Los prejuicios sobre trastornos mentales y drogodependencia

Los trastornos mentales y los trastornos de dependencia están infravalorados por la sociedad. Pocas personas entienden que, al igual que no puedes exigirle a una persona que se cure...
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Los trastornos mentales y los trastornos de dependencia están infravalorados por la sociedad. Pocas personas entienden que, al igual que no puedes exigirle a una persona que se cure mágicamente una pierna rota, con actitud, tampoco puedes echarle en cara a otra que no supere su depresión, su ansiedad, su desorden alimenticio o su drogadicción, simplemente deseándolo. Frases como «la depresión se cura saliendo a tomar el sol» o «la ansiedad social desaparece charlando con personas» son una constante. También lo son sentencias como «está en tu mano dejar las drogas». No es tan sencillo y esta reducción simplista del problema pasa por alto infinidad de variables y genera angustia en la persona afectada.

Es muy importante hacer una labor militante de concienciación didáctica sobre estos problemas. También es fundamental informar sobre las relaciones de interdependencia que, muy a menudo, se dan entre una cosa y otra. En el imaginario colectivo reside la idea de que un trastorno de depresión mayor, lleva siempre al suicidio. El suicidio, tal vez sea el máximo exponente de la depresión, pero no el único. De igual modo, la ansiedad conlleva autolesiones, pero también, dependencia a sustancias. Muchas personas adictas al tabaco, por ejemplo, tienen desordenes crónicos de ansiedad y, de nada sirve, presionarlas para que «abandonen el vicio». Si fuera tan fácil, no existirían las clínicas de rehabilitación de drogas.

Otro prejuicio creado por personas, mentalmente sanas, es la falsa idea sobre que las personas trastornadas son, en realidad, personas inmaduras. Eso no es cierto. Una persona drogadicta no es un niño al que hay que esconderle las galletas en la parte más alta de la encimera. Ante todo, hay que comprender que la persona adicta es adulta, un ser independiente con sus propias ideas y con quien se puede y también se debe razonar. No sirve de nada darle un sermón sobre cómo dejar el alcohol, es ella quien ha de tomar conciencia de su problema. Solo entonces, podremos ayudar, siempre mostrando apoyo y nunca culpando. Nuestra sociedad, en definitiva, necesita desarrollar empatía hacia la neurodivergencia y la adicción a las drogas.

 

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