Foto: San Pedro
Por Pedro Taracena
¡VENCISTE GALILEO!
Mi querido hermano: Soy apóstata oficioso de la Iglesia que tú presides. Institución que desde la conversión sui géneris del emperador Constantino, ha mantenido de forma inquebrantable una alianza con el poder, y sobre todo con el poder económico. Después del oxigeno que insufló al catolicismo el concilio Vaticano II y que los siguientes papas, Juan Pablo II y Benedicto XVI, se encargaron de asfixiar, llegaste tú al solio pontificado con la voluntad de conectar con el mundo secular. Allí en la silla de San Pedro te encontraste con una curia pontificia corrompida, económica y doctrinalmente. Plagada de mercaderes del templo que Cristo ya los hubiera expulsado a latigazos. También tomaste conciencia de las consecuencias del celibato forzado y sus derroteros pederastas. Fuiste muy sabio cuando te declaraste incapacitado para juzgar la homosexualidad. En tu viaje a Roma el Espíritu Santo te jugó una mala pasada. En el día del cónclave evitó tu retorno al mundo latino de América. No obstante, eres un gran conocedor de las dictaduras sanguinarias y de las influencias del nacionalcatolicismo machacando a los pueblos.
Hermano Francisco, acude a mi memoria aquella exclamación de ¡VENCISTE GALIEO! Cuando el adversario de Cristo veía que el Hijo de Dios, había triunfado sobre el apóstata. En tu caso desde el primer día de tu papado, no pocos escépticos hemos percibido en ti un Renacimiento personal. Si no una disyuntiva entre la fe y la razón, sí, una fe razonada y homologada a los signos de los tiempos. Pero el marketing de tu apostolado te ha llevado a Portugal, a la celebración del centenario de Fátima. La puesta en ensena de la farsa de las apariciones de hace 100 años, ha dejado vació de contenido, no solamente tu apostolado papal, sino el propio nombre de Francisco, que ahora recobra su legítima denominación de Su Santidad el Papa, Francisco I. Tú sabes que esas apariciones son una mentira, mantenida por fanáticos que han deseado manipular e intimidar al pueblo. Regímenes fascistas y dictaduras sanguinarias. Caudillos que lo eran por la Gracia de Dios. Maridajes Iglesia-Estado. Alianzas Trono-Altar. Y en nuestros días se nutre de esta farsa el Opus Dei, los Kikos y el turismo. Fátima pertenece al Medievo, no al Siglo de la Globalización.
Contemplo con mucho dolor, carísimo hermano, que al abandonar Fátima, en el fondo de tu alma tuviste que gritar: ¡VENCISTE CURIA ROMANA APARATO ECLESIAL! En lugar de ¡Venciste Galileo!