El escándalo de las grabaciones entre Fernández Díaz, ministro en funciones del Interior, y Daniel de Alfonso, director de la oficina antifraude de Catalunya dependiente de la Generalitat catalana, revelan un estilo de hacer política que sin duda es tan miserable como universal.
España está carcomida por la corrupción porque la política se ha querido adueñar de todo empezando por el resto de poderes del Estado. Usar los ERE en beneficio propio, de mis amigos y de mi partido es corrupción igual que usar a la policía para que investigue a mi adversario, sea de mi partido o de otro. Disfrazarme de cordero para, una vez llegado al poder, abusar de él quitándome el disfraz y actuar a mis anchas imponiendo mis ideas, es tan corrupción como exigir peaje en todas aquellas decisiones que desde cualquier gobierno tienen puntos de discrecionalidad.
En el fondo de la cuestión está, pensando bien, el intentar que mis ideas puedan prevalecer sobre las del contrario con los medios que haga falta y, pensando mal, que es lo más probable, el ocupar el poder para mi propio beneficio.
Lo del Ministro pinta mal como tantas cosas y, sin querer esconder a los investigados si algo han hecho, es miserable y corrupto dirigir las investigaciones hacia los que nos molestan. Estas cintas no invalidan la cantidad de pufos descubierto por las fuerzas de seguridad en España, pero ponen en tela de juicio la integridad de muchos de los políticos que están al mando de nuestro país.
No entiendo nada. Para la cosa pública solo sirve el que, siendo honesto y honrado, está preparado, y, dado lo que nos jugamos, no se debe dar ninguna segunda oportunidad al canalla: el que la hace la paga alejándoles para siempre de la política. ¿Puede cada partido responsabilizarse de su propia casa? ¿Alguien me lo explica?