AZ PERIODISTAS 20 abril, 2016
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DESCOMPOSICIÓN DEL PARTIDO POPULAR
(La reconciliación pendiente)
Por Pedro Taracena Gil
Ha sido mi intención escribir este breve ensayo sobre la posible descomposición del PP, pero ha sido mi voluntad realizarlo al margen de las ideas y opiniones de aquellos ciudadanos, medios de comunicación o partidos políticos, que abrazaron la Santa Transición, como portadora de los valores eternos de la unidad nacional inquebrantable. Es decir, aquellos sujetos que se consideran constitucionalistas de 1978 por encima de cualquier otra valoración humanística, social o política. Tampoco he tenido en cuenta las valoraciones que veladamente expresan la esencia del franquismo y el nacionalcatolicismo como algo consustancial con el Partido Popular, sin olvidar la mayor parte de los medios de comunicación y la derecha burguesa y caciquil de España. He tratado de plasmar mi pensamiento renovado en el siglo XXI despojado de mi bagaje; habiendo sido consciente de que la Transición no tenía nada de modélica pero que mirando a otro lado votaba PSOE y daba por buena la farsa como mal menor.
El PP se desintegra como lo hizo su predecesora la Unión de Centro Democrático (UCD). Son partidos oportunistas en la Historia. Se constituyen sin una ideología y hegemonía propias. Ambos son producto del franquismo. Mezcla de militarismo, falangismo, burguesía, católicos viejos, caciques, funcionarios y los bancos, con algunas connotaciones traídas de la democracia cristiana europea del liberalismo económico de la City y de los conservadores del Tea Party de los EEUU. Esta amalgama de ideas y este popurrí de ritmos, ha llevado al PP a una situación tan podrida como insostenible. Una de sus virtudes es que de la mentira y del embuste han hecho la gran virtud de su acción política. Están instalados en la vida en la mentira como escribía Václav Havel en su libro El poder de los sin poder.
El primero y gran factor diferenciador del PP, lejos de haber desarrollado alguno de los derechos constitucionales, ha sido alcanzar las cotas de corrupción más altas en democracia. Para los militantes del PP ya no es rentable ser candidato a concejal, diputado autonómico, diputado o senador a las Cortes Generales. Los privilegios ya no serán como los que hasta ahora disfrutaban. Los poderes absolutos que permitían la corrupción generalizada entre los políticos y las empresas, se verán más controlados y no se permitirá el latrocinio descarado, aunque los dirigentes del PP no hayan tomado conciencia de ello por ahora. Desaparecerán la ingente cantidad de asesores designados por el dedo divino del partido. Los servidores públicos del PP, lejos de confiar en los funcionarios de oposición que están al servicio del Estado, preferían crear una administración paralela al servicio, no del Estado sino del partido. Además, la cota de poder alcanzada en las últimas elecciones, no permite aumentar el número de candidatos; teniendo en cuenta que en la próxima legislatura se reformará la ley electoral y será difícil que el PP y PSOE se beneficien de la enorme injusticia de la desproporcionalidad, entre los votos y los escaños. Las holgadas mayorías absolutas pasarán a la Historia.
La corrupción, los malos resultados electorales, por mucho que el PP se crea que ha ganado las selecciones, las luchas internas de la vieja y nueva guardia, así como los pesos pesados del partido con responsabilidad en los anteriores gobiernos, en las comunidades autónomas y en las diputaciones, condenados por delitos de corrupción, supone un lastre muy podrido y pesado. En esta materia el PP está convencido de que cuando el pueblo había votado a los candidatos corruptos, el hecho de salir elegidos suponía la garantía de la impunidad. Y la complicidad del pueblo de alguna manera daba la razón al PP.
No podemos olvidar que el liderazgo histórico del PP lo constituye una dinastía que hunde sus raíces en la dictadura franquista. Fraga fue uno de los ministros estrella de la era despótica, criminal y sanguinaria. Fraga entrega el liderazgo a Aznar y Aznar a Rajoy. La antigua Alianza Popular, asociación política de la dictadura se convierte en Partido Popular, con el mismo corte totalitario que el mismo franquismo. Lejos de condenar la dictadura, siempre, ha sido Franco un referencial para todas las viejas y nuevas generaciones del partido. La Constitución establece para los partidos políticos que: “Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos”. El PP no dispone de este mecanismo de democracia interna. Pero sí funciona el ente que ellos atribuyen todas las decisiones y designaciones, el dedo divino del líder supremo.
En la actualidad los malos resultados electorales y la corrupción, así como las mermadas expectativas de futuro lucrativo para los militantes, se convierten en un caldo de cultivo para las intrigas palaciegas típicas y el conflicto de liderazgos encontrados. El primero en ser cuestionado aunque sea honorífico es el liderazgo del ínclito Aznar, tercero en la dinastía franquista llamado a perpetuar el franquismo bajo la cobertura de la fundación FAES – Fundación para el análisis y los estudios sociales. Es fácil albergar la duda si esta fundación asesora a Aznar o al partido, observando la falta de cohesión que hay entre la institución y los cuadros de la formación política. Su entronización en la Historia es pobre y muy lejos de haber dejado la huella de un hombre de estado. Más bien ha sido un títere acomplejado, vértice del triángulo de las Azores. En la actualidad Rajoy no necesita un líder de la oposición que le controle y critique, porque con Aznar tiene suficiente. El gran enemigo del PP habita en las entrañas de sus propias mazmorras.
La figura del líder oficial del partido no puede ser más patética. Más aún, como se ha escrito hasta la saciedad, Rajoy es un personaje siniestro, indecente, terco, torpe y parco. Nada brillante, aunque nadie de los que le rodean le hagan sombra. No conozco a ningún político del PP que haya perdido prestigio en el desempeño de su función pública, porque nunca lo tuvieron. Las alabanzas propias jaleadas entre ellos, los tribunales se han ocupado en desautorizarles. Es líder de un partido que se asienta sobre la corrupción más evidente. Los papeles de Bárcenas, han sido validados por los jueces, aunque hayan saltado de renglón cuando en la lista estaba Rajoy como receptor de sobres de dinero negro, procedentes de una de las varias cajas B del Partido Popular. Es un líder que está acabado y defenestrado, con poco ruido de sables en su entorno porque si el dedo divino desaparece, qué hacer si no hay democracia para renovar el poder y el liderazgo.
Es muy difícil de establecer el perfil de María Dolores de Cospedal, lideresa carismática dentro de la escala del PP. Como responsable política es una más mintiendo en el Partido Popular, organización política edificada en la mentira apoyada por embustes. La puesta en escena que interpretó para explicar lo inexplicable, sobre la liquidación en diferido de Bárcenas, ya es un clásico de todos los canales de televisión. Cospedal es secretaria general de un partido sin ideología, pero tampoco la necesita, basta con estar al servicio de los bancos, los empresarios, los obispos y lacayo de la Troika. El corresponsal de L’Humanité declaraba en TVE, que tal y como había entendido la explicación de este portento de oratoria envió su crónica a París, pero la redacción se lo devolvió porque no habían logrado entender nada y la consideraban incomprensible en lengua francesa.
El cuarto de los líderes naturales en discordia no es un caballero, es una señora de estirpe noble, se trata de la lideresa augusta dama doña Esperanza Aguirre. Todo lo que tendría que decir de este personaje lo he dejado reflejado en una especie de biografía apócrifa, con más de treinta artículos que constituyen un breve ensayo sobre un ESPERPENTO NACIONAL. Creo que no tiene interés el dedicarle la más mínima atención, a quien es un adefesio en decadencia con muchos destellos de amoralidad. El futuro del Partido Popular pasará sobre su cadáver político. Los líderes regionales, ya casi fuera del poder en su totalidad, el que no está en prisión está pasando el viacrucis de la corrupción. Feijóo aún está luchando para no naufragar en las mareas gallegas. El líder Albiol está más cerca del franquismo nacional xenófobo, que, de la burguesía catalana, perdiendo mucho fuelle en la Catalunya del siglo XXI.
Con estas premisas podemos hacer una hipótesis de cómo será la defenestración parcial o total del PP. Aznar seguirá con sus conferencias y nutriéndose de la sabia de FAES, sin esperar que los valores constitucionales se pongan en práctica, se lo prohíbe su franquismo de cuna.
En el caso de Rajoy, la mayoría del pueblo español ya ha decidido que no le quiere como presidente del Gobierno, y con una futura ley electoral, el PP saldría con mucha menos representación. El nuevo Gobierno basará su política en desmontar todos los crímenes legales que han provocado en sus cuatro años de nefasta gestión. Para el futuro líder de la oposición será humillante ser testigo de que la arrogancia y el despotismo que le habían hecho confundir, una democrática mayoría absoluta con un poder absolutista, ahora, toda su política como un castillo de naipes caerá a los pies de su escaño. Si queda como portavoz de los populares y líder del PP, los militantes se cuestionarán su liderazgo. Y si renuncia a ser el portavoz de su partido en el Parlamento y se ocupa del liderazgo del partido en la calle Génova, 13, ¿quién será el futuro candidato del partido a la jefatura del gobierno?
El futuro del Partido popular depende de quién ostente el dedo divino. Un congreso que el PP denomina convención provocaría más división. Aznar acudirá con FAES, Aguirre con su mochila cargada de liberalismo económico y conservadurismo arcaico. Cospedal con su expresión confusa pero plena de evidencias plagadas de embustes, los nuevos pipiolos negando el genocidio franquista y todos ellos con el estandarte de la unidad de España y la nación española. Utilizando la Constitución como escudo para que España no se rompa, sin reconocer que España sigue rota desde aquel 18 de julio de 1936. Pero lo que saltará en mil pedazos será el Partido Popular, aunque refundirle sin renunciar a sus padres fundadores: Franco, Fraga, Aznar y Rajoy el IV en la dinastía, es seguir con la farsa de la democracia. Quizás haya que refundir las mentes de los franquistas mediante una auténtica y pendiente reconciliación entre los españoles…