Venezuela parece encontrarse en la cuenta atrás del fin de la revolución socialista y bolivariana. El entorno del dictador está rebelándose ante la caótica situación social y económica, fraccionándose el conglomerado gubernamental cada vez más debilitado por la crisis. Resultaría paradójico que el grueso de los males causados por el chavismo pudiera ser pagado por el fanatizado y ligero de cascos Maduro, quien pretende ignorar la suerte que corren los déspotas cuando el pueblo en el hartazgo de las paciencias arremete contra el tirano de turno.
La coherencia de la Historia repite las mismas pautas en el sino de la villanía: tarde o temprano se cumple con la venganza de los oprimidos.
Chávez sufrió un linchamiento en las garras del cáncer quizá por no padecerlo a manos de la misma Venezuela que destrozó con la miserable fanatización bolivariana que ha llevado a la ruina un país próspero y de amplios recursos malgastados con una corrupción salvaje, justificada tras el engaño populista que tanto perjuicio ha causado a todo el país.
La escisión interna en el gobierno socialista puede ser un punto de inflexión en las circunstancias de permanencia represiva. Maduro parece posicionarse en la picota del escarnio público y, con rebelión a bordo, quizá fueran los correligionarios los que lo sacaran a patadas de las barbacanas revolucionarias para dejarlo a merced de una furibunda población que aborrece al sucedáneo de Hugo; culpables ambos del empobrecimiento radical de la ciudadanía que busca hambre de Justicia, con la más airada rabia del alma, por no encontrar alimento con el que nutrir sus castigadas carnes ni consuelo ante la opresión criminal a la que es sometida. Todo parece indicar que si acaba este suplicio, será por las bravas.
Repugnante es que cuando el país venezolano sucumbe irremisiblemente ante las atrocidades de la corrupción mafiosa que impera bajo el yugo bolivariano, otros en España alaben a los causantes del destrozo y procuren una democratización bananera con las mismas intenciones radicales. No caerá esa breva tratándose de la España que saca las garras cuando amenazan su libertad, la verdadera que no la extremista que venden disfrazados totalitaristas como democracia.
Roma se incendió tan a propósito como Venezuela. Nerón en su cobardía fue ayudado por un criado para clavarse la espada en la garganta y librarse de peores puniciones a manos de sus víctimas, a las que loaba tras la mediocridad de sus versos y el desafino de la lira. Este césar de pacotilla del siglo XXI tiene sus versos contados.
Maduro podría rendir cuentas nada poéticas convertido en esa lacra maldita que ha maltratado una Venezuela harta de vulgares déspotas que suelen ser, tarde o temprano, futuros reos de la ira popular. Cuestión de tiempo. No extrañe pues que los más cercanos al dictador empuñaran las armas para servir la cabeza del pringado que pretendió sojuzgar un pueblo ignorando el destino de los infames.
Nicolás Maduro se arriesga a caer del pedestal y golpearse contra la cruda realidad que él llamaría traición, cuando sólo se cumpliría la somera justicia que se ha ganado a pulso. Quizá entonces despertaran los idiotizados en España que oyen esos cantos de sirena de los que esquilman al ciudadano prometiendo el humo de sus soluciones sociales… humo proveniente del incendio neroniano que ha provocado el chavismo en Venezuela.
¿Los mismos que han cobrado de Venezuela por conformar el consejo de sabios causante de la debacle sociopolítica y económica de la revolución bolivariana, son los que pretenden gobernar España? No existe auspicio moral de una voluntad popular descontenta, por mucha legitimidad que haya en la protesta, que pueda permitir en las urnas el seguro hundimiento de todo un país, pero millones de personas en el umbral de la pobreza, con derecho a voto, son fuerzas que no se pueden ignorar cuando no hay nada que perder. De ahí se nutren los confiados politólogos de la Complutense en su ambicioso plan de regeneración política. ¿Pero los mismos que han destrozado con sus experimentos radicalistas a los venezolanos, son los que aspiran a gobernar España? Farsantes.
Iglesias y Monedero recibieron dinero de Venezuela por aconsejar cómo desintegrarla. Ésa es la única realidad de sus eficacias ideológicas. Valientes chapuzas, envanecidos con una sed política a la altura del endiosamiento, que pretenden figurar en el acontecer histórico español como lo han influido desgraciadamente, en el venezolano. Aquí aún estamos a tiempo de evitar las liras desafinadas de quienes usan la libertad en democracia para encontrar la manera de sojuzgar por las urnas, aprovechando las debilidades del sistema, lo que sin disimulos antes se conseguía por las armas.