Los chalecos amarillos y el mensaje a la clase política
Eduardo Andrade Bone
Analista Político, comunicador Social y corresponsal de Prensa
Desde que estallara el movimiento de descontento social, bautizado por la prensa como de los “chalecos amarillos”, pareciera indicar que los días de Manuel Macron se encuentran contados, puesto que la popularidad del mandatario se encuentra por los suelos, producto de sus impopulares medidas económicas, que afectan a los estratos sociales con menor poder adquisitivo y favoreciendo con rebajas de impuestos al sector minoritario más ricos del país.
Recordemos que Macron contando con el apoyo de todo el arco mediático (de izquierda y de centro derecha) levanto su figura, mientras se enfrentaba electoralmente a Marine Le Pen, de allí que no es difícil entender su éxito electoral con el apoyo de más del 65% de los sufragios. Pero hoy los mismo que votaron por Macron y el electorado que voto por la extrema derecha (Le Pen), se vuelcan en las calles en protestas contras las reformas económicas neoliberales del mandatario francés.
Es cierto que el 65% del pueblo francés, a final de cuentas, se inclinó por un vasallo de la Banca Rothschild como su nuevo presidente, pues ante la candidata de la extrema derecha, no quedaba otra cosa que apoyar a Macron, el más fiel representante de la oligarquía francesa, con estrechos lazos con las mafias financieras europeas y de la Banca Rothschild. Macron cuenta con un amplio currículo al servicio del mundo bancario y financiero, de allí que no es extraño su inclinación por el neoliberalismo económico y que hoy se vea enfrentado a la ira de la clase trabajadora francesa, la que ya no le perdona sus falsas promesas y demagogia electoral.
El denominado movimiento de los chalecos amarillos es un movimiento transversal en donde confluyen diversos sectores sociales que se sienten golpeados por el aumento de los impuestos a los carburantes y la perdida del poder adquisitivo, producto de la caída de los salarios. También se suele decir que es un movimiento carente de líderes y sin definición ni política, ni ideológica, pero que en su seno resuena la lucha reivindicativa por mejores condiciones de vida o por ponerle freno al desmantelamiento del estado del bienestar francés, producto de las políticas macroeconómicas neoliberales impulsadas por Macron y que generan una gran resistencia en la población.
Lo cierto es que la irrupción de los chalecos amarillos es el reflejo de la expresión de lucha más genuina de la clase trabajadora francesa y que los más diversos sectores políticos, han sido incapaces de interpretar de allí que el movimiento cuentan con un apoyo popular transversal masivo de los franceses (70%). Es el espíritu de la revolución francesa y del mayo del 68 que resurge desde su ceniza y que amenaza al sistema capitalista francés y que se encuentra en pleno desarrollo, pues el pueblo francés ya no empatiza con esa gran mentira que ha sido Macron. El movimiento de protesta social podrá vivir cierto reflujo desde el punto de la movilización social, pero pese a las maniobras del neoliberalismo de Macron y de su ministro de Economía francés, Bruno Le Maire, este resurgirá con más fuerza, para poner fin a la gestión de la era Macron.
En este sentido podemos decir que la clase trabajadora francesa, esta entregando un claro mensaje a todo el espectro político, afectando de forma transversal a la extrema derecha, hasta las posiciones más radicales de la diversidad de la izquierda. Ahora, independientemente de las contradicciones propias de un movimiento naciente y mientras los grupos políticos no cuenten con programas mínimos y claros, para resolver los problemas más atingentes de los franceses, estarán expuesto al mismo repudio de la gran mayoría de la clase trabajadora.
Lo que no quiere entender el mundo político francés, sin excepción, es que el pueblo francés esta harto, esta cansado de políticas económicas macro neoliberales, que solo favorecen al sector minoritario más rico del país. Los franceses están cansados del populismo y la demagogia de sus seudo líderes políticos cualquiera sea este el partido político que representen, por ello cualquier falsa promesa que haga Macron solo enervara aún más la rabia y rebeldía de los franceses.
Incluso diríamos que la extrema derecha esta expuesta vivir una situación electoral muy complicada, pues ellos manifiestan su preocupación ante el problema migratorio, la xenofobia, sus conductas racistas y sus políticas anti-diversidad sexual, cuestión que en el fondo no preocupa a la mayoría de los franceses, pues la extrema derecha de Marine Le Pen, tampoco tienen una respuesta clara y precias ante las demandas sociales de los chalecos amarillos.
La rebaja de los impuestos a los más ricos, la reducción de los presupuestos del sector publico y que afectan los beneficios de las políticas sociales, ganados en décadas de lucha y que van afectando las condiciones de vida de los franceses, es lo que contribuye a tomar distancia de todo el actual espectro político existente en Francia. En esta realidad ningún grupo político gana, ni la extrema derecha, ni la centro derecha y la diversidad de una izquierda desubicada de su propia realidad política y social, la que tampoco muestra condiciones para asumir la conducción del estado francés.
Ahora ante la lucha desplegada por el movimiento de los “chalecos amarillos”, el presidente Macron tiene un margen de maniobras bastante limitado, pues sede ante las demandas levantadas o cava su propia tumba política, más aún cuando su popularidad está más que resentida. En este sentido se puede decir que Macron tiene los días contados, pues accede definitivamente al requerimiento del movimiento social o deberá renunciar y llamar a elecciones anticipadas, para que no se produzca un vacío de poder.
Otro hecho que ha producido una gran indignación en los franceses, ha sido la detención y trato de la policía a un grupo de estudiantes (46) que fueron obligados a arrodillarse y vejados por los funcionarios policiales, de allí que no es raro que la popularidad de Macron ande por los suelos.
Lo que ocurre en Francia, es un claro mensaje a la elite política del país, así como a toda la barbarie económica neoliberal, responsable del deterioro de las condiciones de vida del pueblo francés. Las protestas han tenido un carácter diverso, pero reflejan el malestar de los franceses. “Aquí no hay jefes. Somos el pueblo”. “Estamos contra la mundialización y el capitalismo”. Macron”, “es el presidente de los muy muy ricos”. “Nos insulta, nos degrada, nos humilla”. “Piensa más en Europa del capital que en el pueblo francés”, “que dimita”, manifiestan los que participan en las protestas.
En Europa se sigue con atención los acontecimientos ocurridos en el país galo, pues estos también se han trasladados a Bruselas y amenazan con trasladarse a otros países. Las mafias banqueras y financieras, así como las oligarquías locales, muestran su preocupación a través de sus columnistas pagados en los medios de prensa del viejo continente. Con un presidente Macron, además que es asociado con el sector social minoritario y más rico del país, de allí que el rechazo a su gestión va en aumento.
Pero en los acontecimientos franceses, la Unión Europa y sus máximos líderes, también tienen su cuota de responsabilidad, pues lo único que les preocupa es poner a buen recaudo los intereses de los grandes capitales, de sus oligarquías y de las casas reales parasitarias, que producto de sus políticas económicas neoliberales han buscado reducir al máximo o desmantelar definitivamente el llamado estado del bienestar europeo.
Desde los seguidores de la extrema derecha, afincados en el Reagrupamiento Nacional (Marine Le Pen) o los votantes de Jean-Luc Mélenchon, el exsocialista que lideraba el partido francés parecido a Podemos de España, todos a título personal han estado presente en las protestas de los chalecos amarillos, los que han rehusado el uso de banderas o pancartas de grupo políticos, que no han estado a la altura de los acontecimientos y de las demandas de los movilizados.
Como suele ocurrir en estos casos y cuando se trata de la lucha desplegada por la clase trabajadora, la prensa al servicio del poder del dinero solo suele destacar la violencia, el vandalismo y el amplio despliegue de seguridad dispuesto por el ministerio del interior, pero dicha prensa no suele ir al fondo de los problemas que padece el pueblo francés. Y la única respuesta del gobierno de Macron, es sacar a la calle a la guardia pretoria (policía) de la oligarquía y el capitalismo francés, para paralizar o neutralizar el movimiento social.
Ahora independientemente del aspecto cuantitativo de las movilizaciones desplegadas por los chalecos amarillos, lo cierto es que este se ha extendido prácticamente a todo el país e incluso cruzando fronteras (Bélgica) además que sus consignas no obedecen a ningún color político.
El país galo, bajo el imperio del neoliberalismo económico, según cifras oficiales cuenta con alrededor de un 9% de desempleo, Francia junto con España es donde más crece la brecha entre unas cuantas familias ricachonas y la gran mayoría que vive de un salario que se va reduciendo cada vez mas y que también tiene una incidencia en el crecimiento de las desigualdades sociales.
Ante la fuerza de la movilización social, el presidente Macron se vio en la obligación de ceder antes sus medidas neoliberales y que formaban parte de un plan para combatir presuntamente el cambio climático para luego congelar los precios del gas y la electricidad para los próximos meses. Sin embargo, eso no bastó, puesto que los chalecos amarillos, haciéndose eco de la mayoría de los franceses, exigen al gobierno que baje los impuestos, suba el salario mínimo y las jubilaciones, además de exigir la dimisión de Macron.
El mensaje es claro y contundente, contra la clase política y contra los neoliberales y todo dependerá de la respuesta de Macron ante las demandas impulsadas por el movimiento de protesta, lo que significa además que en un momento determinado deberá surgir algún tipo de alternativa, que ofrezca soluciones reales y efectivas o Francia puede quedar sumida en el caos.
El periodista especializado Thierry Meyssan, pronosticaba así la situación económica social de Francia, ya en mayo del 2017, advertía sobre el futuro del país: “Esta incontrolable violencia verbal [observada en el debate preelectoral] demuestra, a mi memoria de elector, que existe en este momento una fractura sin precedente en la sociedad francesa. Este diálogo de sordos entre sus líderes sólo puede terminar con los electores yéndose a las manos. Se hace cada vez más evidente que Francia será en los próximos años teatro de graves enfrentamientos callejeros, de una revolución o, incluso, hasta de una guerra civil”y concluye: “Los ciudadanos que realmente quieran defender el interés general, o sea la República, no tendrán otra solución que organizarse para resistir y prepararse para ejercer el poder.”