Una tarde, ya lejos en el tiempo, mientras me dirigía en tren a la ciudad de Nueva York desde Long Island, donde el afamado escritor F. Scott Fitzgeral baso su magistral obra “El Gran Gatsby”, me percato, que la señal horaria de mi reloj de bolsillo marcaba las 10 de la noche, entonces sentado cómodamente en el asiento aterciopelado de color granate, con mi traje, corbata y gabardina gris, dejo el periódico y empiezo a pensar en el significado de Estados Unidos para el resto del mundo. El tren se deslizaba lentamente hacia adelante con un ronco murmullo, dejando estación tras estación atrás hasta llegar a Penny Station en Manhattan.
Vivía en la calle 43 con la quinta avenida, justo, al lado de una librería pintoresca con aroma a París, pero cuyo nombre no logro acordarme. Aun así, recuerdo con gratitud, que en la entrada había una figura de cartón del capitán Kirk, de la nave estelar Enterprise, como reclamo para la venta de libros. La verdad, en Europa hubiese sido algo bastante original, pero en Estados Unidos, en especial en la gran manzana, era algo habitual ver este tipo de carteles en las entradas de, no solo de las librerías, sino de cualquier comercio.
Años después y en la distancia, sigo reflexionando sobre ello, esta vez en un tren diferente, un MD, (Un Media Distancia con dirección, Figueres-Barcelona) en este caso para comprar un libro, aunque esta vez no huele a París, pero si a libro viejo, a Catedral del Mar, a chocolate negro, a flores, con la peculiaridad recurrente de que en estos tiempos hay una conspiración egoísta y global para destruir el dominio norteamericano en el planeta. Que el sentimiento antiestadounidense está aumentando en el globo terráqueo, es una evidencia, en Europa es algo que hace décadas que lo estamos sufriendo, pero no por ser evidente es cierto que la corriente social y comunicativa tenga razón. La mayoría piensa que el expresidente Donald Trump es mezquino, ignorante, y ofensivo hasta la saciedad. Los críticos desprecian su visión del mundo, ¡América First! pero poner toda la vista en este hombre es simplista y superficial. La verdad es que hay un poder mucho más malvado y perverso detrás del odio que encierra todo este antinorteamericanismo. Otro dato evidente para los que somos conservadores es que, si Donald Trump no vuelve a gobernar en las elecciones del 2024, (esperemos que lo haga, o que al menos ganen los republicanos) el globalismo con los demócratas a la cabeza en la Casa Blanca, tendrán carta libre para poder establecer el tan deseado nuevo orden mundial. Entonces sí, habrá motivos para blasfemar contra una nación que ha dado la espalda a sus principios y raíces fundacionales, algo que ya está pasando con Biden. Por otro lado, tenemos a China, desacreditando con sus partidas de ajedrez sutiles para descompensar a un más si cabe a una Europa débil y a la deriva. Lo de Rusia es otro cantar, en este caso, Biden a fomentado una indiscriminada guerra, y Europa arrastrada por la Casa Blanca, no ha sabido nunca jugar sus cartas.
Por otro lado, la ONU, una mancomunidad de países que está intentando aprobar su legislación mundial a favor del aborto, convirtiéndose en asesinos en masa, y la OMS, una organización de desinformación encubierta, mientras siguen con su agenda al mando de los globalizadores.
Mientras el tren continúa su deslizar sobre los rieles y mi rostro se refleja en el cristal mientras me arreglo la corbata, me doy cuenta de que caminamos sobre tierras movedizas dispuestas a tragarnos al más mínimo esfuerzo por seguir manteniéndonos a flote.
La verdad sea dicha, Donald Trump no será del agrado de muchos conservadores occidentales, en especial para los europeos, pero aun así es la mejor baza que tenemos en un mundo donde el castillo de naipes tradicional está desmoronándose día tras día, y el único que puede, si no es tarde de trazar una línea de comunicación con Putin. Pura locura política es la que vivimos, pero contra el relativismo moral, el autoritarismo pseudocomunista con sus planteamientos anticristianos, debemos estar dispuestos a apoyar las políticas conservadoras de los valores judeocristianos, por encima de los personajes públicos y su personalidad.
Podemos decir que los demócratas con sus políticas ideológicas de fronteras abiertas, globalismo devastó a los trabajadores y al sueño americano, a la vez que ha ido minando la confianza de sus socios y realzando el antinorteaméricanismo. Por otro lado, dar la espalda a Trump seria como dejar las puertas abiertas para destruir a los padres fundadores, pero, no solo de los Estados Unidos, sino muy posiblemente de la deconstrucción identitaria occidental para llevarnos a una mancomunidad de naciones abortistas y de políticas neoliberales. Por otro lado, el protestantismo evangélico lo apoya indiscutiblemente, a pesar de sus formas y devaneos constantes, frente a un partido demócrata abiertamente anticristiano. Trump ha hecho más por el movimiento evangélico que cualquier otro presidente desde la época de Ronald Reagan. El cristianismo no debe apoyar a persona alguna, ni llevarlo en su dorsal, sino sus políticas, como ejemplo: Bill Clinton, quien fue acusado de violación, algo mucho peor de lo que acusaron a Trump, recibió también un gran apoyo del movimiento evangélico. Los evangélicos estaban apoyando los esfuerzos de Bill Clinton a favor de la fe y a la vez condenando sus actos personales que no se alineaban con los valores bíblicos. Por lo tanto, apoyamos las políticas de Trump: Si a la identidad cristiana occidental, no a la migración descontrolada, no al libertinaje donde todo vale, no al aborto, no al LGTBI, (movimiento contra natura).
Por lo tanto, debemos estar firmes con las líneas generales de una agenda que va mucho más allá de la personalidad de un solo hombre.
El tren llega a su parada final y con ella, el final de mi recuerdo Neoyorkino, y también la compra de mi libro, A political Philosophy de Roger Scrutton. Como dice en su libro:
“El conservador sabe que su lucha contra el caos está condenada a fracasar finalmente frente a la segunda ley de la termodinámica: «La entropía siempre crece, y todo sistema, todo organismo, todo orden espontáneo sucumbirá tarde o temprano al caos. Sin embargo, aunque eso sea cierto, no por ello el conservadurismo es un empeño vano en cuanto práctica política, igual que la medicina no es fútil simplemente porque ‘a largo plazo, todos muertos”.