En su corta vida el poeta malagueño (nace en 1905 y muere en México el 1959, a los 54 años) creó una obra literaria de calidad, pero, sobre todo, fue el protagonista de una apasionante peripecia vital, que le llevó a distintas actividades, desde impresor y editor hasta poeta y cineasta, y a vivir y trabajar en distintas latitudes.
Por encima de su significación cultural, Altolaguirre puede considerarse un ejemplo de la ruptura humana que supuso la guerra civil, de las profundas y sangrantes heridas que abrió, incluso dentro de las mismas familias.
Altolaguirre cuenta un curioso y significativo episodio en sus menorías incompletas, que llevan el título de El caballo griego.
Invierno de 1936. La guerra lleva pocos meses. Ya se ha producido la muerte de su querido amigo Federico, que ha tenido repercusión internacional y que ha afectado profundamente al mundo cultural español. El poeta malagueño se encuentra en un teatro. Es el director de la mítica compañía La Barraca. Se va a representar Mariana Pineda y, por supuesto, la representación se plantea como un homenaje al poeta granadino, cuyo asesinato está tan reciente. Altolaguirre tiene que salir a escena para dirigir al público unas palabras introductorias. Es un momento de profunda emoción para él.
De forma inesperada entra un señor al que no conoce. Se dirige a él contándole que era amigo y le tenía un gran aprecio a su hermano Federico Altolaguirre Bolín, militar del bando nacional que ha sido ejecutado, hace poco, igual que el otro Federico, pero por el otro bando, el de los republicanos. Le acerca la mano y le pasa un pequeño papel. El misterioso interlocutor le dice al poeta que en ese papel están escritos los nombres de los asesinos de su hermano, que eran miembros del Ateneo Racionalista de Castellón (típico nombre libertario); y desaparece antes de que Altolaguirre salga de su asombro.
Se queda, pues, sin saber cómo reaccionar, con el papel fuertemente apretado en su puño. Delante de él está el telón, que en estos momentos sube y lo deja frente a frente al público. Las palabras de Altolaguirre son estremecedoras: “Cada bando de la guerra civil había asesinado a un hermano mío [como tal considera Altolaguirre a Lorca]. Y yo estaba allí para protestar de la muerte de Federico García Lorca ante los hombres responsables de la muerte de mi otro hermano Federico”.
Pero hay algo más. Otro hermano, éste de padre, Luis Altolaguirre Palma, fue fusilado por las milicias republicanas, el 22 de agosto de 1936, en la tapias del cementerio de San Rafael, junto, entre otros, a su amigo el también poeta José María Hinojosa.
Posiblemente otros muchos españoles sintieron en su propia familia, en su propia vida, el desgarramiento brutal que supuso la guerra.
¿Qué dijo el poeta cuando el telón subió y se encontró ante el público?
“Una voz que no era la mía -escribe-, muy superior a la voz que me pertenece, me hizo decir algo que ahora no recuerdo y que ignoro si fuera comprendido por alguno de los asistentes”.