Se ha puesto de moda la política de las sentencias breves, secas y cortantes y así del “no, es no”, del ya acabado Pedro Sánchez, pasamos al “referéndum o referéndum” de el tal Carles. Es curioso que todos los que pregonan su compromiso con el dialogo y con la gente, tachando a los demás de dogmáticos y cerriles, sentencian sus máximas sin opción a discutir nada. Para estos demócratas de boquilla las cosas no sin siquiera en blanco o negro, sin el matiz de los grises que son muchos, sino que se quedan en un color, blanco o negro, y ahí se plantan.
Puigdemont ahora ha puesto fechas en su disparata ‘hoja de ruta’ que no puede llevar a nada más que a la frustración colectiva. Se compromete a tener en junio de 2017 las estructuras necesarias para “poder actuar como un Estado y podernos integrar en la UE y en la comunidad internacional” y a realizar, en septiembre del mismo año, el referéndum, “pactado con el Estado” o no. Habla de un transito tranquilo entre la potsautonomía y la preindependencia.
La verdad es que oyéndole, sobre todo si no hay réplica, hasta parece posible semejante desatino. Si uno se sumerge en el mundillo del independentismo, que puebla todas las tertulias y comentarios en los medios de comunicación catalanes donde discuten de como serán hasta las farolas de su nueva Arcadia independiente, hasta se lo cree.
No entiendo nada. ¿Dónde están las voces claras y altas de los que saben que esta independencia es, a todas luces, imposible? ¿Alguien me lo explica?