EROS Y EL AMOR PLATÓNICO
Por Pedro Taracena Gil
Eros es el amor en su esencia primitiva, está más próximo del animal, que todos llevamos dentro, que del hombre racional, cultivado y responsable. El amor entendido como la expresión del encuentro corporal, donde asisten como protagonistas los cinco sentidos. Si bien interviene la razón, no es para armonizar, sino para ser testigo mudo y pasivo del juego amoroso. Eros como interpretación del amor en el mundo de los clásicos, se refería a la relación entre hombres, no obstante, puede hacerse extensible a hombres y mujeres; incluyendo el amor lesbiano. Los sentidos y el sexo en estado puro, sin más injerencias ambientales y periféricas. Sexualidad y sensualidad. Erotismo engendrado por Eros, como patrimonio diferenciado entre el hombre y la bestia. Donde el amor es sexo, y el instinto de los amantes predomina sobre la razón. Los prejuicios nos pueden escandalizar y los complejos limitar, pero la celebración desnuda del amor en el lecho carnal, sin límites y sin establecimientos previos, puede ser monótono, pero también creativo, único e irrepetible. Producto de la diferencia entre el instinto predestinado y el libre albedrío de la razón. Cuando abundamos en definir el amor humano, bajo el prisma de Eros, hallamos un sinfín de atributos. Todos encaminados al gozo y a los placeres sexuales. Lujurioso se podría denominar bajo la cultura judeo-cristiana. Ajeno a la procreación. La naturaleza sella en el instinto de los animales la multiplicación de la especie. Para los humanos es opcional y ahora más que nunca. El amor sin contaminación busca y encuentra su fin en sí mismo. Las consecuencias del amor se desprecian o se evitan previamente. El amor se consuma en estado puro. Allí sólo importan los atrapados por Eros. No existe nadie más. Podemos ahondar más y adjudicarle más atributos y epítetos: El amor es efímero, aunque nadie quiere que termine, no es eterno. Tampoco somos conscientes de que cuando se contamina, se doméstica, y se transforma. El amor es salvaje y posesivo. Egoísta y celoso, ciego e insaciable. Sensual y sexual. Infantil y caprichoso. Inmaduro y adolescente. Irresponsable y apasionado. Se siente libre. Atrapa y hace esclavo al ser amado. Comienza y concluye en el cuerpo. Nada y nadie existe cuando Eros hace su presencia. ¿Cuáles son las impurezas que hace que el Amor-Eros abandone la perfección? Pues todo aquello que lo va domando, racionalizando y poco a poco alumbrando su principal cómplice y a su vez rival. Éste no es más que el Amor-Cáritas en el universo judeo-cristiano, y el Amor-Ágape en el greco-romano. El cariño. El amor es el presente y el cariño eterno. A pesar de ello, cuando las brasas encenizadas del cariño, acarician la brisa de la sexualidad, aviva la llama del amor, Eros hace renacer el presente. El amor vuelve a ser efímero.
Eros sólo se hace presente cuando la cópula amorosa se lleva a cabo bajo la influencia de verbos adolescentes, no adultos. Verbos vírgenes, sin contaminación del deber, el mandato o la responsabilidad. “Me gustas”. “Te deseo”. “Te quiero para mí”. “Ansio poseerte”. “Sigue, no pares nunca”. “Lo quiero, aquí y ahora”. “Compartamos el gozo”. “No me harto de…” Lo quiero todo ya”. Cuando el amor intenta crecer, abandona el estado salvaje y se encuentra en el mundo de la razón. En el mundo del deber y convenir. Obligaciones y convenciones de la sociedad. Estos verbos ahogan el amor. La madurez y la responsabilidad son incompatibles con el amor en libertad, limpio y desnudo. Sin previsión, espontáneo. El arte de amar con el concurso de Eros, quizás, está en conseguir la capacidad de desnudarse y abandonar en el dintel del lecho amoroso, todo aquello que estorba a la pasión primitiva. La convivencia es el primer enemigo del Amor-Eros, puro, salvaje, natural y primario. A pesar de que esto pueda provocar, escandalizar y transgredir la inercia de la historia. Eros es la libertad, no conoce ataduras y responsabilidades. El Amor-Eros es lo contrario del Amor-Cáritas. Egoísmo contra generosidad. Entrega y donación contra posesión y pasión. Eros no renuncia a nada, siempre quiere más y sólo entrega aquello que recobra con réditos. Otorga felicidad porque le reporta felicidad. No entiende de renuncia y mucho menos de ausencia de placer. El sexo es la piedra angular de su estructura. El amor puro es la esencia del gozo, de la posesión, de la satisfacción plena, del sexo consumado, de la lujuria, de lo amoral, de la transgresión, de la consumación del deseo sexual. Se comporta como si ninguna deidad existiera. Después del amor, sólo hay más amor. Hasta el infinito. Hasta la eternidad. El débito conyugal, el matrimonio legal, la familia, la procreación y todos los valores humanos de la convivencia, surgen al margen de este amor. Cuando el amor supera o se contamina con el mundo que sirve de vestido a los amantes desnudos, surge el amor domesticado por la tradición secular y sobre todo religiosa. Ese amor contaminado, adulterado y nada transgresor, abandona su estado de inocencia adolescente y primitiva, y se convierte en el garante de la felicidad colectiva y allí se engendra la procreación, el amor filial, el cariño, la ternura y tiene vocación de perpetuarse. Eros huye espantado de esos lugares hacia otros derroteros; acechando nuevas presas…
Revisando este texto a la luz de lo que se viene considerando como amor platónico, podría interpretarse que el amor platónico es el amor ausente de toda relación física. Se comete un error al contemplar este amor como espiritual ausente de todo lo material, sexual o erótico. La filosofía de Platón nos hace comprender mejor el amor entendido por el filósofo cuando nos explica a través del Mito de la Caverna, la existencia de dos mundos. El mundo de los sentidos, de la naturaleza, es decir, del hombre. Y otro mundo el de las ideas, que se llega a él a través de la razón al conocimiento a la perfección y a la libertad. Entonces un amor será platónico, es decir perfecto, ideal, virtual, sublime… Si es el reflejo del amor perfecto que se encuentra en el mundo de las ideas. Pero Eros es un bien en el mundo de las ideas y cuanto más se acerque a ese ideal más platónico será, pero también más real y sensual. Se alejará del mundo de las sombras y se acercará al mundo real, donde el sol es el foco de la luz y donde se consuma nuestra realidad.