Encontrar pareja con los 5 sentidos

El hombre siente el impulso biológico de encontrar pareja desde que la evolución lo convirtió en un ser social. Inmediatamente, surgió la urgencia de formar grupos de convivencia y...
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El hombre siente el impulso biológico de encontrar pareja desde que la evolución lo convirtió en un ser social.

Inmediatamente, surgió la urgencia de formar grupos de convivencia y de mantenerlos en número de individuos, incluso ampliarlos para que la interacción entre ellos les otorgara más fuerza. Así, la procreación consciente fue, desde el principio, la base para asegurarse la supervivencia del grupo y la tendencia a mantener durante tiempo una pareja estable; aseguraba la descendencia y la protección de la familia.

En esta necesidad natural no somos diferentes de otros grupos animales. Ni quizá tanto como pensamos en los métodos que utilizamos para seleccionar entre los diferentes individuos, aquel que nos parece el mejor para ser nuestra pareja.

Las teorías darwinistas que se basaron en la publicación de Charles Darwin; The descent of man, and selection in relation to sex, apuntan a que desde el Neandertal hasta nuestros días, a la hora de encontrar la pareja ideal, el hombre busca en la mujer rasgos de belleza y la mujer, en éste, de fuerza y seguridad. Otros estudios aluden a las características genéticas de los individuos a la hora de unirse.

La biología al servicio de nuestras emociones

La carga biológica del ser humano puede ser la explicación más sencilla sobre porqué elegimos una pareja y no otra para el proyecto de compartir nuestras vidas.

La biología obliga porque cualquier ser vivo solo puede contar con las características naturales con las que está dotado, y las más básicas y limpias de influencias externas, son las sensitivas. El hombre oye, ve, huele, degusta y toca por propio impulso natural.

Nuestros cinco sentidos se ponen en alerta y si los atendemos podemos encontrar en ellos la respuesta a gran pregunta: ¿Es mi pareja ideal?

Ver si se parece a ti

Los ojos son los primeros que captan las sensaciones que nos produce otra persona. El concepto de belleza que cada uno tenemos estará sometido, además de a las leyes de universalidad, a las particularidades de raza, condición social y preferencias particulares. El primer dato que obtendremos pues es si el aspecto de la otra persona nos resulta grato, pero eso no es todo.

Se trata simplemente de reconocer en el otro un baile de gestos que armonice y acompañe a los nuestros, es decir, posturas parecidas, expresiones faciales que se respondan de la misma manera y gestos similares ante sensaciones iguales.

Puede parecer absurdo esperar que alguien demuestre vergüenza, alegría, temor o sorpresa, con un gesto idéntico a cómo lo hacemos nosotros, pero son estas claves las que están sugiriendo que estamos ante una persona altamente afín, ante una potencial relación de pareja estable.

La revista Journal of Nonverbal Behavior publicó un estudio analizando el comportamiento de las parejas que sentían mutua atracción, y llegó a la conclusión de que las parejas potencialmente afines prueban su compatibilidad de forma no verbal construyendo comportamientos de lenguaje corporal simétricos.

Nuestra pareja ideal ha de sonreír, llorar y hasta moverse de forma parecida a nosotros.

Oler como los animales

Muchas especies utilizan el olor como reclamo, predisposición o comunicación con los individuos del sexo contrario.

El ser humano no es una excepción y segrega sustancias químicas que trasmiten información sobre sus cualidades e intenciones cuando se encuentra frente a otras personas.

Son la feromonas, entonces, portadoras de gran información a la hora de plantearse la compatibilidad que tenemos con una posible pareja.

No se reduce a que el olor de otra persona no nos desagrade. La importancia de captar de forma inconsciente el aroma de las feromonas en el otro, radica en que nos agrade mucho o bastante y en diferentes circunstancias.

Tras el descubrimiento de Preti y Wysocki sobre la posibilidad de que ciertas sustancias químicas segregadas por la axila del varón desencadenan una reacción hormonal en la mujer que intensifica su apetito y disponibilidad sexual, muchos estudios se han dirigido hacia la función sexual que representan las feromonas. Pero eso no es lo más importante. El olor que un ser vivo exuda, transmite a otro una valiosa información genética que es tenida en cuenta de forma inconsciente a la hora de elegir pareja, igual que en los animales a la hora de procrear.

Raramente un animal copulará con un miembro de su familia aunque no lo reconozca como tal. La información que recibe de su olor le advertirá de que, con la misma carga genética que él, la posibilidad de mejorar las características de la descendencia serán nulas.

El hombre, como especie animal, recurre a este mismo sistema a la hora de detectar como agradable o no el olor de otra persona.

Evidentemente no pensamos solo en nuestra prole cuando elegimos pareja, pero este instinto ancestral va más allá de nuestra propia voluntad y nos apunta hacia un tipo de persona que nos complemente y no se contraponga a nuestras cualidades en todos los sentidos.

La vista, el oído, el olfato ya han puesto en alerta nuestros mecanismos de atracción sexual y nuestras sensaciones emocionales cuando valoramos el interés que despierta otra persona en nosotros.

Buscamos pareja para compartir emociones, y la atracción física es tan importante que nuestro impulso primario es hacer trabajar a nuestros sentidos para que nos aporten la información suficiente sobre la otra persona y sobre nuestras reacciones ante ella.

Besos, el anticipo del sexo

Una novedosa línea de investigación, denominada filematología, sostiene que el intercambio de saliva entre dos personas es fundamental para conocer la afinidad sexual que puede existir entre ambas.

Estos estudios, dirigidos por Helen Fisher, profesora de antropología en la Universidad Rutger, defienden que las sustancias que la saliva contiene nos informan sobre la idoneidad sexual de otra persona.

La saliva masculina contiene testosterona y según Fisher, los hombres «inconscientemente intentan transferir testosterona para provocar el apetito sexual en las mujeres». Por su parte las mujeres, encuentran en el beso información sobre el estado del sistema inmunitario masculino, lo que aporta datos sobre su salud y su capacidad para procrear.

Besar despierta o no el deseo sexual entre dos personas, nos dirige hacia un nivel de intimidad compartido o distanciado y genera los primeros afectos.

Del análisis inconsciente que hacemos de estos primeros afectos, deriva la certeza de que una persona nos es afín.

Tocar a una persona para conocerla

El tacto juega un importantísimo papel en todas las relaciones sociales que el ser humano establece. Y más aún en la vida afectiva.

La importancia de tocar y trasmitir con este sentido, se viene considerando desde hace mucho tiempo, principalmente en la educación de las personas que han de ganarse al público en el ejercicio de su trabajo. Una de las primeras lecciones que se indica a los altos cargos en las Relaciones Públicas es que dependiendo de calidad de su primer apretón de manos, trasmitirán confianza y honestidad a otra persona.

Nada nos resulta nuevo en la necesidad de tocar o abrazar a nuestra pareja cuando el amor es ya un lazo de unión entre ambos. ¿Pero cuando acabamos de conocer a esa persona que pudiera ser nuestra pareja perfecta?

El tacto es el sentido más sometido a tabúes por lo que de la discreción de utilizarlo, podemos recabar mucha información. Es inesperado en los primeros contactos, y muy gratificante.

Si una persona nos ha gustado a la vista, nos ha resultado agradable al olfato; podemos coger su mano discretamente e incluso darle un sutil abrazo en los primeros encuentros que establezcamos con ella.

Si su piel no nos produce rechazo y si nuestro acercamiento táctil no le hace retraerse o evadirse de él, hemos completado el examen que nuestros sentidos hacen de los demás.

Llegar a besar y tocar a alguien que nos ha gustado derriba todas las barreras de acercamiento entre dos personas. A partir de ese momento, el camino hacia la intimidad y el conocimiento mutuo está abierto.

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