«Qué piensa uno cuando está crucificado»
JAM MONTOYA
EL SÍNDROME DE ESTOCOLMO
Pedro Taracena Gil
«El fenómeno es muy curioso, pero ocurre con más frecuencia de lo que se cree y, aunque no llegue al extremo del amor romántico, suele registrarse una identificación entre rehén y secuestrador que se ha dado en llamar Síndrome de Estocolmo».
Yo heredé el Síndrome de Estocolmo de mi familia en forma de silencio. La II Guerra Mundial terminó en 1945, a punto de que yo cumpliera mi primer año de vida. Mi padre participó como voluntario en la Guerra Civil provocada por el Golpe de Estado del general Franco, tuvo que exiliarse en los campos de refugiados del sur de Francia. Demoró su regreso a España cuando se disiparon relativamente las represalias que los vencedores pudieran tener contra él. Tres hombres buenos de su pueblo de La Campiña de Guadalajara, avalaron su regreso. No exento de amenazas veladas una vez entre sus convecinos. Sin apartarnos de mi familia paterna, uno de sus hermanos se fue voluntario a la División Azul. Este tío mío fue mi padrino de bautismo para más señas. El otro hermano de mi padre tuvo que hacer la mili en el bando vencedor.
En otro lugar de España, en Andalucía, el abuelo de mi mujer maestro de escuela, socialista y alcalde republicano de su propio pueblo, era detenido, encarcelado y asesinado en enero de 1941 en Baza (Granada). Una investigación de la familia nos ha hecho albergar la esperanza de que se encuentre en una de las fosas comunes en el cementerio de esta ciudad. Mientras el abuelo alcalde de Porcuna (Jaén) permanecía detenido, encarcelaron a la abuela, siendo padres ambos de siete hijos que tuvieron que pasar al cuidado de una tía soltera. Las cartas que se cruzaron desde las cárceles son estremecedoras. Al salir de la prisión sufrió el escarnio más grande que se puede imaginar, por sus propios convecinos: rapado de cabeza, purga de ricino, amenazas que sembraron el pánico de aquella viuda y sus siete huérfanos de padre. Como fue habitual el alcalde republicano fue expropiado de sus tierras de labor, por sus propios familiares y convecinos.
Cuando yo tenía cuatro años, se proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, 10 de diciembre de 1948.
https://www.un.org/es/universal-declaration-human-rights/
Los niños de la postguerra crecimos en los pueblos estudiando el Catecismo del Padre Ripalda, impregnados del nacional catolicismo y cantando el Cara al Sol con nuestra camisa nueva. Nuestras familias presas del pánico durante toda la dictadura, supieron traducir su horror en sosiego y paz normales. Son tres generaciones las que crecimos educados en la gran farsa de la paz, de la unidad y con la excusa de que España era diferente, el mundo era el que estaba equivocado.
Es evidente que la victoria de Franco, lejos de lograr la reconciliación entre los españoles, ahondó la herida, sumiendo al pueblo en la amnesia de su propia memoria histórica. Cuando murió el tirano el mal ya estaba hecho. La farsa consumada a través de la llamada modélica Transición. El propio franquismo en 1977 promulgó la Ley de Amnistía. Por primera vez en el mundo un genocidio como el Genocidio Franquista quedaba impune… Amnistiado por sus propios verdugos criminales.
El síndrome de Estocolmo ya se había inoculado en el pueblo español. Habíamos asumido que el criminal golpe militar había sido un Alzamiento Nacional. La Guerra Civil provocada por el golpe se le denominó Santa Cruzada de Liberación. Por supuesto el general invicto era proclamado Caudillo de España por la Gracia de Dios. La dictadura militarista, falangista y del nacional catolicismo, se le denominó Movimiento Nacional. Una especie de partido único.
Nos hicieron creer que Franco nos había salvado de las hordas comunistas, masonas y ateas. Pero la verdad fue que el capital, sobre todo la familia March, el Ejército y la Iglesia, fueron quienes cometieron los crímenes desde 1936 hasta 1975. Su objetivo no fue derrocar a la República, sino traer de nuevo a los Borbones al Trono de España. Según Franco España seguía siendo un reino. Y él fue su regente en la alegalidad y más tarde instauraría la monarquía. Su último objetivo.
Mientras, la dictadura ejerció con mano de hierro la pedagogía de que el Caudillo de España nos había salvado del comunismo soviético… En 1976 nació mi hija y se incorporó a la tercera generación que ya habíamos sido inoculados con el Síndrome de Estocolmo. Esta inoculación supuso pervertir y contaminar al pueblo español con el mal ejemplo o la falsa doctrina. Como que la victoria de Franco le daba legitimidad para seguir gobernando y establecer la sucesión de la Jefatura del Estado a un ilegítimo heredero al Trono de España.
Como escribía más arriba el mal ya estaba hecho. Todo había quedado atado y bien atado. El pueblo fue engañado para que el Rey fuera el sucesor del dictador, a través de un referéndum fraudulento urdido por el Rey de España y su Jefe de Gobierno. Porque el objetivo de traer a los Borbones estuvo escrito desde la tarde del 17 de julio de 1936.
Los mismos franquistas fueron los que escribieron la Constitución de 1978. Una constitución burguesa, tutelada por el Ejército, la Iglesia y el Capital. Cuarenta y cinco años han sido definitivos para que el llamado consenso fuere establecido como el remedio a todos los males y nadie cuestione ya el ilegítimo Régimen del 78. Esta acción pedagógica ha sido llevada a cabo con la colaboración de todos los medios de comunicación, auténticos impostores del periodismo. Sin olvidar que los caciques franquistas nos amedrentaron para que aceptáramos su opción para evitar una involución…
A estas alturas de mi breve ensayo, es necesario que establezcamos los síntomas:
La unidad de España como una mentira y además abstracta. En España hay una sola nación y además es indisoluble porque lo dice el texto constitucional, pero la entelequia de nación y nacionalidad, también encierra imprecisión y falsedad
La Constitución es defendida en su totalidad como un credo dogmático, por aquellos que no les interesa cuestionar algunos artículos o cumplir los fundamentales. El derecho a la huelga es admitido por todos los españoles, siempre y cuando no molesten a nadie. Si los efectos de la huelga provocan molestias, el rechazo es total. Y los empresarios ya sin disimulo quieren unos sindicatos dóciles y un gobierno que dé estabilidad para establecer su esclavitud laboral nada disimulada.
Los incidentes de Cataluña hasta traspasar la frontera con Francia, han sido condenados por los llamados constitucionalistas políticos y civiles, y han aplaudido la acción de la policía.
Sin embargo, los Chalecos Amarillos en Francia no han sido considerados como terroristas y Mayo del 68 tampoco se consideró como terrorismo. Aquí en España los medios se encargan de no cuestionar ni una coma el Régimen del 78, induciendo al pueblo que tampoco lo haga.
Mi experiencia de vivir seis años, de 1973 a 1980, en Catalunya y tener una hija catalana de nacimiento, habiendo trabajado en una empresa de implantación en todas las capitales y ciudades de Catalunya, me permite conocer el tejido humano, laboral, cultural, económico y comercial de la tradición catalana. Paso vergüenza ajena cuando contemplo que españoles que apenas han pasado de los Monegros, hayan asumida la cultura oficial del nacionalismo español. La presencia de los secesionistas catalanes en Madrid fue una lección de saber hacer y saber reivindicar. Nadie se ha parado a pensar que el 155 es un artículo en el cual la Carta Magna preconiza la fuerza. En un estado de la Unión Europea en el siglo XXI. Pero el síndrome de Estocolmo te hace comulgar con ruedas de molino.
Lo que dice la Constitución
«1. Si una Comunidad Autónoma no cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el Gobierno, previo requerimiento al Presidente de la Comunidad Autónoma y, en el caso de no ser atendido, con la aprobación por mayoría absoluta del Senado, podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquélla al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés general».
Si los españoles nos vacunamos del síndrome de Estocolmo, lograremos disponer de un criterio propio y admitir que el texto constitucional es una ley que se puede reformar, cumplir, no cumplir o derogar. No obstante, por suerte ya hay no pocos españoles que están cuestionando la legitimidad de la monarquía, la disyuntiva de monarquía o república, denuncia de los Acuerdos con la Santa Sede, separación de hecho de la alianza Iglesia Estado y del maridaje Trono Altar. Y ya casi nadie habla de la modélica Transición…
El Credo se definió en el concilio de Nicea en el año 325, y desde entonces este texto es incólume… La Constitución Española no es el Credo de Nicea, por mucho que lo diga el pueblo español bajo los efectos del síndrome de Estocolmo…
Observación final: Por si alguien no ha identificado el Síndrome de Estocolmo en la sociedad española, le invito a que compruebe que hoy en Las Cortes Generales están sentados tres partidos que su origen está en el más genuino franquismo. Ministros de Franco crearon Alianza Popular, después escribieron la Constitución y se jactan de no condenar al general Franco, venerando sus pompas y obras, sin condenar el genocidio. La extrema derecha no es un fenómeno importado de Europa. No, es español, español, español…