MI OLOR A NAFTALINA
Pedro Taracena Gil
“La naftalina es el naftaleno que se emplea para desinfectar y para combatir a las polillas. El término procede del vocablo francés naphtaline. Se llama naftaleno, por otra parte, al hidrocarburo aromático resultante de la condensación de un par de anillos de benceno”.
En mi familia somos muy conservadores con los libros, cuadros, fotos, cerámica, regalos, recuerdos, etc. Nada que ver con el humanismo renacentista y los valores republicanos contenidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, que tradicionalmente hemos venido asumiendo desde los años 30 del siglo pasado. Rechazando todo conservadurismo de dictaduras y monarquías con maridajes Iglesia-Estado y Alianzas Trono-Altar.
Y como quien guarda halla, he encontrado el libro de poemas de María Ángeles Novella Viejo. Libro dedicado a mi padre en estos términos: “A Luis, al que espero poder leer pronto si continúa con esa ilusión poética, con todo cariño”.
28-II-86
Pero hojeando este libro observo que la pagina 49 esta señalizada con un billete de RENFE, de un viaje de Madrid a Yunquera de Henares el día 3 de septiembre de 1986. Esta página y la siguiente están ocupadas por el poema PAISAJE.
El aire castellano perfumado,
inundado de luz y de sosiego,
al cielo se levanta, como el ruego
del celtíbero austero y esforzado.
El conoció la gloria de una tierra
que dominó los mundos y la historia
y conserva celosa en la memoria
las figuras señeras de su guerra.
El lánguido sonar de las campanas
lo oyeron capitanes temerarios
y esos agrestes montes milenarios
que se tiñen de azul en las mañanas,
lo escucharon los místicos cantores,
viajeros de la estepa, los juglares
y los grandes poetas militares:
entre pluma y espada sus honores.
El pueblo se adormece junto al río.
Los trinos de mil pájaros resuenan
y con ecos de paz el aire llena
mientras se apaga el fuego del estío.
Las piedras del castillo centenario
con el sol de la tarde se iluminan.
Es de un regato el agua cristalina
espejo de dos chopos solitarios.
La solidez del puente desafía
al tiempo que transcurre sin mirarlo,
cuando el hombre se afana por pararlo,
en una vana lucha, día a día.
Un silencio dormido, grave y serio
parece eternizarse en los trigales
mientras vagan las sombras medievales
por el frío jardín del monasterio.
El título de este artículo me ha quitado el olor a naftalina y me ha empapado con el agua cristalina de estos versos, evocadores de las tierras del interior y las costas, lamidas por el azul del mar. Pero hoy he podido compartir con mi padre su viaje de la capital al pueblo, leyendo los versos que con su billete me había marcado.