Han sido muy escasos los medios de comunicación españoles que han ofrecido alguna información sobre el viaje que una delegación del Ministerio de Economía, acompañada por representantes de ciertas poderosas empresas españolas a las que algún partido político tiene tanto que agradecer, ha realizado hasta Malabo; Capital de Guinea Ecuatorial. Esta visita, en realidad es el cumplimiento de una cancelación anterior unos meses atrás. Algún diario digital se atribuye el mérito de esa cancelación por haber publicado en su día los planes de viaje de esta delegación, y posiblemente sea un mérito cierto; pero, en cualquier caso, el secretismo y la falta de información acerca de la relación estrecha de los sucesivos gobiernos españoles, y no pocos empresarios influyentes, con la tiranía guineana personificada en Obiang Nguema y su círculo de criminales resulta, cuando menos, llamativa.
Hagan ustedes una prueba. Pregunten a cualquier persona menor de 40 años qué sabe de Guinea Ecuatorial. La práctica totalidad contestara que “nada”. Porque en las generaciones educadas a golpe de televisión y videoconsola lo que no aparece en una pantalla no existe. Y ya habrán reparado ustedes que Guinea Ecuatorial nunca es noticia en España, a pesar de que si en nuestro país hubiera un número significativo de periodistas de investigación independientes, tendrían donde rascar para escribir varias trilogías.
Guinea es uno de los países más pequeños de África, localizado en la franja central atlántica y que actualmente cuenta con poco más de 1.220.000 habitantes. Uno de sus idiomas oficiales es el español, y dejó de ser colonia de España en 1968. Si solo habláramos de estadísticas, encontraríamos que es uno de los países africanos con mayor PIB per cápita; sin embargo, está considerado como uno de los más desiguales del mundo. Mientras existen unas pocas grandísimas fortunas de algunas familias guineanas y poderes extranjeros radicados allí, algo más del 70 por ciento de la población sobrevive con un dólar por día. Vemos pues que, siendo un país rico en algunas materias primas y estando el poder detentado por un déspota apoyado por una casta política corrupta, una buena parte del ejército que, como sucede en otros países en condiciones similares por todo el mundo, disfruta de un poder que llega más allá de lo estrictamente militar, y una serie de intereses extranjeros que apoyan al tirano a cambio de jugosas ventajas comerciales, el control absoluto de la nación guineana no depende de vicisitudes democráticas ni de ninguna alternancia real en el poder fruto de votaciones transparentes. El control absoluto de Guinea está en manos de Obiang Nguema desde que llegó a la presidencia en 1979 mediante un golpe de estado contra el gobierno presidido por su tío, Francisco Macías Nguema.
Desde entonces diferentes potencias extranjeras aliadas del tirano han extraído, mediante convenios con el gobierno guineano de los que apenas se beneficia la población, petróleo y otras materias primas muy solicitadas. Por poner solo un ejemplo, Estados Unidos cuenta con varias compañías destacadas en la región para explotación de recursos naturales. El pueblo guineano pasa necesidad y hambre, pero el dinero corre por los despachos y ministerios como si de un casino de Montecarlo se tratara.
Guinea se halla en una situación geográfica estratégica muy interesante. El apoyo que recibe de Estados Unidos le permite hablar de igual a igual a los países cercanos con los que mantiene conflictos por intereses territoriales y jurisdiccionales. Nigeria y Gabón son sus tradicionales enemigos en estos asuntos, pero además, la enemistad de ciertos colectivos guineanos castellanohablantes contra los gaboneses francófonos es ya casi una tradición. Y es esa situación geográfica especial la que, desde hace muchos años, ha convertido a Guinea Ecuatorial en lugar de aprovisionamiento, descanso y partida de agentes de servicios secretos occidentales y unidades militares de operaciones especiales con misiones pendientes en países cercanos de una siempre conflictiva África Central.
Los intereses españoles en Guinea pasan por dos líneas que pueden discurrir paralelas en no pocas ocasiones. Una línea oficial y diplomática preferente respecto a otros países del área. De hecho. Guinea siempre ha tenido embajador y embajada españoles, cuando en la práctica totalidad del África Central lo mayoritario han sido los consulados. Una relación preferencial cuya característica más curiosa y desconocida por los contribuyentes españoles es la curiosa querencia de la que han hecho gala los gobiernos españoles, especialmente socialistas, por condonar deudas al gobierno guineano. Condonaciones de las que apenas existe información en España y de las que los partidos políticos españoles, sistemáticamente, han evitado pedir información. Es llamativo que Guinea, una de las potencias del África Subsahariana en extracción petrolífera, necesite periódicamente y en secreto que España le perdone su deuda sin que los gobiernos españoles ofrezcan una sola explicación. Tan llamativo como el silencio que los medios de comunicación guardan al respecto.
La línea paralela a la diplomática es la empresarial, tutelada en ocasiones por políticos y ex políticos de renombre que no pierden la ocasión de adjudicarse la suculenta mordida correspondiente por “facilitar gestiones” entre el gobierno ecuatoguineano de Obiang e intereses económicos españoles. Comisionistas del petróleo de renombre, agentes bancarios a la caza de operaciones y personajes por el estilo se dan cita en Malabo, la capital del país, y en Bata, la más poblada. Es en ésta última en la que, en ocasiones a espaldas del gobierno pero con conocimiento del tirano Obiang, donde se preparan algunos acuerdos económicos entre hombres de confianza del propio Obiang, empresarios y advenedizos españoles y otros políticos y empresarios de países con los que, oficialmente, España no tiene relaciones diplomáticas.
Existe una tercera línea paralela a las dos anteriores, más relacionada con intereses estratégicos militares. Si de Guinea ya se informa poco o prácticamente nada en España respecto a lo diplomático y lo económico, sobre esta tercera línea militar jamás se escribe ni se dice una sola palabra. Cierto es que la actividad española es ocasional en comparación con el movimiento de unidades especiales americanas y británicas. Y hasta sería comprensible si habláramos del secreto necesario para la seguridad de esas operaciones. Pero, al menos, los españoles a los que les interesa algo más que Gran Hermano y fútbol, tendrían derecho a conocer los cambalaches de algunas de las más de 130 fábricas españolas de armamento y equipamiento militar cuyas ventas a Guinea y otros países de la zona se realizan a salvo del ojo observador de las instituciones españolas, pero con el aplauso de paraísos fiscales caribeños y comisionistas españoles retirados previamente de la vida pública.
En esta semana que termina ni el Ministerio de Economía ni el Gobierno de España, ni nadie del cuerpo diplomático han admitido que este viaje se haya realizado; pero tampoco se han atrevido a negarlo. Siempre es más recomendable guardar silencio antes que contar una mentira que puede ser inmediatamente desmentida por cualquier medio de información no español y con contactos en el entramado corrupto de Guinea Ecuatorial. Y al tiempo que no existe información oficial o, como mucho, algún portavoz declara que no se informa de este viaje porque no es un asunto público, también se mantiene en secreto la lista de particulares que han acompañado a los delegados del Ministerio de Economía y qué intereses les han llevado a viajar hasta Centro África a costa del contribuyente. De este modo, también se evita que nadie informe sobre donde se alojan unos y otros, y de qué modo son agasajados una vez terminadas las negociaciones que les han llevado hasta Guinea Ecuatorial, el país donde una clase dominante nada en dinero mientras el pueblo bucea en miseria y carece de los derechos más elementales, lo que no parece ser obstáculo para que no pocos políticos progresistas españoles sean buenos amigos y colaboradores del régimen.