Reflexión en voz alta
Sí, ya lo sé que es una falta de respeto insinuar que Juan Carlos I no tuviera decencia. El artífice del paso de la dictadura a la democracia, es considerado por muchos españoles como el salvador de la Patria, instaurador de la modélica Transición y sobre todo, un héroe nacional después del 23-F. No obstante, sus orígenes no fueron muy honorables. El primer Gobierno de Su Majestad, con los escombros y desperdicios del franquismo, se ocupó de cumplir la voluntad del que fue Caudillo de España por la Gracia de Dios. Es decir, instauró la monarquía en la persona de uno de los miembros de la Casa de Borbón, designación que el difunto general golpista y sanguinario, dejó atado y bien atado.
Es verdad que la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad, según dice el artículo 56 de la Constitución. Y se han encargado los lacayos y aduladores para que, no solamente queden refrendados los actos oficiales inherentes a su alta dignidad, sino que se han valido de subterfugios legales para que la inviolabilidad acoja a las fechorías que pudiera cometer a título personal. Todos los españoles somos conocedores de cómo el Parlamento blindó toda posibilidad para que no se le pudiera llevar ante la Justicia bajo ningún concepto.
La figura del Rey encarna dos instituciones: la Jefatura del Estado y la Corona. El Jefe de Estado es el Rey, pero la institución monárquica va más lejos. La Corona acoge en su seno a la Familia Real. Es decir, los monarcas reinantes y sus descendientes, poseedores de los derechos dinásticos. Tanto hijos como hermanos del Rey. La institución monárquica es anacrónica y en el caso español lo es mucho más. Porque la lógica del último tercio del siglo XX, aconsejaba una evolución hacia un régimen republicano; careciendo de méritos para su instauración, la propia familia de los Borbones. Dicha familia apoyó el golpe que derribó la Republica, y como premio el general Franco, prometió el Trono de España al nieto de Alfonso XIII, precisamente destronado por la República, legítima y legalmente democrática. Para completar la dignidad y el rango de un Rey, es preciso llegar a los orígenes de la monarquía. En España sucedió con la conversión de Recaredo, nuestro primer rey católico. El poder del Rey es de origen divino. Es fácil encontrar la alianza Trono Altar en todos los reinos cristianos. En España sin disimulo esta alianza está vigente por tradición del nacionalcatolicismo. Mucho más evidente se contempla en el maridaje Iglesia Estado.
Por tanto en la monarquía española, el Rey no es un ente aislado del resto de su familia. La Reina consorte y sus hijos, el Príncipe o Princesa de Asturias y las infantas, constituyen la Familia Real como institución. Todos y cada uno de los miembros están obligados a llevar una conducta ética y moral ejemplares. Juan Carlos I si únicamente hubiere sido Jefe del Estado, su conducta personal como ciudadano, cónyuge o padre, no tendría relevancia, pero al ser miembro de una familia que es consustancial a la Corona, la más alta institución del Estado, sus fechorías y escarceos amorosos no pasan desapercibidos ante el pueblo. Amén de frecuentar amistades poco ejemplarizantes y viajes por los cuales tuvo que pedir públicamente disculpas. Los devaneos de Juan Carlos I, han sido silenciados por una corte de aduladores y caciques rancios y trasnochados. La perversa y farisea Transición ha traído consigo la impunidad del genocidio franquista, cuya amnistía sumió al pueblo en una amnesia histórica. El bipartidismo, las derechas nacionalistas y la prensa, auténtica impostora del periodismo, han silenciado la conducta de un Rey que hacía honor a sus predecesores en el Trono de España. El Rey disfruta de una inviolabilidad absoluta. Aunque algunos de los miembros de su familia, sí hayan rendido cuentas ante la justicia. El telón de La Gran Farsa de la Transición, está próximo a su fin. En una República el Presidente está sometido al imperio de la Ley a nivel personal. Sus circunstancias familiares o amicales nada tienen que ver con la Jefatura del Estado.
Los políticos que hicieron la Transición son cómplices de que el Rey de España pueda llegar a ser un indecente… Y que nadie se engañe, la reconciliación de las dos Españas es una mentira, apuntalada por embustes. Nunca hubo voluntad de que la Historia la cuenten, también, los vencidos… Las víctimas… Los reos inocentes… Los hijos y nietos de los asesinados por el franquismo…
COMENTARIO:
No Pedro, así NO!!! No es la mejor medicina para este país enfermo que agoniza por culpa de elementos como el Emérito que hasta asco me da otorgarle una mayúscula para mentar a semejante individuo porque no se merece otro apelativo que el de sinvergüenza. Hay que empezar diciendo que este caradura se prestó a los designios que el genocida, ladrón y dictador Francisco Franco le tenía reservados y que además lo hizo, de mil amores. Sabes que no tenía edad para casarlo con la bastarda de su hija que tenía diez o quince años más que el borbón y tampoco para casarlo con su nieta mayor si no, la estirpe bastarda y todavía más discapacitada si cabe nos estaría dando hoy en día un titular detrás de otro. El Emérito disfrutó y vivió como un rey toda su miserable juventud y se rodeó de ratas usureras como él. Cuando muere el asesino del Ferrol éste hereda su estatus de jefe del estado (no entiendo por qué no el de Generalísimo, lo mismo no hubiera gustado en Europa y de cara a la comunidad internacional tampoco hubiera quedado demasiado democrático) La MIERDOCRACIA DEL 78 se le iba de las manos y gestó un golpe de estado que organizó y a la vez disolvió quedando como el salvador de nuestros derechos y libertades … nada más lejos de la realidad porque eso sirvió solamente para afianzar aún más el fascismo que todavía vive entre nosotros. Este sinvergüenza no nos trajo sino miseria y eso sí, para su uso y disfrute contaba con los fondos ilimitados, putas ilimitadas (se sabe de más de 5.000 con sus nombres y apellidos y las cuales costeamos con nuestros impuestos) y una vida regalada que los discapacitados de los españoles aplaudían y todos se decían Juan Carlistas. Su hijo el Huevos Fritos, es cómplice directo de las fechorías de su padre. Conoce sus negocios, las cuentas numeradas en todos los paraísos fiscales del planeta y el nombre de los testaferros que cuidan de su patrimonio a lo largo y ancho de este mundo… Son una estirpe de ladrones, asesinos y ninfómanos sin piedad y siempre que se hable de estos INFAMES hay que empezar contando eso; el Emérito cuál borbón a lo largo de los siglos, deja un legado tan miserable como todos y cada uno de sus antecesores y su hijo el narcoléptico, recoge su legado y lo transmite a la siguiente generación de sanguijuelas, garrapatas y piojos Reales. Éste es el trato que merece su majestad… y así, ha de ser recordado.