Durante los últimos setenta años el dólar ha sido la divisa hegemónica en el mundo. Los bancos centrales en todo el planeta mantienen una gran parte de sus reservas en la divisa americana y tanto los estados como las empresas privadas la usan en sus transacciones internacionales. El comercio con los bonos del Tesoro de Estados Unidos es el más profundo y extendido de los mercados de activos líquidos. Como resultado de esto, la economía de los Estados Unidos se ha beneficiado enormemente de una divisa que engrasa las ruedas del sistema financiero global.
Si tenemos en cuenta que el papel moneda (fiat money o dinero hecho por ley y creado de la nada) es básicamente deuda respaldada por una economía; comprar y usar dólares es comprar o pagar deuda de los Estados Unidos.
El mundo soporta la deuda de la primera potencia económica del mundo porque necesitan seguir creyendo ciegamente que sigue siéndolo, y así evitar ser arrastrados al abismo por el hundimiento de este gigante. Pero: ¿Y si ya no lo es?
Este dominio mundial de una divisa es históricamente inusual. Así lo expresa el libro “Cómo funcionan las divisas globales: pasado, presente y futuro” (How Global Currencies Work: Past, Present, and Future –Princeton University Press-) del que son autores el profesor de Ciencias Económicas en la Universidad de Berkley, California, Barry Eichengreen, experto en el sistema mundial de divisas; y Arnaud Mehl y Livia Chitu, economistas del Banco Central Europeo.
Los autores de este libro desmontan la teoría clásica de “el ganador se lo lleva todo”, que afirma que, en cada momento histórico, sólo puede haber una divisa de reservas dominante que eclipsa al resto. Ese ha sido el punto de vista mayoritario durante décadas cuando la libra dominaba antes que el dólar lo hiciera. En un futuro muy cercano algunos creen que será el renminbi chino (popularmente conocido como yuan) el que estará destinado a hacerlo.
Sin embargo, Eichengreen y sus colegas dicen que las divisas de reserva pueden coexistir, y se basan para ello en un estudio de las reservas de los bancos centrales entre 1910 y principios de los años setenta, enfocando especialmente en el periodo entre guerras (años 20 y 30 del siglo pasado). En ese periodo, por ejemplo, tanto la libra como el dólar compartieron el estatus a partes iguales. Y antes de la I Guerra Mundial también el franco francés y el marco alemán tenían gran importancia internacional.
Según estos autores, es en la segunda mitad del siglo XX cuando a falta de alternativas el dólar se hace con el monopolio como divisa de reserva. Pero esta situación está cambiando rápidamente. El dólar va a tener que aprender a coexistir con otras divisas en las reservas de los bancos centrales, sobre todo con el euro y el yuan. La velocidad de este cambio dependerá de las decisiones que tome Donal Trump.
En una entrevista para Quartz, revista digital que se autoproclama como “una guía de la nueva economía global para gente apasionada por el cambio”, Eichengreen aclara qué puede suceder si el dólar abandona su posición dominante en los mercados financieros globales.
Confianza emocional
Para Eichengreen con el dólar pasa como con Windows. En la medida que la tecnología ha democratizado las transacciones hay menos posibilidades de monopolizar. El mundo online ha facilitado el intercambio de divisas, como los sistemas operativos alternativos y el free software han facilitado que ya no sea obligatorio usar Windows.
De todos modos el impacto de esto dependerá de la estabilidad de los gobiernos y bancos centrales. Si hay un trauma financiero importante o un desmadre a la hora de controlar el techo de deuda por parte del Congreso de Estados Unidos, o una guerra comercial entre China y Estados Unidos, todo puede explotar súbitamente. Todo dependerá si la gente no confía ya en los bonos del Tesoro de Estados Unidos como activos seguros, o si por el contrario se fía menos del estado de derecho en China como respaldo del renminbi (yuan).
Perder la confianza en los valores refugio como el dólar sería muy disruptivo para la economía global, la globalización de las finanzas y el comercio internacional basado en el uso de dólares.
“Si la liquidez se “seca” porque la gente ya no quiere tener ni usar dólares -afirma Eichengreen- ¿qué van a usar entonces? Sólo quedarían unos cuantos francos suizos y unos pocos yuan, ya que los controles de Pekin hacen difícil obtenerlos. Habría una escasez de liquidez global. ¡Es un escenario terrible!”.
La confianza en el dólar no tiene sólo un componente económico. También emocional. Por ejemplo: los países que confían en Estados Unidos para su escudo defensivo tienen más reservas en dólares que los que no lo hacen. Los países con misiles nucleares propios tienen menos reservas en dólares que los países desarrollados sin armas atómicas, como España. Es una manera de mandar el mensaje: “¡Estamos con vosotros y en contra de vuestros enemigos!”.
Las decisiones de Trump en política internacional pueden cambiar esta sensibilidad al sentir que Estados Unidos abandona a sus aliados. Ellos entonces no tienen por qué seguir usando dólares. Así que imaginemos a Corea del Sur y a Japón, dos gigantes económicos, pensando que Estados Unidos ya no garantiza su seguridad y tienen que desarrollar su propia capacidad defensiva. Eso puede suponer que disminuyan mucho su relación con el dólar.
China inclina la balanza
¿Será el Yuan el sustituto del dólar? ¿Será China quien desplace a los Estados Unidos en la hegemonía mundial? ¿Está China suficientemente abierta, financieramente hablando?
Las divisas globales de dinero fiat como la libra y el dólar han estado soportadas por democracias liberales o repúblicas.
China sabe que debe hacer una reforma política para fortalecer el papel de la legalidad y la fiabilidad de los contratos y, en definitiva, de su seguridad jurídica. ¿Puede ese reforzamiento legalista ser suficiente para apoyar el liderazgo del yuan?
China ha conseguido hacer muchas cosas que otros países no han logrado antes. Así que puede que nos sorprendan.
Además no siempre las monedas globales han sido fiat money y sus promotores democracias y repúblicas. Pensemos en los denarios romanos, en los dínares califales o en los reales de a ocho españoles, no eran democracias o repúblicas los que los acuñaron.
Los inversores, sea cual sea la época o el lugar del mundo, quieren siempre lo mismo: Un gobierno fuerte y estable que respalde políticas amistosas hacia las inversiones. Algo que precisamente no podemos decir del gobierno Trump, el cual está tomando decisiones erráticas, y tampoco podemos decirlo de la Unión Europea, que lejos de tener un gobierno tiene una colección de gobiernos tratando de crear una unión financiera. Por eso China, además de ofrecer su músculo económico, ofrece una estabilidad que los demás no pueden ofrecer.
Hay cuatro cosas que son necesarias para que tu moneda juegue un papel global: tamaño, estabilidad, liquidez y seguridad.
La economía europea necesita seguir creciendo y necesita llegar a la unión financiera para ser un mercado con mayor liquidez.
Europa ha hecho progresos al superar su crisis y empezar a crecer y los valores soportados en euros están creciendo y teniendo mayor liquidez.
En un escenario optimista, los autores del libro afirman que podemos ir hacia un sistema financiero global que se asiente en tres pilares: dólar, euro y yuan.
En un escenario pesimista puede suceder que el dólar se hunda antes de que el euro y el yuan tengan la solidez suficiente para hacer frente a una crisis global de liquidez, lo que arrastraría a todas las economías y a la propia globalización.
Cirptomonedas como divisas globales
Pero hay un nuevo jugador en el escenario: las criptomonedas.
¿Podrán estas criptomonedas facilitar el tránsito de una economía dolarizada a otra digitalizada?
Los expertos ven pegas.
Para Eichengreen el dinero debe tener tres funciones: ser un medio de pago, un medio de contabilidad y un medio de ahorro o conservación de la riqueza. Las monedas digitales o criptomonedas prometen reducir los costos de las transacciones y pueden ser unos medios de pago muy eficientes.
Pero la mayor parte de ellas no tienen valor como medio de ahorro, no sirven para almacenar riqueza, por carecer de un respaldo en activos reales (metales preciosos, energía…) y por carecer de un respaldo político-legal sólido. Son muy volátiles y facilitan la especulación.
La historia nos muestra que los medios de ahorro fiables deben tener siempre un gobierno y un activo material detrás que los respalde. Ese debe ser el futuro de las criptomonedas, especialmente para la criptomonedas acuñadas por los bancos centrales.
Lo que cabe preguntarse es si esas criptomonedas “públicas” acabarán con las criptomonedas privadas como el bitcoin; o si los bancos centrales tratarán de regularlas desde fuera del negocio por ser usadas para el blanqueo de dinero, evasión fiscal, financiación de terrorismo y tráfico de drogas.
Para este experto, lo más probable es que gradualmente veamos como los bancos centrales y los gobiernos ocuparán ese espacio de las criptomonedas para dar a la población los medios de pago eficientes que demanda.
Lo hemos visto antes históricamente con la evolución desde las monedas de oro, hasta las monedas simbólicas de metal, al papel moneda, a los depósitos bancarios y ahora a las monedas digitales.
¿Sobrevivirá el bitcoin? Sí, pero en el casino, en ningún otro lugar.