Hace ya años, Rajoy, se catalogó como el ‘previsible’. Menos mal. Será que yo no soy capaz de concluir nada porque, para mi, previsible no lo ha sido. También es verdad que, en mi trabajo, la bola de cristal de la predicción del futuro, sobra. No estoy aquí para preveer que pasará sino, más bien, para analizar lo que pasa y, en todo caso, concluir que va a ocurrir si los que mandan hacen una determinada cosa o su contraria.
Rajoy ya es presidente del Gobierno y no presidente en funciones. Ahora debe nombrar a su equipo y, sobre esto, me sobran las quinielas y cabalas. Nombrará al que quiera según lo que pretenda hacer. Lo que me cuesta entender es por qué, una vez más, tardará tanto. Espero que no cree más ministerios, porque la razón de abaratar el coste de la gobernanza sigue siendo vigente. Ponga a quien ponga tendrá que negociar con los otros o bien no legislar casi nada.
Rajoy puede dedicarse a salvar al PSOE o a hundirlo definitivamente. Es evidente que el miedo a Podemos le da votos y que la existencia del propio conglomerado de Pablo Iglesias hace que los socialistas estén nerviosos y cometan errores de bulto. Podría aliarse, en discreto, con el PSOE para postergar a Podemos al ostracismo, pero también puede, de facto, compadrear con Podemos para mantener el PSOE a ralla.
No entiendo nada. Si hacemos de la necesidad virtud, es un buen momento para, entre los tres partidos constitucionalistas, modernizar y normalizar España. ¿Sabrán pensar en el bien común o, como nos tienen acostumbrados, solo pensarán en caer en gracia? ¿Alguien me lo explica?