Se cumplieron diez años de la quiebra de Lehman Brothers y el saldo de la crisis continúa y continuará pasando factura a las familias españolas.
Este acontecimiento, analizado de cientos de formas por publicaciones de todo tipo, intensificó y aceleró la crisis, dando lugar a una intervención importante de dinero público para salvar el capitalismo, cuyos efectos están pagando todavía los trabajadores y los más desfavorecidos.
La crisis mostró en Europa una débil unión monetaria, sustentada por intereses liberales y sin una base solida en la que sujetarse. La pérdida de confianza generada dio lugar a falta de solvencia por las economías más endeudadas, y las ayudas financieras y rescates estaban sujetos a aplicar políticas de austeridad y reformas estructurales que garantizasen el equilibrio presupuestario.
“La crisis financiera contribuyó a que se propagara una inmensa desconfianza en los gobiernos, sobre todo en donde golpeó más duro. Esto afectó especialmente a los países del Mediterráneo y, hasta cierto punto, al centro de Europa, al Reino Unido y a Irlanda, además de Estados Unidos“, indicó a Infobae el politólogo Tor Georg Jakobsen, profesor de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología.
La variación del PIB entró en números negativos en España en el tercer trimestre de 2008 y junto al efecto de la falta de previsión por el aumento de prestaciones por desempleo y caída de la recaudación impositiva, se produce un incremento del gasto público y una caída en los ingresos, que generan un aumento del déficit público, principio de una gran crisis fiscal.
Las subidas de impuestos de cara a aumentar, o al menos mantener, el nivel de ingresos fiscales, se han realizado sobre los impuestos indirectos, mientras se reducía la carga impositiva directa para las rentas del ahorro y de las sociedades y las rentas más altas. Y el grueso del ajuste se hizo a través de la reducción del gasto público.
Además, mientras el IVA recauda un 19,22% más que en 2007 y el IRPF recauda un 11,99% más que en ese mismo año, el Impuesto de Sociedades recauda un 37,21% menos, a pesar de que los beneficios han crecido y los salarios han perdido poder adquisitivo.
A las políticas de austeridad tendentes a reducir el gasto público, que supusieron considerables recortes en sanidad, educación, servicios sociales y dependencia, se unió la paralización de inversiones en infraestructuras y la reducción del gasto público en I+D+i, así como la descapitalización de numerosas administraciones públicas. Eso sí, asistimos al rescate de los bancos, que nos ha supuesto un gasto directo de más de 40.000 millones de euros, más el coste de los créditos fiscales a la banca. Una banca que, hay que recordar, está teniendo grandes beneficios.
La crisis supuso, como principal impacto negativo, la destrucción masiva de puestos de trabajo y el crecimiento del paro. Esta situación sirvió de excusa perfecta para la aplicación de una reforma laboral en 2012 claramente lesiva para nuestra economía, que ha dejado un mercado laboral desintegrado, con las mayores cotas de precariedad, desigualdad y pobreza laboral.
Es posible una nueva crisis
La confianza ciega en los mecanismos teóricos de control de riesgos permitió en su día a los bancos crear una descomunal burbuja de activos ligados al sector inmobiliario de EE UU. En ese sentido, es difícil que se repita un Lehman Brothers. Los bancos no están expuestos a activos fuera de balance como los que propagaron la crisis subprime al conjunto del sistema financiero (especialmente a Europa). Los requisitos de capital se han endurecido.
Lamentablemente, hoy en las Bolsas mueven más dinero las máquinas y los algoritmos que los operadores de toda la vida. El mundo sigue dependiendo del dólar para poder funcionar, otro factor que propaga la inestabilidad en caso de problemas o, simplemente, si suben los tipos, como están experimentando Turquía o Argentina. El el mundo financiero se han puesto de moda productos como fondos cotizados sintéticos (construidos a partir de derivados) o notas ligadas a estructuras complejas. El sector privado está más endeudado que hace 10 años.
Ante una nueva crisis, el expresidente de la Reserva Federal de Nueva York afirmó que la mejor recomendación era que los reguladores no dejaran al sistema financiero crecer más allá de las protecciones del Estado.Las reformas tras la crisis han garantizado “una variedad mucho más fuerte de defensas”.
Aunque hay otro tipo de recetas para evitar un nuevo colapso: “El sistema es más seguro, pero no lo suficientemente seguro”, alertó la directora gerente del FMI, que también llamó a un mayor liderazgo femenino para reformar el sistema financiero. “Como ya he dicho muchas veces, si Lehman Brothers se hubiera llamado Lehman Sisters el mundo podría ser muy diferente hoy en día“, zanjó.