En una época de pactos políticos e incertidumbre gubernamental, entre las potenciales y ya resueltas alianzas de la izquierda progresiva empieza a resonar un término que llena de esperanza a muchas familias: la renta básica universal.
Esta renta es, en pocas palabras y sin introducirnos en complejidades técnicas, una prestación anual y periódica, es decir, percibida mensualmente, de una cantidad de dinero mínima destinada a ayudar a personas y unidades familiares en riesgo de exclusión social. Aunque la medida todavía está bajo análisis y estudio constante, se habla de aproximadamente 600€ mensuales que ayudarían a cubrir derechos fundamentales básicos.
Esta medida es, sin lugar a dudas, una de las más democráticas, justas e inclusivas que se puede tomar en un gobierno progresista, puesto que su objetivo es romper la brecha entre ricos y pobres y garantizar el acceso a necesidades tan constitucionales como el acceso a la vivienda, la sanidad y la educación.
Muchas familias actualmente subsisten solicitando la ayuda de prestamistas o ahorrando en la medida de lo posible, pero en muchos casos ni siquiera eso es posible. Aunque los recursos económicos presentes en internet son de gran ayuda y pueden ser tenidos en cuenta para momentos de mayor holgura financiera, esa renta mínima es imprescindible.
El capitalismo tardío reviste una apariencia de neoliberalismo que tiene una consecuencia unívoca: el aumento de la riqueza de los ricos y el aumento de la pobreza de los pobres.
Un estado democrático tiene que implementar medidas igualitarias, antirracistas, ecologistas y feministas que no dejen a la estacada a las personas más vulnerables, que son aquellas en situación perpetua de desempleo o esas otras que no disponen de medios para alimentar a personas a su cargo, sean niños o sean personas en circunstancias especiales.
Por esa razón, y porque los créditos rápidos y fáciles son útiles pero no pueden solicitarse cada mes, es imprescindible que la medida de la renta básica universal salga adelante y no se quede solo en el tintero. En los tiempos que corren los ciudadanos y ciudadanas españolas quieren soluciones a sus problemas, y no promesas vacías y sin futuro.