No solo quienes fueron asesinados, torturados o encarcelados durante la guerra y la posterior dictadura son víctimas del franquismo. Cualquier español que no formara parte de las estructuras políticas o policiales del régimen sufrió durante décadas la opresión, el terror y la falta de libertades. Incluso las generaciones que crecimos durante la posterior democracia también fuimos víctimas. Víctimas porque nos ocultaron la Historia y nos robaron, literalmente, la Memoria. Fuimos víctimas de un engaño masivo, víctimas de una educación adulterada, víctimas de un Gran Hermano que nos negó la verdad y nos empujó a poner en el mismo nivel a los asesinos y a los asesinados, a los carceleros y a los presos políticos, a la División Azul y a los Aliados, a los totalitarios y a los demócratas.
Uno de los muchos capítulos que los jerarcas del régimen arrancaron de los libros de Historia con que estudiamos y con los que aún estudian nuestros hijos, fue el de los campos de concentración franquistas. Sí. En España también hubo campos de concentración en los que decenas de miles de hombres y mujeres acabaron asesinados, sufrieron malos tratos, perecieron de hambre y de enfermedades, soportaron en sus cuerpos los embates de un ejército de piojos y resultaron sometidos a un cruel proceso de «reeducación» encaminado a que renunciaran a sus principios y aceptaran los dogmas impuestos por el franquismo y por la Iglesia Católica.
Sería un error en el que no vamos a caer comparar los campos de concentración franquistas con los que el III Reich abrió por toda la Europa ocupada durante la II Guerra Mundial. Se trataría de una comparación innecesaria, injusta y que nos impediría conocer la verdadera idiosincrasia del sistema concentracionario español. Al lado de lo ocurrido en Auschwitz o en Treblinka, cualquier masacre por espantosa que sea parece menor, cualquier víctima parece menos víctima. Es cierto que la estrecha relación existente entre Berlín y Madrid provocó que existiera una influencia nazi y un espíritu común en ambos aparatos represivos. Franco no habría ganado la guerra contra la República de no ser por la ayuda económica y militar prestada por la Alemania nazi y la Italia fascista. Ambos regímenes firmaron acuerdos, además, para que sus respectivos cuerpos policiales compartieran información y persiguieran conjuntamente a disidentes políticos. Comandantes de las SS como Paul Winzer participaron en la instrucción de las fuerzas del orden españolas. La Gestapo campó a sus anchas por la Península y dispuso de dependencias propias en el interior de las comisarías franquistas. Franco fue el responsable directo de la deportación de cerca de 10.000 españoles y españolas, que permanecían en la Europa controlada por Hitler, a los campos de concentración nazis. Fue también el cómplice pasivo de la muerte de decenas de miles de judíos de origen sefardí en las cámaras de gas de Auschwitz Birkenau. La España franquista nació de la mano de la Alemania nacionalsocialista y creció cogida de su mano. En este contexto resulta evidente que existió una importante influencia nazi en el modus operandi de nuestros represores. A partir de ahí España tenía sus propias circunstancias bélicas, económicas, políticas y sociales, por lo que nuestro dictador tuvo que construir un sistema concentracionario propio.
Durante tres años hemos visitado decenas de archivos, hemos entrevistado a algunos de los escasos prisioneros que aún pueden contar sus vivencias y hemos recopilado centenares de memorias inéditas, entrevistas, relatos en los que los cautivos describen cómo era la vida y la muerte en estos recintos. Toda esa información la tienes disponible en el libro Los campos de concentración de Franco (Ediciones B, 2019). Sin embargo, hemos querido crear esta humilde web para facilitar el conocimiento y la difusión de los datos más relevantes.
Ochenta años después del triunfo de Franco y 43 años después de la muerte del dictador aportamos el primer mapa interactivo del vastísimo sistema concentracionario franquista. No lo habríamos logrado de no ser por la ayuda de decenas de historiadores, investigadores, asociaciones memorialistas, archiveros y ciudadanos de a pie que nos han ayudado en esta ingente tarea de investigación. A todos ellos, nuestro infinito agradecimiento .
Nada más. Esperamos que esta web te parezca interesante y, sobre todo, que resulte útil para ayudar a levantar el manto de silencio y de olvido que aún cubre a cerca de un millón de españoles y españolas que pasaron por los campos de concentración franquistas. Pregunta a tus mayores y, muy probablemente, descubrirás que alguno de tus abuelos o de tus bisabuelos es también el involuntario protagonista de esta historia.
(Daniel Fernández Abella)