámara del modelo y que ambos compartan la desnudez durante el desarrollo de la sesión. Concordancia donde es preciso conjugar el grado de complejos y prejuicios que ambos están dispuestos a compartir.
EL AGUA
Las secuencias de la sesión deben de seguir un proceso que vaya disipando tensiones y sosegando el estado de ánimo y de implicación por parte de ambos. Si desde el principio se aborda el desnudo como parte del reportaje, las primeras tomas deben de ser cobijando al modelo bajo el agua. Así los primeros planos del rostro evitan el rigor de la novedad. Bajo el agua la toma puede ser desnudo, semidesnudo o vestido con ropa que al mojarse traslucen el cuerpo marcando sus diversas formas.
EL ÓLEO
Una vez concluido el baño, el modelo podría ser estimulado con algún aceite aromático con un ejercicio de reconocimiento que aumentara su auto estima. No se trataría de un masaje terapéutico. Habría que considerarlo como las caricias que el alfarero utiliza para modelar sus orzas y jofainas. El retratado con un antifaz se concentraría en ese mismo modelaje interiorizándolo en su propio cuerpo. El fotógrafo evitaría cualquier molestia que sus manos pudieran ocasionar al modelo. Ya sin antifaz se abordarían todas las tomas del desnudo. En la medida que el modelo vaya contagiándose del ambiente propiciado, el fotógrafo captará las expresiones de su rostro estimulando todo aquello que le advierta de que sus gestos obedecen a su mayor naturalidad. Una música relajante y una continua y desenfadada conversación favorecerán el desarrollo de la sesión.
SENSUALIDAD, SEXUALIDAD, EROTISMO…
Antes de pasar al apartado correspondiente al vestuario elegido por el modelo, es preciso hacer una anotación para que esta sesión dé muestras de atípica, si hasta ahora no había dado muestras de ello. La concordancia entre el hacedor del reportaje y el retratado puede haber creado una dinámica que se desarrolle en varios niveles: Planos donde se evidencie una sensualidad natural. Enriquecerse con una remarcada sexualidad. También el reportaje podrís marcar de forma más acusada una variante erótica y hasta una explícita pornografía. Las líneas divisorias de estas secuencias son totalmente subjetivas y es el modelo quien marcará la línea de privacidad y los espacios para compartir, puesto que él se queda con su cámara y sus fotos.
PRIMEROS PLANOS
Es preciso remarcar que los primeros planos del rostro deben de tonarse al final, porque es el momento en que el modelo está más identificado con el fotógrafo y establecen una gran diferencia con las fotos que se realizan al comienzo de la sesión.
VALORACIÓN FINAL
Una sesión fotográfica planteada con estas líneas generales, tiene más de terapia de autoestima y autorreconocimiento que un simple álbum de fotos. En los años en que fui miembro de la Real Sociedad Fotográfica tuve la oportunidad de encontrar maestros del retrato que montaron cursos y sesiones con un objetivo psicológico más que fotográfico. El título de uno de esos cursos era así de ilustrativo: DEL RETRATO AL AUTORRETRATO.
En mi experiencia como retratista he tenido la oportunidad de conocer en persona de carne y hueso a varios Narcisos, es decir, a modelos narcisistas confesos. También a exhibicionistas sin perder la inocencia natural cargada de positivas intenciones. Y sobre todo puedo constatar que las personas que dan el primer paso para hacer el camino DEL RETRATO AL AUTORETRATO, este recorrido no tiene retorno.
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