La Nación como Empresa de Capital Extranjero.
A medida que los bancos se constituyen en el auténtico gobierno en la sombra de todos los países, las naciones se van convirtiendo paulatinamente en corporaciones o empresas de capital extranjero y mano de obra nacional esclava. El capital, el dinero no tiene patria, su patria son las cuentas donde lo ocultan su dueños para no pagar impuestos que tradicionalmente estaban en Suiza o en las Islas Vírgenes, pero que ahora se reparten por innumerables puntos del planeta convertidos en las cajas de caudales y auténtica patria de ése uno por ciento que acapara las riquezas de este mundo.
Y eso es así especialmente en los países pequeños como Honduras que probablemente nunca llegó a ser un país propiamente dicho, sino más bien un conjunto de haciendas propiedad de unas cuantas familias y ahora lleva camino de convertirse definitivamente en una empresa de capital extranjero que por lo tanto no tiene nacionales sino empleados mal pagados, una empresa que despoja de toda patria a sus habitantes que tienen que emigrar a pie buscando otra. Honduras no tiene más nacionales de momento que Orlando Hernández y su camarilla de traficantes de cocaína que son los únicos que se sienten como en casa (aunque probablemente preferirían vivir en Miami y ser estadounidenses) y quizás los militares norteamericanos de alto rango destacados en la base de Palmerola. Ellos son probablemente los únicos que pueden pasearse por las calles de Tegucigalpa alardeando impunemente de sus injustos privilegios que sólo preserva el miedo o la ignorancia de la gente, ignorancia que ellos fomentan. No incluyo a los soldados rasos de la base, porque seguramente se pasarán el tiempo soñando con volver de vez en cuando a una patria que muy pronto dejará de serlo (si no ha dejado de serlo ya) convertida también en una corporación inmensa de capital extranjero con cuatro o cinco filiales (Blackrock, Vanguard Group… y por supuesto el grupo Carlyle, la más emblemática). Los nacionales sin patria o de patria menguada como Siria podrían consolarse un poco quizás de su infortunio, pensando que el capital en manos de algunos jeques árabes está convirtiendo a los estadounidenses de clase media o clase baja en asalariados de Ben Salman con un salario decreciente. Por pocos derechos que tengan los hondureños que consigan penetrar en la madre patria de adopción o madrastra patria que puede ser USA siempre tendrán algunos más que en su país de origen donde no tienen ninguno y donde su muerte no es noticia. Ahora por fin son noticia después de muchas décadas de ser víctimas anónimas gracias a la epopeya que protagonizan cruzando a pie las tierras hostiles de Centro América y de Norte América, porque son hostiles todas para aquellos que no cuentan con más capital que sus manos o su ingenio siempre que no la empleen en el fomento del crimen y la rapiña. Es posible que los mejicanos que contemplan su diáspora sometidos también al atropello de caciques locales mafiosos respaldados por Washington se sientan afortunados erróneamente al contemplarlos, pensando que se encuentran en un peldaño más alto de la pirámide global, y no me refiero a la azteca, sino a la pirámide de la estafa piramidal que perpetran los directivos del grupo Vanguard o de Carlyle. Se trata de una sensación de consuelo falsa que al mejicano no le sirve más que para engañarse a sí mismo, porque las corporaciones de capital extranjero van a seguir oprimiéndoles lo mismo; sí que les sirve a los gerifaltes de las mismas para que no tomen plena conciencia de la opresión que padecen y no se decidan a rebelarse.
Mientras tanto la nación de Honduras lleva camino de universalizarse, porque el suyo es un modelo que quieren exportar los grandes ejecutivos de Chiquita, por ejemplo, a todo el mundo. No quieren exportar bananas solamente. Están empeñados en exportar también la esclavitud y la miseria. Y los mejicanos y los propios estadounidenses se están volviendo hondureños a marchas forzadas, y como no se den prisa los inmigrantes hondureños en llegar al país del norte, podrían encontrarse con un país tan tiránico como el suyo propio sólo que bastante más grande. Y es que la verdadera misión que Trump ha encomendado al ejército destacado en la frontera con México no es sólo frenar su avance, sino mantener incólume el espejismo de que la suya es una nación libre y próspera, cuando ya hace algunos años que ha dejado de serlo. Ya se encargó la familia Bush de recortar las garantías constitucionales de la misma con su falsa guerra al terrorismo (que no es más que una guerra contra las libertades de América y del resto del mundo) por medio de un pucherazo y de iniciar el largo camino de privatizar la patria y entregar sus riquezas en las manos de unos cuantos empresarios que a veces se disfrazan de políticos y que cambian la legislación a su antojo y en su propio beneficio. Me parece sumamente revelador que una empresa bananera como Chiquita (porque la bananera es la empresa y no la nación) sea la encargada de mantener a raya las ansias de libertad y de justicia del pueblo hondureño, con ello se proyecta al mundo una imagen y deformada del mismo, se lo infravalora para mantenerlos en el estatus de siervos o de campesinos ignorantes que no sirven más que para trabajar una tierra que no les pertenece con salarios de miseria. Si Honduras es una república bananera lo es porque las empresas bananeras de capital extranjero como Chiquita estrangulan el desarrollo de la misma. El papel que jugó Chiquita en la financiación de los escuadrones de la muerte de Colombia está bien demostrado, fue condenada a pagar una multa de 25 millones de dólares por financiar a los grupos de autodefensa (de autodefensa de los privilegios de los caciques, por supuesto).
Los directivos de Chiquita podrían haberse ahorrado el dinero pagado a los escuadrones de la muerte subiendo el salario y mejorando la cobertura de sus empleados (en vez de recortarla como pretenden hacer ahora en la Lima). Hay que preguntarse, pues, por qué no lo hicieron. ¿Gratifica semejante conducta el ego de sus ejecutivos que se complacen de forma sádica en sojuzgar a sus empleados y necesitan para sentirse importantes mantenerlos oprimidos bajo su suela? ¿Son carne de psiquiátrico? ¿Son unos pervertidos que necesitan desesperadamente que alguien los tumbe en un diván para ser psicoanalizados? ¿Es esa la explicación solamente? ¿O habría encontrado semejante iniciativa el rechazo de las élites colombianas, de perfil no menos siniestro sino más probablemente, que contemplan cualquier mejora en las condiciones de vida de las clases humildes de dicho país como una amenaza? ¿Temen que dicha mejora despierte la envidia de otros sectores de la población que podrían reclamar a su vez unas condiciones más justas para sí mismos? La relación entre fascismo y sadomasoquismo está bien clara, no hace falta consultarlo con ningún especialista en enfermedades mentales; el problema o uno de ellos es que las víctimas del sadismo nada lúdico de los fascistas no suelen ser voluntarias. Acerca del sadismo de los sicarios no quiero bromear porque es demasiado horrible. En esto la escuela psicoanalítica argentina nos ha fallado; no penetró en el corazón del horror, no sentó en el diván a los sicarios, que tampoco fueron sentados en el banquillo, para escarbar en la basura de sus mentes, más atormentadoras que atormentadas, y enfermas de una enfermedad infecciosa que se parece notablemente a la rabia, sólo hace falta leer sus comunicados amenazantes. Pero quizás el psicoanálisis quería transformar al paciente para que se integrase mejor o peor en una sociedad enferma, y no transformar la sociedad en su conjunto, y me refiero a la nuestra, la de todos, profundamente enferma de una enfermedad mortal (sobre todo para sus víctimas). Y es que el nuevo orden neo-liberal los psicópatas crecen como las setas. Es el cultivo que más propicia junto al de la soja transgénica. Son psicópatas transgénicos alimentados con kelloggs regados con glisofato.
Hay que preguntarse estas cosas porque no basta acusar a las corporaciones de todos los males de este mundo. Sus malas practicas prosperan en sociedades de tradición autoritaria que son las que imperan en la mayoría de países latino americanos (y cada vez más en todas partes) donde se rinde culto al varón armado para el que la solidaridad o la lucha desinteresada por el bien común constituye una deshonra. Es un culto a la muerte y a las armas que se extiende por todas partes con el fascismo y que corroe también a la sociedad estadounidense. La exaltación “perversa” del matón, por parte tanto de hombres como mujeres, se intensifica conforme se intensifica la crisis y amenaza con sumirnos en una nueva conflagración mundial de consecuencias apocalípticas. Es el villano como héroe lo que los nuevos tiempos proponen. No podemos cansarnos de repetirlo: el dinero para pagar a los matones y asesinos era extranjero, pero los asesinos son nativos.
Chiquita ha cambiado de dueño (supuestamente, porque resulta imposible saber quién se esconde tras ese nombre de apariencia tan inocente), pero no parece que quiera cambiar sus prácticas. Y ahora se dedica a reventar las huelgas por medio del ejército hondureño que en realidad es el ejército de Chiquita como ocurrió en La Lima a la altura de la Colonia san José no hace mucho, donde 400 trabajadores fueron baleados y se torturó a varios de ellos. Chiquita Honduras despidió como represalia a 105 obreros y se libraron 34 órdenes de captura contra los dirigentes del comité de huelga.
Los vínculos que mantuvo Chiquita Brands con destacadas figuras del panorama político y económico estadounidense están bien claros. Muchos la acusan de estar detrás del golpe que destituyó a Zelaya. Chiquita estaba representada por una poderoso bufete estadounidense, Covington & Burling LLP y su consultora, McLarty Associates. El Fiscal General del presidente Obama, Eric Holder, era socio de Covington y abogado defensor de Chiquita cuando se acusó a la compañía de contratar a los escuadrones de la muerte, el embajador ante la ONU de George W. Bush, John Bolton, y actual consejero de seguridad nacional de Trump trabajó como abogado para dicha firma y el vicepresidente de MC Larty fue nada más y nada menos que John Negroponte que jugó un rol protagonista en la guerra de los Contra contra la Nicaragua sandinista.
Las organizaciones e individuos que conspiran en Honduras son sin duda los mismos que quieren acabar con la democracia nicaragüense disfrazándose de organización sin ánimo de lucro y de organismo altruista como dicen que es ahora el Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad (la de los tiranos y sus secuaces, por supuesto), la antigua Escuela de las Américas, donde cursó el general Romeo Vásquez sus estudios de golpista. Se diplomó “cum laude” en las técnicas de la tortura, la intimidación y el exterminio; que dicha escuela siga abierta a pesar de su historial sangriento nos da una idea de lo alto que se cotiza en el nuevo orden mundial (que es el mismo de siempre sólo que peor) el deshonor y la infamia, y el grado de impunidad de que disfrutan los criminales de guerra. Necesitamos una organización sin ánimo de lucro o filantrópica que nos diga qué ONGs son dignas de su nombre, y que no incluya entre sus miembros a la Cosa Nostra o a la Ndrangheta que muy pronto se autodenominarán organizaciones altruistas. Yo les recomiendo Front Line Defenders, comprometida con el esclarecimiento del asesinato del defensor de la tierra y presidente de Muca, Jose Ángel Flores así como del defensor Sr. Silmer. Otro capítulo negro en la historia de Honduras que merece capítulo aparte.
Si intentamos averiguar la nacionalidad de una corporación como Chiquita nos adentramos en un auténtico laberinto donde resulta difícil no perderse. Al final acabaremos por concluir que como su dinero tiene muchas o que no tiene ninguna. Según algunas fuentes es -en teoría- suiza, país opaco como ninguno donde ocultar las ganancias y patria auténtica de grandes fortunas evadidas, pero su cuartel general se encuentra en el cantón de Vaud y en Florida, o sea que tiene patria doble, pero el grupo Safra Cutrale que la adquirió no hace mucho es una red internacional de empresas que tiene, eso sí, su cuartel general en Sao Paulo, o sea, en Brasil, un país ideal para establecer la sede de una corporación como ésa ahora que manda Bolsonaro y la ultra derecha. ¿Habrá decidido Chiquita volverse brasileña porque en un país tan corrupto como ése donde los jueces mandan a la cárcel a quien le place en base a falsos testimonios por parte de criminales sin crédito nunca saldrían a la luz sus hipotéticos crímenes? Es posible.
Safra y Cutrale, dueños ahora de Chiquita, no sólo comercializan bananas también comercializan soja transgénica, que es un cultivo que se extiende como un cáncer por Argentina, por Paraguay y por Brasil conforme se extiende el fascismo, o lo que es lo mismo: el neo-liberalismo, por dichos países. El cultivo de la soja, (que representa ya el 50 por ciento de las tierras cultivables en Argentina, compromete la seguridad alimentaria de la misma y contribuye a propagar el hambre que sus defensores dicen que pretenden combatir), prospera gracias a la expulsión violenta de campesinos de sus tierras e introduciendo cambios en la legislación que favorecen su cultivo, igual que favorecen la concentración de las tierras y de la riqueza del país en unas pocas manos. Resulta sumamente irónico que las ganancias de la misma se dediquen a pagar la deuda nacional contraída por políticos o militares corruptos siguiendo los sabios consejos del FMI, institución experta como todo el mundo sabe en arruinar la economía de todos los países, y con el único objetivo de engordar sus cuentas y las de los fondos financieros expertos en triquiñuelas de todo tipo cuyas fraudulentas prácticas merecen capítulo aparte.
La soja transgénica (regada generosamente con el insecticida cancerígeno de Monsanto) no sólo amenaza la seguridad alimentaria de Argentina, también es una amenaza para la salud en todo el mundo ya que dicho insecticida venenoso ha ido encontrado en proporciones alarmantes en multitud de alimentos consumidos en todo el mundo, y es que la opresión en las Américas a los demás no nos sale gratis: nos la sirven en bandeja aliñada con insecticida cancerígeno. Los grupos de presión farmacéuticos (Monsanto se fusionó con Bayern no hace mucho) sobornan o presionan que es lo mismo a los comisarios europeos que cenan (en restaurantes de comida orgánica, por supuesto, el glisofato se queda para las masas) con los representantes de los mismos.
Así, si a Honduras se la califica de república bananera, ya podemos hablar de una república de la soja en Brasil, Paraguay y Argentina, ¿O sería mejor llamarlas dictaduras de la soja? Monsanto nos empobrece a todos como empobrece la variedad de las semillas y las degrada y enferma; suprimir a los pequeños campesinos suprime la diversidad en la agricultura y pone a los países de rodillas ante las grandes corporaciones del complejo alimentario, farmacéutico y armamentístico.
Honduras es una prioridad; es la piedra angular donde reposa, junto con el Salvador y Guatemala, la tiranía en las Américas que necesitan muchas escuelas, todas menos ésa que tiene o tenía su nombre. Su libertad es la de todos. Por eso es tan importante que la ayudamos a liberarse, para que exporte no bananas solamente sino libertad y justicia al resto del continente.
Jose Francisco Fernández-Bullón.