Rámirez Benéytez fue un escritor singular por muchos conceptos. Vecino de la malagueña villa de Alhaurín el Grande, donde ejerció como sacerdote, aunque proveniente del toledano pueblo de Mora. Allí, en este pueblo malagueño, vivió alejado de ese mundillo de vanidades y pequeñeces que se llama “ambiente literario”. Ramírez Benéytez ha dado, como la cultura española según Menéndez Pidal, frutos tardíos. Tardíos, pero de una gran madurez y valía.
Lee su tesis doctoral como economista una vez jubilado de su actividad docente. Y publica su primera novela, El ciego y oscuro salto de Francisco Vicaría, en 1986, ganando el I Premio Andalucía de Novela. Don Luís, que había nacido en 1927, puede llamarse un novelista maduro. Con esta historia del fraile que enloquece después de atender espiritualmente a los liberales (entre ellos, el general Torrijos) fusilados por los absolutistas en las playas malagueñas en 1831, se escribe una soberbia novela, que es el retrato psicológico de un alma atormentada, una narración histórica y una amarga fábula moral sobre la larga lucha entre la opresión y la libertad en la historia de España. Libro cargado de experiencias y de cultura; de lectura ciertamente difícil por lo intricando de su técnica, por la ruptura de las normas clásica de la novela que supone.
Años después, en 1999, publica su segunda y, que yo sepa, última novela, La memoria perdida. Obra menos experimental que la anterior, pero tampoco nada convencional. Historia de distintos personajes, que van mezclando sus puntos de vista y donde también asoma la terrible lucha por la libertad, en distintos momentos de la historia de nuestro país, en una visión amarga pero no desesperanzada. Ambas son las novelas de un gran escritor, pero sobre todo de un moralista que ha reflexionada hondamente sobre la condición humana y sus debilidades.
A pesar de su enorme calidad, apenas he visto citadas estas obras y a su autor. Su original aportación a la novela española actual, pues estas obras no se parecen casi nada a los que se ha publicado en las décadas de los 80 y 90, está por valorar y estudiar (*). La literatura, como toda la industria cultural actual, se mueve al son de modas y consignas, más que al de la autentica calidad.
Quizá ese silencio y apartamiento sea buscado por el propio don Luís, al que imagino, como al protagonista de la Epístola moral diciendo:
Un ángulo me basta entre mis lares,
un libro y un amigo, un sueño breve,
que no perturben deudas ni pesares.
(*) Nota: los interesados pueden ver mi estudio sobre El ciego y oscuro salto de Francisco Vicaria en la revista Espéculo (núm. 42, julio-octubre 2009) en este enlace:
https://webs.ucm.es/info/especulo/numero42/esperoto.html