La tentación del gobierno por apropiarse de la información para administrarla a su conveniencia ha sido permanente.
En la época del predominio de los medios tradicionales, se daba comprando a los periodistas, o a los dueños de los medios informativos, no solo a través de la adquisición de espacios publicitarios, sino de la venta de criterio, y se les hacía pasar como “la opinión pública”.
Era un juego a valores entendidos, los pseudoperiodistas, lorocutores, santones y gurúes hablaban o escribían sobre lo que las autoridades les pagaban, y ocultaban aquello que les ordenaban ocultar, y el gobierno hacía como que escuchaba al Pueblo a través de esas voces o plumas que el mismo dirigía. La crítica se silenciaba.
Se repartían los famosos “boletines oficiales”, con la versión de los hechos que más convenía a los gobernantes, y todo el aparato mediático se ponía en sintonía para darle a los ciudadanos los temas en que pensar, lo más se borraba de la escena.
Los ciudadanos estaban mediáticamente indefensos, incomunicados, sometidos, impotentes. Nadie podía saber si las molestias sociales que sentía eran compartidas por alguien mas.
La “información” se administraba en forma impresa por las mañanas, y en forma de audios o videos, sujeta a horarios preestablecidos, el derecho a la réplica estaba muy limitado, salvo contadas excepciones, y si algún ciudadano o grupo social quería hacer público un tema de su interés tenía que pagar para comprar espacio o tiempo a precios muy elevados.
Además, en el caso de los medios impresos había que pagar por los ejemplares, ya fueran estos periódicos o revistas.
En nuestros tiempos, ese proceso de incomunicación ciudadana cambió radicalmente con la llegada y expansión geométrica de las Redes Sociales. Hoy hay en México 90 millones de cuentas en la Web, y la inmensa mayoría se informa a través de las RS.
Hoy los ciudadanos están ampliamente comunicados e informados, en cualquier momento, dese sus teléfonos celulares.
Ahora sus voces y textos pueden ser publicados en las Redes Sociales y volverse temas de interés general en tiempo real. Y aunque parezcan asuntos pequeños, pueden acumularse con otros de igual naturaleza, o asociarse con otros distintos pero contra las mismas autoridades y convertirse en un tema general, en una sentida protesta general.
Frente a las Redes Sociales, Facebook, Twitter, WhatsApp, YouTube, etc., todos los demás medios tradicionales resultan ahora muy pequeños y sus audiencias o lectores son muy reducidos.
Por las razones anteriores, resulta inexplicable la insistencia del Presidente López Obrador de refugiarse mediáticamente en un espacio de difusión muy reducida, en un horario fijo, con un formato muy rígido y poco atractivo, y temas que interesan principalmente al gobierno, saturado por pseudoperiodistas cuya misión es preguntar solo aquello que el Ejecutivo le interesa responder, a sabiendas de que va a desgastar velozmente su imagen, como ya ha sucedido.
Una zona de confort para el Presidente, porque él decide los temas que se tratan, quienes pueden asistir y pueden preguntar, y que y cómo les va a responder; pero que ya caducó y ahora es blanco de todas las críticas, porque que ya no suma, sino resta opiniones favorables.
Y desde la transmisión de las mañaneras en video a travez de la Web, los comentarios, siempre infestados de bots con su empalagoso “amor” por el Ejecutivo, son irrelevantes, no obtienen ninguna respuesta del Presidente.
Eso puede explicar en gran parte el éxito enorme de la protesta #UnDiaSinNosotras , así como la pérdida de credibilidad, confianza y respeto -que aparentemente se dieron en pocas semanas- en contra del Señor Presidente. En realidad, se acumularon o se asociaron sutilmente durante largo tiempo con otras causas ocasionando que el malestar por los asesinatos violentos en contra de mujeres y niñas “hicieran erupción” con gran fuerza después de una serie de decisiones desafortunadas del Gobierno.
El Presidente quizo concentrar en sus manos también el poder mediático, como lo ha realizado ya con el dinero presupuestal y la fuerza pública, pero falló.
Las “mañaneras” es otro de los cambios que debería hacer el Presidente, antes de que sea más tarde.
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