La palabra humanismo es tan amplia y ambigua, arrastra tal caudal de significados y adherencias históricas como el río arrastra piedras y légamo, que a fuer de decir mucho, puede llegar a no decir nada. Sin embargo, no encuentro otra más adecuada para definir la trayectoria literaria y humana de Miguel Delibes. Humanismo, preocupación por el hombre. Poner al hombre el centro de la obra de arte, con sus carencias y grandezas, con sus debilidades y sus posibilidades. Cada hombre es en sí digno de comprensión porque en él enraíza una dignidad radical que, en última instancia, tiene un carácter misterioso; y que en el caso de Delibes, tiene claras raíces en el humanismo cristiano.
Delibes sabe defender la dignidad humana sin caer en la denuncia social fácil, en la obra de tesis o en las parcialidades de la llamada “literatura comprometida”. Una de sus obras más conocidas, “Los santos inocentes”, supone un grito desgarrado a favor de los débiles, pero hecho con una elegancia que no cae en ningún momento en el alegato político o en la denuncia fácil. No obstante, late en la obra la comprensión hacia aquellas personas (personajes) que son víctimas de injusticias y abusos. Precisamente la deshumanización, según la feliz fórmula de Ortega, se observa como uno de los rasgos que caracterizan el arte y la literatura modernos. El arte se vuelve sobre sí mismo y da la espalda al hombre en una pirueta de ironía y autosuficiencia. Delibes, en cambio, se vuelve siempre al hombre y a sus debilidades. Cada personaje es amado y mirado con compasión por su creador, incluso los negativos y los malvados. Esta es la única forma de hacer de la novela no sólo trama interesante, argumento, entretenimiento, sino ámbito de humanidad, espejo de esa gruta profunda y llena de sorpresas que es el alma humana. Se logra así lo que yo llamaría “novela de personaje”. Hágase un experimento: los que han leído sus novelas, ¿qué recuerdan la trama argumental o tienen el recuerdo inconcreto pero vivo de los personajes, como quien ha conocido a un hombre real y mantiene su imagen en la memoria?
Y todo esto lo hace el maestro vallisoletano con una coherencia ideológica y moral que pocos intelectuales españoles pueden exhibir. Sería curioso leer textos de hace, por ejemplo, 30 años, sobre temas sociales y políticos y comprobar qué escritores tendrían mucho de lo que arrepentirse (algunos lo hicieron públicamente como Laín en su “Descargo de conciencia”) y cuáles firmarían lo escrito hace tres décadas. Delibes pertenece al segundo grupo, que es más reducido de lo que parece, de los que pasarían con notable el examen de coherencia y falta de oportunismo.
Un diario escrito en 1972 titulado “Un año de mi vida” termina con esta frase que resume el humanismo de Delibes y, en última instancia, la clave desde la que se entiende su ingente producción: “Es un máquina demasiado perfecta y reflexiva, el hombre, como para aceptar que todo se reduzca a un proceso fisicoquímico que se desarrolla dentro de un tubo de carne”.