Una de las confusas doctrinas tradicionales de la iglesia de Roma es el elogio de la pobreza. Elogio más o menos encubierto según haga falta para cada ocasión, pero elogio al fin y al cabo. En su ideario, tantas veces paralelo al comunismo hasta el punto de que en no pocas ocasiones ambas corrientes se han entendido a las mil maravillas, como se puede ver en el caso de la teología de la liberación, los estamentos católicos del poder han tratado durante siglos de que los feligreses acabasen por asimilar que el hecho de ser pobre es ser bueno, y que ser rico es ser malo. Posiblemente sea por eso que el comunismo arraigó tan fácilmente en países tradicionalmente católicos y suficientemente deprimidos para tal fin, al contrario de otros países de preponderancia protestante donde ese elogio de la pobreza no es concebible.
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