Conversación tranquila de @jmfrancas con Juan Claudio de Ramón (@JuanCladeRamon), diplomático y escritor.
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JMF: ¿Cómo ves la España actual?
Juan Claudio de Ramón: Como sociedad, dividida. Como Estado constitucional, asediado. Con tristeza y algo de ansiedad, por tanto. Pero con la resistente y extraña reserva de esperanza que late en la imagen que más a menudo me viene a la cabeza al pensar en el país: la de un enfermo con mala salud de hierro.
JMF: Graves dolencias, sin duda. ¿La división avanza?
Juan Claudio de Ramón: Digamos que hay dos crisis que de manera consciente o inconsciente quieren hacerse coincidir, porque con una sola no basta: la territorial y la que tiene que ver con la forma de Estado. En realidad es difícil calibrar el equilibrio de fuerzas. A veces pienso que las instituciones comunes son más fuertes de lo que creemos y aguantarán el envite.
JMF: ¿Las dos crisis las provocan los mismos?
Juan Claudio de Ramón: No, pero podríamos decir que hay una coincidencia estratégica entre el independentismo y esa parte de la izquierda que desea iniciar una especie de nuevo proceso constituyente.
JMF: ¿Peligra el régimen del 78?
Juan Claudio de Ramón: Bueno, yo no lo llamo Régimen del 78. Para mí es solo el Estado social y democrático de Derecho del 78, sin disputa el mejor marco legal de convivencia que hemos tenido los españoles desde siempre. Una obra que requiere reparaciones, pero no demoliciones. Prefiero pensar que no peligra, aunque es obvio que tiene fieros impugnadores.
JMF: Y ¿la monarquía? Parece un objetivo claro.
Juan Claudio de Ramón: Sobre la monarquía pesa una malentendido. No es nuestra forma de Estado, que es la democracia parlamentaria y constitucional. Es solo la forma de la jefatura del Estado, que no es lo mismo. Forma de organizar la jefatura del Estado, por cierto, cuyas ventajas y bondades ha aprendido a valorar. Creo que funciona muy bien y es algo que yo no cambiaría. Pero tiene críticos, claro.
JMF: ¿No piensas que ahora mismo es el gran bastión de la unidad de España?
Juan Claudio de Ramón: Es uno de ellos, sin duda, pero hay que tener en cuenta algo: cuando hablamos de la unidad de España no estamos hablando de un trozo del mapa del que nos hallamos encariñado, sino de la unidad de un cuerpo ciudadano y solidario. La indivisibilidad del territorio es un clásico principio del republicanismo, lo que hace más difícil de entender la aparente alianza de las izquierdas republicanas con el nacionalismo secesionista.
JMF: Cuesta entender una izquierda independentista pero la hay y actúa, a cierta izquierda hasta le da grima la palabra Espana, ¿por qué piensas que ocurre esto?
Juan Claudio de Ramón: No es algo que le pasara a los republicanos de la II República, sin duda. Piensa que la revista cultural promovida por el bando republicano durante la guerra, en la que escribían Alberti, Machado o Maria Zambrano, se llamaba así, «Hora de España”. La explicación estándar para que explicar ese rechazo del que hablas es el trauma del franquismo, pero a mí me resulta difícil de creer que cuarenta años después el problema lo haya heredado una generación nacida en democracia. Pensar en España como un producto del franquismo es una tesis tan extravagante como desatinada. Al contrario, desde Cádiz hasta Azaña, la nación liberal española es una creación de los españoles progresistas.
JMF: ¿Cómo resolver ese trauma? No tiene sentido que votar derecha o izquierda sea votar a favor o en contra de España.
Juan Claudio de Ramón: No tiene sentido alguno, tú lo has dicho. El remedio no es comenzar de pronto a sentir un orgullo de ser español, expresión que no tiene mucho sentido, sino sencillamente, revalorizar nuestra condición de españoles. Es decir, convertir a España no en un orgullo o un sentimiento, sino en un bien valioso que queremos preservar y legar. Porque España es una realidad valiosa. Siempre digo que el valor neto de un país es la suma de lo que vale su ciudadanía y su tradición cultural e histórica, y en ambos baremos España puntúa muy alto. Una ciudadanía democrática y garantista y un anchísima tradición cultural a nuestra disposición.
JMF: Cabeza sobre sentimientos…, ojalá. ¿No es el separatismo solo sentimiento?
Juan Claudio de Ramón: Bajo ciertas circunstancias, el separatismo puede ser una opción racional. Si uno vive verdaderamente oprimido o despreciado por el Estado al que pertenece. Pero esas no son las circunstancia que se dan en el caso catalán, a mi modesto entender, donde el motor del deseo de separarse es esencialmente sentimental. Un sentimiento de pertenencia a una comunidad lingüística diferenciada que, en ausencia de verdaderas justificaciones, busca pretextos para salirse del marco de la ciudadania compartida.
JMF: Y, ¿cómo se resuelve si es cuestión de sentimientos?
Juan Claudio de Ramón: Mi hipótesis es que el problema es esencialmente lingüístico. Las líneas de fractura territorial en España están donde están las líneas lingüísticas. Por tanto, lo que debemos trabajar es la convivencia lingüística.
JMF: ¿Alguna idea?
Juan Claudio de Ramón: Sí, legislar. Es puramente increíble que un país con el grado de conflictividad lingüística que tiene España no se haya dotado de un marco normativo estable para pacificar la cuestión. El proyecto, que comparto con muchas personas, pero sobre todo con la profesora catalana Mercè Vilarrubias, es la propuesta de una Ley de Lenguas Oficiales, donde se cambie el paradigma: de uno exclusivamente basado en la protección de las lenguas a expensas de los derechos, a uno basado en los derechos de todos los hablantes y la inclusión de las lenguas minoritarias.
JMF: ¿Me lo puedes concretar de alguna manera?
Juan Claudio de Ramón: El estado español tolera y ampara la diversidad lingüística del territorio. Este año, sin ir más lejos, el premio nacional de poesía ha sido para una autora en catalán y el de ensayo para una en gallego. Mi enfoque no es victimista ni compra el victimismo. Lo que digo que es que si queremos contener los proyectos nacionales alternativos al español basados en la existencia de una lengua propia, el esfuerzo no es todavía suficiente, y sobre todo, todo lo que se haga, debe visibilizarse más. No se trata de que haya una administración completamente tetralingüe, lo que es ridículo, sino que las lenguas co-oficiales sean más visibles. En cuanto a los aspectos particulares, partimos de un principio muy básico: en materia lingüística, los derechos son de los administrados y las obligaciones son de las administraciones. Hay que respetar las preferencias de los hablantes. En las comunidades bilingües la educación debería ser bilingüe y en las comunidades monolingües, las lenguas co-oficiales ser ofrecidas como optativas, por ejemplo, o como lengua vehicular incluso allí donde pueda haber demanda, por ejemplo en las provincias limítrofes. En general, creo que hay muchas maneras de articular un consenso razonable basado en la buena fe y la inclusión. Lo que tenemos ahora no es razonable, y está basado evidentemente en el ánimo de excluir.
JMF: Pasar de excluir a incluir sería clave, pero lo veo muy alejado de la realidad política. Será la UE la que nos obligará a ser inclusivos en esto y en más cosas?
Juan Claudio de Ramón: La Unión Europea no tiene poderes ni deseos para decir a los Estados cómo deben organizarse internamente. Aunque ciertamente, cuando se les explica a los europeos el status quo lingüístico en España la reacción es de extrañeza, porque en el resto de países con más de una lengua oficial, la escuela bilingüe o el doble circuito es lo normal. A veces de manera cínica se dice que la independencia acabaría con la inmersión lingüística porque un hipotético mediador internacional llegaría a la conclusión inmediata de que a los castellanohablantes se les discrimina.
JMF: Se supone que la UE irá a más unión, hay quien ve unos Estados Unidos de Europa, ¿lo ves posible?
Juan Claudio de Ramón: Solía pensarlo. Ahora la bruma ha invadido el horizonte. Sigo viendo fuerzas unificadoras en juego. Al mismo tiempo, es evidente que hay un rebrote nacionalista fuerte. En la perspectiva larga, ¿este rebrote es un epifenómeno o un corte, un verdadero cambio de tendencia? ¿Seguimos caminando hacia Cosmópolis o hemos empezado el camino de regreso a Westfalia? No lo sé, y no creo que nadie lo sepa. Al menos, mi bola de cristal está empañada.
JMF: Gracias, hay materia para meditar mucho con lo que me has dicho. Un abrazo.