Escribir sin miedo, sin máscaras, sin importar quién lo lea porque escribo para mí. Necesito expresar mis emociones: las buenas y las que son menos buenas. Todos esos sentimientos que se quedan atascados en alguna parte entre el cuerpo y el alma; esas sensaciones que te llenan de dolor o alegría dependiendo del lado desde donde se crean; en definitiva, lo que se queda guardado bajo llave cuando las palabras no son suficientes para decir lo que uno siente…
Detrás de esta sociedad de consumo rápido, de personas enganchadas a la idea de vivir deprisa, de los deseos de aparentar ser feliz, de intentar ocultar el vacío interior detrás de una belleza irreal pero tan perfecta y admirada por la gente. Si removemos un poco en el interior de todo eso, podemos ver que no hay nada. En el mundo no caben las emociones reales, se puede ver a muchas personas tristes fingiendo ser felices mostrando todo lo que tienen y lo que creen ser, pero muy pocos simplemente se atreven a ser…
Dicen que la gente que no encaja en este mundo es porque está creando uno mejor. Quizás no sea necesario encajar en un mundo donde apenas hay valores, respeto o cariño entre la gente: las familias se rompen, las parejas se quieren pero no se aman, los niños conocen el precio de las cosas pero no el valor que tienen y se aprende a competir antes que a compartir.
Es complicado que alguien se atreva a afirmar que está triste, que se siente solo, que tiene miedo, que la mayoría de sus relaciones son superficiales porque para llegar dentro, para mostrar el interior, para decir lo que se siente realmente y expresar las emociones tal y como son, hay que tener mucho coraje. En este mundo de fachadas y máscaras, los valientes de corazón se muestran detrás de una causa que merezca la pena y si tienen suerte, encuentran a otros valientes que se atreven a ser sin parecer.