El sistema educativo español se ha regido, desde los tiempos de Felipe Gonzalez, por criterios y bajo leyes socialistas. Hubo un intento por parte de Aznar, al final de su segunda legislatura, que, si bien llego al BOE, nunca se aplicó, dado que Zapatero, justo al ocupar la presidencia del Gobierno, derogó la ley. No fue hasta la primera legislatura de Rajoy cuando el PP presento y aprobó una nueva ley educativa, la LOMCE, tambien llamada ley Wert ministro autor del proyecto. La nueva ley, al menos en el texto aprobado solo gracias a la mayoría absoluta del gobierno popular, suponía unos tímidos -aunque eficaces- intentos de transformar una educación solo igualitarista en una enseñanza basada en el esfuerzo.
Desde el principio, la oposición no dudo en poner zancadillas a su implementación y, de hecho, las CCAA no gobernadas por los populares, se declararon en rebeldía, interpusieron recursos ante los tribunales e inflamaron la calle, convencidos de que una ley educativa nunca podría ser hija de la derecha. Para la izquierda política, la educación es ‘casus belli’, pues saben de su importancia para cambiar la sociedad. El modelo educativo en España no se negocia, y mucho menos se acepta, que pueda ser un modelo que proponga la derecha y me temo que va a ser así mientras puedan.
Ayer, se reunió por primera vez en esta Legislatura la Conferencia Sectorial de Educación, a la que pertenecen los Consejeros de todas las Comunidades Autónomas y, ¡oh milagro!, se alcanzó un acuerdo: El PP rebaja lo que piden los demás y santas pascuas. De momento la batalla estaba en las famosas revalidas de Wert, presentes en la inmensa mayoría de sistemas educativos de la UE, y, estás, han pasado a mejor vida, transformándose en las evaluaciones diagnóstico de Méndez de Vigo. ¿Qué más se tragará el gobierno con o sin patatas?
No entiendo nada. ¿Cómo pueden alegrarse los responsables políticos de la enseñanza en España de que ganen las tesis del mínimo esfuerzo? ¿Alguien me lo explica?