Cuatro comicios autonómicos en cuatro años y un gobierno heterogeneo, cuyos apoyos van desde la burguesía más rancia hasta los anticapitalistas tribales, dan idea de una sociedad que ha pasado del oasis a las cataratas del Niagara. La Catalunya del seny, de la iniciativa y del trabajo ha pasado a ser la Catalunya del aquí no hay quien se aclare.
Puigdemont es Presidente porque la CUP canjeó la cabeza de Artur Mas, por un apoyo al gobierno que les llevaría hacia la independencia. La CUP pensó que dejar colgado a sus compañeros de ‘proces’ en la aprobación de los presupuestos podía quedarse solo en un signo de identidad de ácratas y poco más. Puigdemont, más serio de lo que esperaba yo, ha reaccionado como haríamos muchos, ha perdido la confianza en quienes se comprometieron y le han dejado en la estacada. Puigdemont valora por tanto la confianza y es por eso que, lejos de capear el temporal y seguir como si no pasara nada, se ha plantado y pide formalmente una ‘cuestión de confianza’. Le alabo el gesto a pesar de que sé que no podía convocar elecciones, sería una debacle y no tiene partido, pero podía continuar sin hacer nada como vienen haciendo los suyos desde hace tiempo.
La Catalunya dividida entre derecha e izquierda es contradictoria con la Catalunya dividida por la fiebre independentista y esto hace casi imposible una solución si nadie cambia de postura. Hasta ahora, el antiguo partido de Puigdemont aprobaba sus presupuestos gracias al PP, ahora, junto con Esquerra y enrocado en la independencia, ¿con quién los quiere aprobar?
No entiendo nada. Me gusta que Puigdemont valore en sus socios que sean de fiar, ¿se ha planteado él si es fiable para el resto? ¿Alguien me lo explica?