La cultura española vive en la primera mitad del siglo XX, sobre todo en las décadas de los 20 y 30, un periodo de brillantez, que ha hecho que se hable de la “Edad de Plata” de la cultura española. Por diversas razones, siempre que se habla de la II República española, se asocia a la masiva participación en ella de un sector intelectual y a la brillantez cultural. Y se termina a veces identificando esta Edad de Plata con la etapa del 1931 al 1939, lo que está lejos de la realidad.
En cuanto a la primera afirmación (la fuerte implicación de la clase intelectual), hay que decir que no se trataba, en contra de lo que pueda parecer hoy, de unos intelectuales fuertemente politizados Hay, por el contrario, en el mundo cultural y académico de la última etapa de Alfonso XIII un ambiente de pluralidad y convivencia entre distintas opciones políticas y religiosas, que luego se perdió. Se ha llegado a hablar, de una forma hiperbólica, de una “República de los profesores”. Pero más que un republicanismo doctrinario y radicalizado en el sentido ideológico, en el mundo intelectual existía la esperanza en un cambio hacia un sistema más justo, más a la altura de los tiempos, ante un régimen que claramente muestra señas de agotamiento y exige profundas reformas. El modelo de esta actitud es Ortega; pero también Marañón, Menéndez Pidal, Julián Marías y tantos otros.
Por otro lado, la brillantez y altura de este momento de la cultura española no va unida al sistema republicano o, al menos, no hay una relación de causa-efecto entre estos fenómenos. Ni siquiera hay una coincidencia cronológica. Se asocia este resurgir cultural a la República, cuando en realidad es un fenómeno que viene de la etapa anterior y, en cierta forma, independiente de los condicionamientos políticos. Hay que reconocer que el nuevo régimen realiza una labor interesante en el campo cultural y educativo, pero se olvida con frecuencia que la mayoría de las instituciones e iniciativas eran anteriores.
Doy unos pocos datos, por otro lado bastante conocidos. La famosa Institución Libre de Enseñanza se funda en 1876. La Junta de ampliación de Estudios, que tanto se pone como ejemplo de apertura de España a la cultura exterior, procede de 1907. La tan ponderada Facultad de Filosofía se instala en la Ciudad Universitaria en 1927, en pleno reinado de Alfonso XIII y, por cierto, en unos terrenos cedidos por el mismo rey. García Morente, alma de aquella Facultad, llega a decano en 1926 y fue Subsecretario de Instrucción pública en 1930, siendo ministro Elías Tormo. Todas estas fechas son anteriores a 1931 y se encuadran, por tanto, en la etapa de la Restauración. En fin, hágase una comprobación fácil y que a alguno sorprenderá: véanse las fechas de las obras más importantes de la Generación del 1927 y compruébese las que son anteriores y posteriores a 1931. Obras como “El romancero gitano”, “Marinero en tierra”, “Ámbito” o “Platero y yo” (la lista se podría alargar casi indefinidamente) se publicaron en aquella “oscurantista” España de los Borbones. Eso, por no hablar de la pintura, la música, la arquitectura. Todo esto quiero decir que hay una continuidad de la cultura española (idea muy querida por lo mejor del pensamiento liberal español) que mantiene su vitalidad a los largo de la historia y que, de alguna manera, es independiente del condicionamiento político e, incluso, de la falta de libertades (ya que esa labor sigue en parte durante la época de Franco). Esa vitalidad de la cultura española no es obra de la República ni de la Monarquía. Pero (¿por qué no decirlo?) en el ambiente de concordia y libertad que se vivió en buena parte del reinado de Alfonso XIII, encontró un buen caldo de cultivo.