En plena semana de portadas con la lista de los Papeles de Panamá y después de días y días hozando en el estiércol del pitufeo blanqueador de capitales del PP de Valencia, aparece en la prensa la duda, cuanto menos razonable, sobre la financiación de ‘Podemos’, por su peculiar procedencia y posterior posible blanqueo, y el rumor cada, día más insistente, de opacidad en la financiación de Ciudadanos que amenaza con salir a la luz en cualquier momento.
Lejos de hacer de altavoz a rumores o ni siquiera extender noticias sobre comportamientos dudosos de personas o partidos, me parece más interesante señalar porque seguimos en eso.
Uno tiene la sensación, cuanto no la casi seguridad, de vivir en un mundo de cuatreros. La máxima existencial de nuestro modus vivendi se resume perfectamente con el viejo casticismo, hoy políticamente de la más incorrecto, de ‘maricón el último’.
A falta de una profunda moral personal que valore la honradez como característica básica del buen ciudadano, ayuda mucho al buen comportamiento el que quien la hace la paga y la pague más bien caro. Si uno no tiene principios, quizás tenga miedo a lo que le pueda ocurrir si actúa malamente y, dado que no estamos en el lejano oeste las leyes deben ser las que sancionen esos frecuentes atrevimientos.
No entiendo nada. ¿Realmente alguien se cree que con partidos políticos poco democráticos y con el poder judicial sin medios y secuestrado por la política, es posible erradicar la corrupción? ¿Alguien me lo explica?