EL OLOR A TABACO PUEDE MATAR
Por Pedro Taracena Gil
El tabaco es una industria, un negocio y su consumo provoca adicción. Las autoridades civiles y sanitarias tradicionalmente han practicado y propiciado la cultura de la hipocresía. Evocando derechos fundamentales para proteger su consumo. Han tenido que pasar muchos años, siglos hasta cuestionar su consumo, sometiéndolo a ciertos controles. Dejando a la responsabilidad de los adultos la protección de los menores. En hogares, vehículos y fiestas familiares privadas.
Cuando hizo acto de presencia la pandemia del Coronavirus, los estancos quedaron exentos del confinamiento. Se les concedió la misma consideración que la alimentación, las farmacias y los bancos. Seguía siendo un artículo de primera necesidad. Solamente una sociedad enferma de una pandemia no declaraba oficialmente, es capaz de esta hipocresía sanitaria.
Con la pandemia el disparate del tabaco está llegando al esperpento. Un esperpento nacional y creo que, salvo los fanáticos orientales, esta cultura del tabaco es mundial.
Antes de que ampliaran la prohibición del tabaco como elemento de contagio, los no fumadores, ya habíamos apercibido del peligro que corríamos los no fumadores y los memores. Caminando por la calle cuando se huele a tabaco, cigarrillos o puros, salga el humo del cigarrillo en pausa o después de haber exhalado la calada, ese olor es transportado por el aire igual que las partículas líquidas que transmiten el virus. Hoy las autoridades ya han prohibido fumar como otro elemento más de prevención como los guantes, la higiene y las mascarillas.
Pero los fumadores tienen unos, patente de corso y otros la bula de la santa cruzada, para saltase la abstinencia en cuaresma. Fuman como antes de la prohibición. Sin rasgarse las vestiduras es preciso asumir que no solamente en España sino en el mundo entero la humanidad se resiste al cambio. Es un cinismo absoluto cuando todos buscamos la nueva normalidad, y en realidades la nueva normalidad nadie la quiere.
Hay que proteger y apuntalar el turismo español: los bares, las terrazas, los chiringuitos de la playa, el turismo de borrachera, los establecimientos del ocio nocturno incluyendo los prostíbulos. Industria que lejos de no obtener valor añadido, es donde más se explota al trabajador y donde más se practica la esclavitud.
No seamos hipócritas, no hay nueva ola de pandemia. El bicho sigue en el ruedo. Hay espontáneos que saltan al ruedo con el bicho dentro. Hay un comportamiento incívico, inmoral y en algunos casos suicida y criminal. De las autoridades políticas, no hablemos… En las residencias de la Dependencia se consienten crímenes legales. Sí, crímenes cometidos con la legalidad de la austeridad. Y en los hospitales se cometen igualmente crímenes legales por la merma de respuesta provocada por los recortes legales de diez años.
El Coronavirus está colocando a cada cual en su sitio. Aunque los más vulnerables son los paganos. En los barrios de los adinerados no se da el Coronavirus porque de forma privada, se pueden pagar la prueba y no lo comunican a la Sanidad Pública. Las redadas se organizan, únicamente en los barrios donde vice la plebe, los parias y los proletarios. Los medios callan y cuentan la versión oficial de la propaganda del NODO del Régimen del 78.
Todas estas consideraciones son muy fáciles de negar por parte de los patricios que es para lo que están, para mantener la mentira de la cual viven y se alimentan.
Imágenes del Banco de Google
COMENTARIO ANÓNIMO
«Llamarles patricios a esos asesinos y narcotraficantes es honrarlos.
Es como cuando les llamas pijos… Para ellos es un honor, una especie de título nobiliario, les encanta y les da prestigio.
Yo les llamo piojos, piojosos, monos muertos de hambre o directamente, FASCISTAS y así acabo antes.
La MIERDOCRACIA del 78 o, la dictadura franquista de toda la vida, es orden dispuesto al que estamos sometidos y eso para un demócrata, no es bueno«.