Ya se que lo políticamente correcto, después del fallecimiento de Rita Barberá, es decir que en caliente no es bueno plantearse según que cuestiones, y que ya llegará el día en que tranquilamente examinemos que ha pasado, e intentemos poner medidas para que un hecho como estos no vuelva a ocurrir. De esta manera, y dado que hechos lamentables ocurren continuamente, nunca más revisaremos el tema y así no cambiaremos nada nunca jamás. No me apunto a este planteamiento. Justo ahora es cuando conviene analizar las conductas que pueden haber propiciado este luctuoso acontecimiento.
No hay excusas. Los comportamientos miserables que han roto el corazón de Rita, a mi entender, son: la pena del telediario, el rechazo de los suyos, la cacería de los adversarios políticos y el linchamiento de muchos medios de comunicación. Ninguno de los que han tenido estos comportamientos: espectadores, compañeros de partido, adversarios políticos y periodistas tiene excusa ni argumentos para haber actuado inquisitorialmente transformando la presunción de inocencia en culpabilidad preventiva, yendo a la cacería y a la aniquilación, política y personal, de aquella que electoralmente o ideológicamente les daba sopas con honda.
Informar es una cosa, condenar es otra. Informar es una cosa, acosar es otra. Informar es una cosa, forzar noticias en contra es otra. La libertad de expresión no es denigrar a las personas, ni insultarlas, ni condenarlas de antemano, ni pisarlas, ni descojonarse de ellas, ni ridiculizarlas en cuestiones personales. Todos los que han obrado de mala fe, lo saben y saben distinguir perfectamente lo que es pensar distinto e informar de hechos, de lo que es participar en una cacería.
No entiendo nada. Mira que es fácil actuar democrática y decentemente, ¿no saben que basta con criticar las opiniones y los comportamientos pero nunca a la persona? ¿Alguien me lo explica?