«A Adolfo Suárez y a los líderes y militantes de Unión de Centro Democrático, quienes demostraron como construir una democracia en España. Su historia fue breve, pero gloriosa.”
Stanley G. Payne-Dedicatoria en “El colapso de la República”.
Este Artículo es continuación del publicado con el título “Memoria o Reconciliación Histórica (I): España (1898-1900-1975)”, en el que recordaba esta ley de Zapatero y ahora es su correligionario Pedro Sánchez quien promete de nuevo reabrir este frentismo que es inadmisible, inaceptable e incluso absurdo.
MEMORIA HISTÓRICA Y TRANSICIÓN POLÍTICA
En los casi cuarenta años de la Transición ya se repararon muchas injusticias, empezando por el reconocimiento salarial a militares profesionales del ejército republicano o sus viudas, iniciado por los gobiernos de Adolfo Suárez, que forman parte de un largo catálogo de reparaciones de tipo institucional, leyes aprobadas y publicadas en el BOE durante la democracia, con medidas a favor de las víctimas de la guerra civil y el franquismo, así como el Real Decreto de Amnistía de 1976 que promueve la “reconciliación de todos los miembros de la nación española”.
Pero también en lo personal, se han localizado cantidad de fosas comunes de ambos bandos y, los presumibles restos, han sido trasladados por los familiares donde les parecía más oportuno, todo ello, con el mayor respeto y sin rencores.
Se han eliminado multitud de símbolos franquistas y retirados doctorados “honoris causa” concedidos, aunque el régimen ya es historia, no deseable; se han escrito multitud de libros, tesis, artículos, se han realizado innumerables debates, películas y documentales…y se sigue investigando.
El revisionismo histórico está, según unos, mitigando la transmitida admiración por una República que supuso una inicial explosión de ilusiones, pronto frustradas, al no conseguir articular un proyecto político de amplio consenso ciudadano, que terminó en tragedia y, por parte de otros, justo lo contrario.
La “Ley de Memoria Histórica”, además de innecesaria pues cualquier nueva medida podía haberse aprobado como en años anteriores, no tiene ningún sentido planteada desde un poder que predica el talante y, mucho menos, como revanchismo de algunos significados grupos o políticos resentidos, minoritarios, cuando ya se había pactado olvidar uno de los períodos más frentistas y cruentos de España, pero no sólo del franquismo, aunque sea prioritario, sino también del fracaso de la IIª República y de la sangrienta Guerra Civil.
Según un conocido Alcalde “la redacción de la ley y, sobretodo el discurso político que la acompaña, intenta desautorizar a la generación de la transición política y reescribir lo que fue esa época, ofreciendo una mirada absolutamente improductiva hacia el pasado, en lugar de una convocatoria hacia el futuro”.
Decía Piqué, exlíder del PP catalán:”Zapatero se cree designado por la Historia para superar este período y abrir uno nuevo, que engarza la legitimidad democrática, no con el Pacto Constitucional del 78, sino con los vencidos de la guerra civil”.
Es muy duro, pero la IIª República es una prueba fallida en sus resultados que aboca al país a una guerra, tal vez evitable: decepcionados, se alejan de ella muchos de sus iniciales apoyos, tales como Ortega (“No es eso, no es eso”), Unamuno (cuyo féretro acabó siendo portado por falangistas), Madariaga (que siempre intentó negociar un tratado de paz), y tantos otros.
Zapatero debe ser un entusiasta de todo este período pero no muy ilustrado porque, respecto a sus correligionarios socialistas de entonces, debió detenerse mucho en Largo Caballero, Prieto y Negrín, y muy poco en otros, como uno de los más insignes y moderados, el Catedrático de Ética y Presidente de las Cortes, Julián Besteiro: ¿que pensaría éste de la Memoria Histórica? Le remitiría también a uno de los más notorios políticos republicanos de la derecha liberal, el tantos años Presidente Niceto Alcalá Zamora, con sus limitaciones y alguna desacertada decisión, pero con su sueño de la llamada Tercera España, tal vez una de las descritas por Paul Preston en su “Tres Españas del 36″.
RECONCILIACION HISTÓRICA
Yo propongo una “Ley para la RECONCILIACIÓN HISTÓRICA”, permanente, de encuentros no de enfrentamientos ni fobias ni resentimientos, de muy amplio consenso social y democrático, que deje el pasado a los historiadores y apueste por el futuro: es necesaria la reconciliación en forma de superación dialéctica.
En mi Artículo sobre el «Castillo de Naipes» considero esta irresponsable Ley como otro «naipe» cuya caída sería muy grave, pues supondría volver a enfrentamientos no deseables, tan provocativos como innecesarios: avancemos página política, que no histórico-intelectual sosegada.
PERSONAL
Soy hijo de Sargento 1º del Cuerpo de Carabineros de la Guardia Civil, un profesional quien en 1945, junto a otros muchos compañeros, fue “depurado” por “servicios prestados a los rojos”, mediante notificación escrita que aún conservo.
Murió en 1975, dos meses antes que Franco, con nostalgia pero sin rencor.
Puedo afirmar que suscribiría esta Reconciliación Histórica.