Calificar a alguien como tarado está mal visto y supone un desprecio y humillación a la persona. Observando la etimología del vocablo tara, así como las acepciones que la Real Academia Española le otorga, se trata de un defecto físico o psíquico, por lo común importante y de carácter hereditario. Con esta misma palabra también se denomina a un defecto o mancha que disminuya el valor de algo o de alguien. Con estas dos acepciones podemos determinar que hay taras humanas que vienen determinadas por la herencia o adquiridas por el entorno cultural, social, religioso o político. Dando lugar a los complejos y los prejuicios. Las valoraciones de estas taras atribuidas a los seres humanos, están observadas bajo un prisma subjetivo y con frecuencia relativizando su importancia.
Estamos en la era de la comunicación, jamás las personas han tenido herramientas tan potentes para comunicarse. Pero también es verdad que la tecnología no ha podido eliminar de nuestras vidas: la soledad, la depresión, la frustración, el individualismo y la ausencia de una convivencia solidaría. No obstante, en esta vorágine turbamulta circulando por la Redes Sociales, producen una socialización virtual, donde aparentemente fluye la comunicación y la amistad. Sobre estas autopistas de la información y la comunicación todos somos amigos de todos y también se producen encuentros y desencuentros, amores de todo tipo y condición y desamores frustrantes por exceso de expectativas.
Personalmente utilizo las Redes Sociales, preferentemente, como vehículo de transmisión y publicación de mi vocación periodística y fotográfica. Pero soy consciente de que la comunicación entre los internautas es virtual, ficticia, enmascarada, y por qué no decirlo, en muchos casos mentira. La verdad no es una virtud que brille en Internet. El que más y el que menos se cobija bajo su propia máscara y pone en escena una ensayada farsa para camuflar sus taras.
Quizás no se consumen muchas amistades, contactos profesionales o amores de cualquier naturaleza, pero lo que sí se puede constatar es que supone una experiencia para captar el grado de madurez, sinceridad, seguridad, soledad y la felicidad en suma, de la gente que transita por estas nuevas autopistas virtuales. Es una auténtica escuela de convivencia globalizada. En cada contacto se abre una oportunidad de conocer y de intercambiar experiencias con personas de países, razas y culturas del otro lado del mundo; enriqueciendo nuestra experiencia. Es posible que al detectar taras en los otros, conscientemente o inconscientemente, no percibamos las propias. Porque al mirarnos en nuestro espejo nuestros complejos y prejuicios nos estorben para ver nuestra imagen tal cual somos. Aunque no se pueda analizar la caligrafía en nuestros mensajes, el lenguaje en abreviatura, las faltas de ortografía, las dificultades del espacio para escribir y sobre todo la jerga usada, delatan muchos aspectos de nuestro interlocutor. Complementan el perfil del internauta los atributos propios establecidos en su perfil: Fotos, aficiones, publicaciones, comentarios y referencias a otros espacios de Internet y su voluntad de ser transparente.
Como conclusión podemos constatar que la experiencia que nos ofrece el navegar por la Redes Sociales, y en Internet en general es altamente positiva. Es la gran oportunidad de conocernos y amarnos a nosotros mismos y amar y conocer a los demás, descubriendo nuestras taras y las taras de los otros. Esto nos llevará a practicar la empatía y la asertividad. Aunque el título LOS TARADOS de este breve ensayo pueda resultar insultante y falto de respeto, mi propósito es todo lo contrario, es constatar que los internautas hemos logrado globalizar las taras de la humanidad. Salvo las taras congénitas, el resto de las taras están esperando el cambio porque siempre es tiempo de cambiar.