Conversación tranquila de @jmfrancas con Marcin Kazmierczak, licenciado en filología española por la universidad Jagellona de Cracovia, doctor en teoría de la literatura por la UAB, profesor de la UAO, durante 12 años vicerrector, actualmente director del Departamento de Educación y Humanidades. Investigador Principal del grupo consolidado reconocido por la Generalitat y financiado por Santander: Educación, Familia, Escuela Inclusiva. Trivium. https://blogs.uao.es/investigacion-trivium/
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JMF: ¿Llevas muchos años en España?
Marcin Kazmierczak: Llevo 20 años.
JMF: ¿Qué es la educación Inclusiva?
Marcin Kazmierczak: Primero lo que no es: meter a toda costa y en contra del sentido común a alumnos que no tienen de ninguna manera la posibilidad de seguir el ritmo de los demás, simplemente para poder sacar una foto bonita, pero generando una situación perjudicial para todos los implicados.
JMF: Justo lo que has dicho es lo que se hace en España…
Marcin Kazmierczak: Lo que sí, creemos que es educación inclusiva, es dotar a los alumnos de herramientas (hoy llamadas competencias, antaño, virtudes) para que sean capaces de hacer frente a diversos retos de la vida sin desanimarse ni echarse atrás. Por eso una de las competencias-virtudes fundamentales para nuestro grupo es la resiliencia. Una de las claves para que el alumno, incluso aquél que está atravesando alguna situación traumática, como la del divorcio de sus padres (en este momento 21 millones de niños en la UE., Véase informe sobre la evolución de la familia europea del instituto de política familiar) es la exigencia. Exigencia que brota precisamente del respeto y de la fe en las capacidades de superación del alumno. Esto, lógicamente, no va en detrimento de la intervención psicológica, etc. Siempre que sea necesario.
JMF: Lo que has definido como para no hacer es lo que se hace en España… la enseñanza ‘parking’ por edades, ¿no?
Marcin Kazmierczak: Sí, desgraciadamente parece que en el sistema español se han cometido y se siguen cometiendo muchos errores. Si no cómo se explica el fracaso escolar más alto en toda Europa, por encima del 30 por ciento. O sea un joven español sobre tres no es capaz de aprobar la ESO, teniendo en cuenta el nivel de exigencia que hace esta etapa ridículamente fácil. Esto en sí mismo es una catástrofe social y me sorprende que nadie clama al cielo, como si fuera algo perfectamente normal, o simplemente un problema más. Y es que es un problema fundamental para el futuro de la sociedad. El chico que no acaba la ESO está encaminado al fracaso vital (desempleo, pobreza, delincuencia, adicción, exclusión social) y si el tercio de la población está en esta situación ¿cómo vamos a convertirnos en una sociedad justa, equilibrada, y basada en el conocimiento? Si es que estos chicos en la mayoría de los casos no saben leer y escribir bien o, en todo caso, no entienden lo que leen, de ahí que fracasan en todas las áreas de conocimiento, ya que a todas se accede básicamente a través del uso competente del lenguaje, especialmente del lenguaje escrito. Por cierto, que conste que no digo esto desde una crítica displicente o desde el desprecio, sino porque llevo 20 años en España, he sido acogido con un cariño y respeto inigualables y me siento cada vez más español. Por eso, por echar mano de una gran cita, «me duele España» y muy especialmente aquello que podríamos llamar el alma de España, es decir su sistema de educación
JMF: ¿Qué es ‘resiliencia’?
Marcin Kazmierczak: La resiliencia es la capacidad de sobreponerse a contrariedades y traumas, a veces muy graves, sin perder la capacidad de proyectarse en el futuro, manteniendo la integridad y dignidad personal y aún, en muchos casos, alcanzando un nivel superior de capacidad de liderazgo e influencia social, como si en el trauma, paradójicamente, uno encontrara una fuerza y energía nueva. Que sirva de símil un trampolín.
JMF: Y, ¿cómo se enseña eso?
Marcin Kazmierczak: Lo increíble es que si bien al principio los investigadores pensaban que era algo raro, casi patológico, varias investigaciones han demostrado que es mucho más común de lo que parece y, efectivamente, se puede enseñar
JMF: ¿Cómo?
Marcin Kazmierczak: Lo primero es encontrar a un «tutor de resiliencia», es decir alguien que crea en ti, que quiera tu bien desinteresadamente y que establezca contigo lo que los especialistas llaman «relaciones afectivas», en el lenguaje de Aristóteles sería «la amistad virtuosa». Eso hace que la persona «herida», empiece a descubrir en sí misma capacidades insospechadas, como «el centro interno de control», es decir, la fe de que su destino, por lo menos en parte depende de él; «las capacidades ejecutivas» (poder ser eficaz, aunque sea en alguna acción muy sencilla), el optimismo, los motivos para vivir y la normalmente maltrecha en estos casos autoestima. Se puede enseñar en primer lugar dando ejemplo o asumiendo el papel del tutor de la resiliencia. Puede ser cualquiera: amigo, vecino, maestro, psicólogo, sacerdote o incluso un juez como fue en el famosísimo caso de resiliencia de Tim Guénard, el autor de la autobiografía best seller «Más fuerte que el odio”. Desde nuestro proyecto nos proponemos contribuir a este proceso proponiendo a alumnos y maestros relatos literarios donde hay ejemplos de personajes resilientes que pueden ejercer atracción sobre los lectores y convertirse para ellos en ejemplos a seguir.
JMF: ¿Debemos volver a la educación individualizada que es lo contrario de la educación española donde el ‘segregar’, asi llaman a descolectivizar, es un pecado?
Marcin Kazmierczak: Desde luego, en la medida de lo posible hay que atender a cada alumno de un modo lo más personalizado posible. Ahora bien, hay que ser conscientes de las limitaciones de una clase de treinta alumnos. En cualquier caso una de las cosas que me parecen aberrantes, y no solamente del sistema español, es que solo nos preocupemos de los alumnos que «no van bien». Evidentemente que hay que darles una atención especial pero me parece un grave error no atender, o atender apenas, a los alumnos con capacidades extraordinarias que muchas veces tienen que ocultar sus talentos para no quedar mal con sus compañeros. ¿Te cuento una anécdota sobre eso?
JMF: Cuenta, por favor, ni lo dudes.
Marcin Kazmierczak: Hace dos años fui con toda mi familia a Polonia donde realizamos una estancia de casi un año. Una de mis hijas adolescentes, nacida en España y con la mentalidad totalmente española (con toda la parte maravillosa que conlleva: alegre, sociable, solidaria, apasionada por la amistad y por la fiesta) un día viene a casa y dice: «papá, que raro es el cole en Polonia. Aquí para ser popu (popular) tienes que ser empollón; en España si eres empollón eres pringui». Me parece que resumió de un modo inmejorable la diferencia entre las culturas educativas. Y ojo, esas culturas no las crean los chavales, sino las creamos los adultos, por ejemplo dando más atención y protagonismo al alumno problemático que al brillante. Que no se me entienda mal, no quiero hacer con eso patriotismo local educativo. Polonia, como todos los países, tiene muchos problemas y desafíos. Pero por lo menos y a pesar del comunismo, no se ha perdido el ethos del esfuerzo y del mérito.
JMF: Conoces bien Polonia supongo, ¿qué les pasa con la inmigración, son tan racistas?
Marcin Kazmierczak: Sí, conozco bien. Todos mis amigos españoles, franceses etc., que han viajado allí siempre destacan la abertura y la hospitalidad de las gentes. O sea que de xenófobos o racistas nada, o casi nada, porque desgraciadamente locos y malos hay en cualquier lado. Pero no es ni mucho menos un rasgo colectivo de los polacos. El problema es distinto.
JMF: ¿Cuál es el problema de Polonia y por extensión del llamado grupo de Visegrado?
Marcin Kazmierczak: Polonia en los últimos años ha recibido aproximadamente un millón y medio de inmigrantes de Ucrania, que han tenido que huir de su país a consecuencia de la anexión de Crimea por Rusia y la consecutiva guerra que aún no ha acabado. Estas personas fueron bien acogidas y se han integrado prácticamente de inmediato. Como ejemplo de acogida se ha creado un programa ministerial de financiación de cursos individualizados de lengua polaca a cada niño inmigrante. Se trata de 4 horas semanales de clase individual en el mismo colegio. Pude constatar personalmente los beneficios de este programa porque durante mi estancia en Polonia, mis hijos, que han nacido en España y tenían un dominio limitado del polaco oral y nulo del escrito en pocos meses adquirieron un dominio perfecto gracias a este programa que se financia de igual modo en los colegios públicos que los privados.
JMF: Inmigrantes del Islam, ¿ni uno?
Marcin Kazmierczak: Todo ello supuso un gran esfuerzo para el estado y para la sociedad pero también fue una gran suerte para el país. Los ucranianos vinieron a suplir la inmensa pérdida de mano de obra de los jóvenes polacos que emigraron a Inglaterra, Irlanda y otros países tras la entrada de Polonia en la Union Europea en 2004. Al mismo tiempo, al ser un pueblo de una lengua y cultura muy parecidas, tal como hemos dicho, su integración no produjo los problemas que surgieron en el Occidente con la llegada de masas procedentes de lenguas y culturas diferentes y de difícil asimilación. Aquí es donde llegamos al meollo de la cuestión…. La gran mayoría de los polacos, no solamente de derechas, sino también del centro y hasta de izquierda miró con preocupación el proceso del gran flujo migratorio de los países musulmanes a Francia, Bélgica, Inglaterra, etc., y el indiscutible fracaso de la política de integración de estas masas en sus nuevas sociedades. A nadie en Polonia se le escapa que, por ejemplo en Bruselas, hay zonas de inmigración musulmana donde no se atreve a penetrar ni la policía. No olvidemos que se trata de la llamada «capital de la UE». Así que ya había cierto recelo con este tema, quizás en parte también debido a una historia llena de batallas, especialmente en el siglo XVII contra el Imperio otomano, cuya tradición, muy particularmente la famosa batalla de Viena en 1683, en la que el rey polaco Juan III Sobieski derrotó a los turcos, está muy viva en el imaginario colectivo de los polacos. Pero el agravante decisivo fue la decisión de Ángela Merkel de llamar a los inmigrantes de Siria (a los que se juntaron muchos otros de otros países musulmanes) a venir a Alemania de un modo indiscriminado y prácticamente sin ningún control. Al tomar esta decisión no consultó ni a los polacos, ni a los checos, ni a los húngaros si esto les parecía bien. Sin embargo, cuando al llegar un millón de personas de golpe las cosas empezaron a escaparse fuera del control utilizando a las instituciones europeas como la Comisión Europea, empezó a exigir a todo el mundo, incluidos los países de Visegrado, que acepten cuotas de inmigrantes musulmanes, bajo amenaza de multas si no se someten a esta normativa. Para los polacos esta fue la gota que hizo desbordar la copa de su enfado. Después de 6 años de ocupación nazi y 45 de ocupación soviética lo que no soportan es que un poder externo les diga lo que tienen que hacer, y menos si las órdenes vienen de Moscú o de Berlín (aunque sea de un modo encubierto). Paradójicamente con cada amenaza que llega de Bruselas de cortar los fondos o imponer sanciones por este motivo al gobierno le suben los sondeos, cosa que enfada sobremanera a los líderes europeos que se sienten impotentes ante este problema y, en cambio, no se dan la molestia de intentar entender la idiosincrasia, estrechamente relacionada con la historia muy particular de Polonia o, más aún, de Hungría, que padeció un largo período en buena parte de su territorio, bajo el yugo otomano.
JMF: Gracias, Marcin un abrazo y hasta la próxima, me has aclarado muy bien que se piensa en Polonia. Un abrazo.
Marcin Kazmierczak: Un abrazo fuerte y buenas noches.