Alon Albergu
El Gobierno está muy preocupado por las conductas de la sociedad que incitan al odio. El odio es una emoción como lo es el amor. Si el amor y el odio no hacen daño a nadie no tiene porqué ser negativo o malo en sí mismo. El amor y el odio, no en pocas ocasiones cierran un mismo círculo vicioso. Tanto el odio como el amor no son ni bueno y malo si no se proyectan para hacer el mal a los demás. Este planteamiento es válido sólo al margen de todo planteamiento religioso. El sentimiento de odio para la religión es pecado y para el mundo laico, si no causa daño que sería un delito, el odio en sí mismo es una cualidad. Si alguien siente odio hacia una persona pero no le causa daño, el odio tampoco perjudica a quién lo siente como emoción legítima.
El Ejecutivo encuentra indicios de delito cuando observa conductas que incitan al odio.
Sobre todo en el campo terrorista, racista, homófobo, proxeneta, pederastia y un lago etcétera. Es muy positivo que extreme su celo en estas amenazas que sufre nuestra sociedad. Donde cualquier apología puede incitar a cometer el delito contra colectivos más vulnerables. Pero el Gobierno no contempla qué hacer cuando aquello que incita al odio son, sus políticas, que causan crímenes legales en tiempo de paz, donde el ciudadano no ha creado ningún conflicto y sin embargo es víctima de él. El sistema jurídico y político no están pensados para que el pueblo se defienda de las agresiones de los políticos, teóricamente, servidores públicos…
Yo como ciudadano siento odio legítimo contra el Gobierno y se lo demostraré todos los días a través de mi manifiesta discrepancia y el derecho a la libertad de expresión. Considero que esta sensación de odio hacia el que me agrede, teniendo la obligación de protegerme, es saludable y psicológicamente terapéutico. ¿Venganza? Yo lo llamaría reparación o exigencia de devolución de los derechos sustraídos. El Código Penal tiene tipificados los delitos de incitación al odio, evidentemente causantes de daños graves. Pero para los crímenes legales en tiempos de paz, los políticos solamente responden cada cuatro años en las urnas. ¿No es una situación legal pero inmoral?
Sin duda toda la legislación que el Gobierno ha sido capaz de poner en marcha, contra el pueblo español al dictado de la Troika, supone una incitación al odio. Y es inevitable.
¿Qué sentimiento pueden tener los enfermos de hepatitis C, frente a la negación del medicamento prescrito por los facultativos?
¿Cómo llamaríamos al sentimiento que padecen familias enteras, desahuciadas de sus viviendas de protección oficial vendidas a un fondo Buitre?
¿Puede estar el odio ausente de aquellas personas que ven cómo sus seres queridos se mueren por los recortes sanitarios?
¿Cómo reaccionar ante el hambre, el paro, el exilio de los jóvenes y los científicos?
Pues señores políticos, el pueblo español siente odio hacia vosotros, yo, el primero. Porque es un pueblo vivo y honrado. Vuestra inmoralidad pone en duda vuestra legitimidad para insultarnos con vuestras mentiras avaladas de embustes. No somos demagogos, ni populistas y mucho menos jilipollas.