El uso del Hiyab
Que nadie dude porque es objetivamente cierto, que la utilización del pañuelo por las mujeres musulmanas, es una prescripción religiosa. No es una costumbre cultural como pueda ser un traje regional, tampoco es una identificación étnica ajena a la religión. Es una imposición divina, que emana de El Sagrado Corán y la Sunna del Profeta. La mujer cubre su cuerpo en su totalidad, como expresión de su modestia para evitar la excitación sexual que puede provocar en el hombre. Es posible que algún padre se sorprenda, porque a su hija le prohíben la entrada en un colegio a causa del uso del pañuelo. Pero cuando declara que es decisión libre de su hija, y su prohibición le supone un trauma, este padre miente. Porque si no es capaz de explicar a su hija que vive en un país donde los otros padres de las otras niñas, no les han impuestos estas normas que son religiosas y privadas, entonces, estamos ante unos comportamientos llevados por el fanatismo, no por la razón. Y estos padres utilizan a sus hijas para practicar una variable más de integrismo. Los niños toman los modelos de los padres y los padres a su vez están orgullosos de que sus hijos sean fieles a la tradición. Además de una connotación sexual, el uso de vestimentas impuestas a las mujeres por su religión, tiene un segundo motivo y es la sumisión y la dependencia y sometimiento al hombre. Que nadie se rasgue las vestiduras, porque esta desigualdad entre los hombres y las mujeres en las tres religiones monoteístas, es genuina desde sus raíces. El Antiguo Testamento de la Biblia y La Torá de los hebreos o israelitas; La Biblia y el Nuevo Testamento de los cristianos y El Corán de los musulmanes, la imagen de la mujer queda muy mal parada, con respecto al hombre. Y por mucho que hayan evolucionado los países donde tuvieron su origen, allí donde impera su influencia, las mujeres están postergadas. El colmo del cinismo machista de estos colectivos es cuando se les ve por la calle lucir ropa del marca del siglo XXI, incluyendo camisetas de hombreras y vaqueros, mientas sus compañeras les acompañan a dos pasos de ellos, tapadas hasta la cabeza, en verano y con el niño a cuestas. Es normal que este estado de cosas sean bien vistas por los obispos. Ven con buenos ojos que en las aulas estén los crucifijos, símbolo del nacionalcatolicismo y que las niñas entren en la escuela mostrando la sumisión a su religión y tapándose para no provocar sexualmente a los otros niños. Pero la Iglesia no tiene nada que decir cuando a las niñas españolas de origen africano, se les practica la ablación. Menos mal que la extirpación del clítoris, sólo les impide gozar del orgasmo. Si les impidiese ser madres, entonces, estaríamos ante el control de natalidad o el aborto y esos sí son crímenes. La polémica se resuelve aplicado el sentido común, como si Dios no existiera. Cuando España sea cada vez más laica. Esto sucederá cuando la Constitución Española no sea interpretada por los obispos. La libertad religiosa según el concilio Vaticano II, es otra cosa y los prelados lo saben. Perdieron el púlpito y el confesionario, sólo les quedan sus colegios, universidades, hospitales y la COPE.