Uno tiene el pálpito de que la campaña electoral que viene sobra lo mismo que la fruta escarchada en la bandeja de dulces navideños. No hay quien se la coma. Estremece imaginar esos quince días en España sin poder pedir una excedencia en el trabajo (quien lo tenga) o asilo selvático en el Matto Grosso. Únicamente la expectativa de alguna sorpresa de última hora como cambiar los debates por un Gran Prix entre los candidatos con suelta de vaquilla incluida o un cara entre Sánchez y Rajoy en el Pasapalabra mantendría un leve interés. A Iglesias casi ni le menciono porque, además de las cruzadas que organizan en un santiamén sus feligreses a la menor crítica, juega en otra Liga. Nada más evidente que ese momento de gloria que nos ofreció en plenas negociaciones con un sacrificio sólo equiparable al que a mi me supondría renunciar a un bocata de panceta por unas acelgas rehogadas. Aludo a ese ya mítico capítulo, que ya lo quisiera su admirada Juego de Tronos o incluso Ana y los siete, en el que de forma solemne renunciaba, ante esos medios que le gustan más que comer con los dedos, a ser vicepresidente del Gobierno. Cierto es que nadie se lo había propuesto, pero también que ese pequeño detalle no era razón para echar por tierra un espectáculo que para sí lo hubiera querido en sus mejores tiempos el Bombero Torero ¿Quién puede superarlo en esta nueva etapa? Si Sánchez llamó indecente a Rajoy y ahora ha dicho que no debió hacerlo ¿Qué nos queda? ¿Acaso ver cómo le reprocha la corrupción con un ‘corcholis, Mariano, que no te enteras’? ¿Qué aliciente tiene tamaña moñada? Confieso que no soy nada optimista por mucho que se conjuren para gastar menos en banderolas y carteles. Lo suyo es que, ya que la ronda anterior la ha pagado, como todas, el contribuyente, que cada uno en casa amplíe de su bolsillo las fotos del pasaporte y haga fotocopias o en vez de estandartes con su mirada de estadistas in pectore en las farolas se serigrafien camisetas como en las despedidas de solteros ¿Qué nos van a contar a estas alturas que no sepamos? Que si el modelo de estado, que si el derecho a decidir, que si por encima de mi cadáver, que si una España unida a la imagen y semejanza de Manolo el del Bombo, que si yo o el puto caos, que si el cambio o más de lo mismo, que si te interesan tanto los sillones vayas mejor a Ikea que a La Moncloa, que si patatín que si patatán. Nada nuevo bajo el sol. Como cortesía igual que podía apelar al beneficio de la duda, pero es que yo, con la experiencia padecida, no albergo ninguna.