sábado, 30 de septiembre de 2017
DECLIVE DE PODEMOS Y DE LA SOCIALDEMOCRACIA
Que Podemos ha sido el mayor y más sorprendente revulsivo en nuestra arena política del último siglo es indubitable. Que ha guillotinado el clásico bipartidismo español, también. Pero su veloz de declive actual no debiera sorprendernos, puesto que desde su génesis este riesgo asomaba perfectamente predecible.
A tan complejo encaje ideológico, a la vergonzosa arribista multicefalia (cainitas antagonismos públicos), a su imperativo noviciado político (bisoñez institucional y por tanto inevitables errores de bulto), se han sumado la básica e imperdonable omisión de su cimentación programática, y últimamente el dramático e inquietante cisma catalán (que ha venido a distanciar aún más sus muy opuestas facciones, incrementando su desorientación política).
Toda ciudadanía necesita empero y al contrario, claridad y sencillez. Precisa conocer lo esencial y más destacado de cada programa partidista y sus fundamentales objetivos. Pero en su efectiva elección también prefiere arrimarse al más seguro abrigo, al calor de la Organización más avalada, al más respetado grupo, al más consolidado y creíble.
Hay muchos -como yo mismo- que nunca aceptaron esa sugerente e innovadora clasificación podemita: “vieja” y “nueva política”; como también discreparé de la supuesta obsolescencia de “la lucha de clases”, y de la caducidad de las “izquierdas y derechas políticas”. No obstante sí comprendí su pose pretendida, su indispensable demostración de modernidad y de “limpieza de sangre”, y su supuesto pulimento docente.
Sigo considerando, muy al contrario, que mientras sigan existiendo explotadores y explotados tales conceptos no solamente persistirán, sino que estaremos en la obligación de mantenerlos bien activos. La política, se vista como se vista, siempre será la misma; cambiarán los agentes y sus métodos (adaptabilidad), pero indefectiblemente se seguirán persiguiendo distintos respectivos afanes sociales y de clase, por muy globalizado hábitat social compartamos.
La multifactorial adición desencadenante del actual gradiente de Podemos me lleva a creer que a este Partido le falta músculo, que se sostiene por muy frágiles estructuras orgánicas, sujetas por verdaderos imperdibles, e inmerso en la gran nube de la especulación. Sinceramente le creo necesitado de otras más sólidas, fogueadas y enraizadas ramas que le fortalezcan y consoliden: ¿tal vez de la fracción socialista democrática? ¿acaso de una organizada “tercera vía?
Por otra parte, la convaleciente Socialdemocracia europea (que no el socialismo democrático) trata de superar, a marchas forzadas, sus muy graves dolencias -véanse últimas paradigmáticas elecciones continentales-.
La causalidad no se demuestra unigénica, pero sí paralela. Su pérdida clientelar, abochornante, parece de libro. Tanto coqueteo con el poder y subordinación a los mercados, tanta sumisión al austericidio neoliberal impuesto por la Troika, tanta tibieza opositora, nos han conducido a este desconsolador general presente.
Pero a pesar de ello, la incluso reciclada ciencia política persiste en asegurarnos que el socialismo, que no el Psoe, sigue siendo la única vía que posibilitaría la verdadera transformación social.
Enfrente a ese prometedor camino nos encontramos con el enemigo de siempre, con ese ciclópeo monstruo, magnífico, prepotente, experimentado y ciertamente poderoso; pero no por ello deberemos menospreciar a nuestra más convincente arma, blindada y acorazada: la razón… que es de nuestra exclusiva pertenencia.
Una conclusión que parece asumida por el espectro izquierdista de nuestro provincial ámbito es que, para vencer al pseudo democrático neoliberalismo que nos desgobierna se hace necesaria la coalición, frente amplio, o puntual y transitoria alianza de fuerzas, que suscriban un común programa de mínimos capaz de impulsar a la movilización electoral de una holgada y aplastante mayoría popular(lease derechas).
Muy ambicioso pero viable objetivo, en verdad. Este conocido proceso, sabido es, requeriría superar muy arduas dificultades fácticas; serían imprescindibles muchas renuncias egoístas (más aparentemente insalvables, dadas nuestras supuestas idiosincrásicas taras).
A pesar de todo, el peso de la realidad debiera persuadirnos de tan falsa premisa, nuestros consanguíneos y vecinos lusos nos lo están demostrando con su eficacia y pragmatismo actuales… por cierto, sigo nutriendo mi reiterativo sueño: la “Unidad Ibérica”.
En muy acelerada carrera hacia la protagonista ocupación de ese tan traído y llevado “tercer espacio” se encuentran, en este momento, diversos grupos con pretendido derecho de “pernada” y marchamo de denominación de origen.
De otra parte, aún compungida y penitente, encontramos a la pujante y renovada dirección del PSOE que trata de demostrarnos arrepentimiento y un rectificador reencauce ideológico y práctico. Que adjuran de su pretéritos “errores” (yo denominaría a algunos de ellos, traiciones), se condolecen de sus letales consecuencias y aseguran haber aprehendido tan dolorosas lecciones; que van cauterizando anteriores purulentas heridas y que tratan de enmendar su pernicioso pasado. Que están –ahora sí- dispuestos y abiertos a la negociación cuasi incondicional, sin pretensiones protagonistas, en abierta colaboración “interpares” y prometiendo un ilusionante horizonte. Sinceramente, cuesta creerles; el inexorable próximo futuro lo dilucidará.
A pesar de todo, lo seguro, lo incontrovertible, es que otros vientos orearán nuestro país a partir del 01/O; otro diferente devenir político se hará presente, otra realidad nos impondrá radicales cambios de comportamiento sociopolítico a los que convendrá adaptar soluciones distintas a las hasta ahora practicadas.
Es decir, que convendrá que tras esta incierta consulta secesionista, no pille “a pie cambiado” a esa izquierda española (como siempre tan disgregada) y que tanto seguimos necesitando. Que al día siguiente de ese inquietante trance sea capaz de sentarse, “a calzón bajado” a negociar desde cero. De otra manera perderá nuestro viejo y gran Pueblo y muchos quedaremos marginados en el camino.
(Daniel Fernández Abella)