No podía ser de otro modo. Cuando se organiza una cumbre mundial sobre una gran estafa mundial, el espectáculo del absurdo llega a ser mundial. Esto merecería ser una de las leyes de Newton.
Y así está resultando la Cumbre del Clima que el farsante Pedro Sánchez tanto se esmeró en traer a Madrid desde el momento en que la celebración de semejante circo peligraba en su ubicación original chilena para este año 2019 por causa de la ola de terrorismo callejero que aquél país sufre bajo los auspicios de la misma agenda globalista que trata de meternos el gran timo del cambio climático hasta en la sopa.
Una cumbre del clima que, con sus mensajes catastrofistas, su presencia casi absoluta en los medios el día de la inauguración, y su estrategia envolvente diseñada para que ninguno olvidemos que este año le toca a Madrid salvar al mundo, se me hace como una mala copia de aquella maravillosa escena del camarote de los hermanos Marx: en Madrid, los actores sólo convencen a los convencidos y a los que viven de este inmenso tinglado de estafa global, en la película de 1935 Una noche en la ópera, los actores muestran exactamente lo que son; unos entrañables locos en los que uno confiaría mil veces antes que en estos tarados estafadores de la cosa climática.
Como en la película, los actores de esta cumbre se han ido sumando desde lo más absurdo hasta lo más descaradamente demagogo que pueda dar el mundo de la política, las finanzas y las influencias de alto nivel. Imagínense que el escenario está listo. Un gigantesco camarote que ha sido decorado para la ocasión con multitud de stands donde cada expositor podrá exponer sus trucos de trilero para convencernos de que el cambio climático, tal y como ellos pretenden que lo entendamos, es un producto que necesitamos comprar por nuestro bien y la salvación del planeta. Y viene el primer absurdo, en forma de ola de frío, como todas las que invariablemente llegan a principios de diciembre desmintiendo el tocomocho del calentamiento global, y deja medio helados a expositores y visitantes cuando la calefacción del recinto no funciona a toda potencia porque gran parte del aparataje no está en condiciones, y lo que queda funciona en mínimos.