A pesar de los pesares en la final de la Copa del Rey, hubo fútbol y del bueno. El Sevilla puso ganas y fútbol de su parte y el Barcelona puso ganas, no siempre las pone, fútbol y supo adaptarse y esperar. Dejo el análisis deportivo a los periodistas especializados y yo me voy a lo mío. Pienso que el fútbol ganó a la política y me alegra. Solo con leer la carta Olímpica, probablemente uno de los mejores textos de lo que debe suponer el deporte, descubriremos que esa actividad humana está pensada para unir. Nada más lejos del deporte que la confrontación política. Politizar el deporte es, sencillamente, matarlo.
Esta final se ha convertido en el evento preferente de experimentación para aquellos que quieren hacer del deporte la exaltación de lo confrontación política, y es por tanto un espacio donde se manifiestan todas las contradicciones de una sociedad en la que muchos no saben a dónde van.
¿Una organización, la Real Federación Española de Fútbol, organiza un evento y curiosamente no tiene nada que decir? ¿No sabe imponer en su casa un reglamento y unas condiciones? ¿Acaso organiza la delegación de Gobierno el campeonato? ¿Quizás es que la Copa es un evento de la judicatura? Según parece es la Federación la responsable y ella invita a Clubs que son los que deben aceptar y cumplir el reglamento. La Federación se esconde y con su irresponsabilidad obliga a las demás instituciones a intervenir donde no les es propio.
No entiendo nada. La responsabilidad es personal pero también lo es de cada organización cuando promueve un acto. ¿Se pueden lavar las manos los organizadores y, en su defecto, las autoridades cuando por desidia se deja un evento a la buena de Dios y en él se ofende, silbándola, a una autoridad del Estado y a todos los ciudadanos representados por el himno patrio? ¿Alguien me lo explica?