ECCE HOMO
¡He aquí el hombre!
Por Pedro Taracena Gil
Me voy a permitir hacer una lectura más realista contemplando que la segunda persona de la Santísima Trinidad, se hizo hombre manteniendo dos naturalezas, divina y humana.
Si el Cristo poseía las dos naturalezas, no sería razonable mutilar una de ellas o castrar atributos que la caracterizan y constituyen. Y como consecuencia de esta semejanza con el resto de los hombres, la lógica divina no contemplaría someter a la humanidad a esta contradicción. Ateniéndome siempre a los principios de humanidad, sería verosímil que el Cristo tuviera un desarrollo humano sacralizando todo aquello de que Dios le había dotado. Evidentemente me estoy refiriendo a la sexualidad inherente a la persona humana de Cristo en particular, y al género humano en general.
No pretendo realizar una acción trasgresora sino una lectura teológica, más acorde con la interpretación de los signos de los tiempos. Con este ensayo o performance es mi deseo ensamblar en el mismo plano de sensualidad, la audición del canto polifónico medieval y la contemplación del erotismo amoroso del hombre. Estas situaciones presentadas en esta galería de imágenes, sacralizan la sensualidad, la sexualidad y el erotismo. Más aún, libres de prejuicios y complejos muestran el misticismo de la condición sexual del ser humano. Esta interpretación presenta al Dios más Hombre y al Cristo más Dios.
La sexualidad como valor positivo y el gozo erótico, son virtudes que engrandecen al ser humano y le asemejan más a Dios. La sexualidad se ensambla en el amor sin entender de géneros. La genitalidad sirve para la procreación mediante el ayuntamiento de una mujer y un hombre. No obstante, la sexualidad hace iguales a hombres y mujeres, y es la expresión de su amor sin distinción de género. Esa es la grandeza de la naturaleza humana del Cristo hecho hombre.