Recodos hay muchos en el camino para que los bandoleros queden apostados y en un descuido se apoderen del botín de los viajantes
Aprovechando el cansancio que impone el recorrido sin norte hasta la Navidad todo puede suceder y hay que estar bien posicionados por si una pirueta del destino consiguiera lo que Zapatero logró de manera oscurantista en el 2004; después de amañarse históricamente el mayor atentado de nuestro sanguinolento balance en democracia, las consecuencias doce años después acrecientan las sospechas de que muchos fueron los llamados al convite de la desintegración institucional y el saqueo económico bajo el engaño de una masacre de carácter islamista. Un punto de inflexión sin el que es imposible explicar este país desarbolado e histriónico, de charanga y pandereta machadiana, en que han redoblado España.
Conste que si el PSOE hubiese sido el partido más votado criticaría la zancadilla del liberalismo pretendiendo conseguir un poder que los votantes habrían alejado de las manos. Si actuara de la misma manera torticera con que otros ahora quedan en evidencia chantajeando a la sociedad española con la excusa de cumplir voluntades de los votantes, en caso contrario, abogaría por el gobierno de Sánchez democráticamente seleccionado. Pero no es así.
Las moscas cojoneras de nuestra democracia son Sánchez e Iglesias y un plan premeditado para quitarle la cartera al cándido e incumplidor Rajoy tal y como sucedió un 13 de Marzo al grito manipulador del quién ha sido. Lo cierto es que el PSOE es la minoría aliada con los antisistema y los separatistas para dinamitar un orden institucional, batiendo vergonzosos records con este servil país que reparte sus despojos a costa de una explotada ciudadanía sin gobernantes.
En el imperio actual de la permanente mentira orteguiana todo vale en pos de beneficios sectarios, sin importar disimular la intención o solapar la esperpéntica avaricia de un candidato. El bloqueo de la gobernabilidad está sostenido por una situación de embudo electoral pero no es la causa de que España esté sin dirección, sino el pretexto para forzar unas situaciones desgastadoras de paralización que den paso a una solución emergente. Solución entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias que viene a llamarse, eufemísticamente, un gobierno de progreso por no llamarlo gobierno a conveniencias tabernarias, pasándose por el forro de la desvergüenza la decisión de un pueblo que desconfía, por sufragio universal, de las recetas socio-bolivarianas.
El empecinamiento de Pedro Sánchez por la negativa para facilitar siquiera una investidura no obedece a consignas políticas de una estrategia planteada desde la oposición donde le ha mandado el electorado, sino al objetivo de revocar la legitimidad de la decisión de las urnas para erigirse presidente del gobierno de España; un plan indiscreto de buitreo estratégico que ni siquiera los propios electores del PSOE desean. Una encuesta de NC Report para La Razón apunta a un 62,4 % de los votantes del PSOE a favor de que se facilite la investidura del menos indeseado Mariano Rajoy que sí posee legitimidad para tomar las riendas de la situación. Otra cuestión son los méritos adquiridos para esa confianza resignada con que sus votantes se avinieron a votarle pese al descontento generalizado.
La chapucera Ejecutiva Federal del Partido Socialista está a ver cómo las caza al vuelo sin reparar en la sangría de votos que el juego sucio está costando.
El automatismo del “no” está en consonancia con las necesidades de supervivencia que el secretario general en la cuerda floja se ha planteado como prioridad, en el artificioso y autoproclamado papel de salvador de patrias asumido con desastrosa vanidad y personalismo que tienen en vilo el destino de una nación.
Sobrevivir a la tormenta perfecta que le engulliría con un golpe de mano postulando a otro candidato en connivencia con la vieja guardia que ve en los excesos autocráticos de Sánchez el riesgo de la fragmentación del partido, es prioritario jugándose su futuro con cantada derrota pero resistencia numantina… a base de perjudicar los intereses de todos. Pero esa vieja guardia juega a dos bandas sin perder la posibilidad del poder usando a Sánchez, manteniéndolo si sale bien la jugada o defenestrándolo si fracasa. Lo que antes les parecía una incoherencia personal de Sánchez se ha convertido en la potencialidad de futuras gestiones en la búsqueda factible de gobernar. Aquí nadie muestra sus cartas y se apuntan, legítima o ilegítimamente, a roer el hueso si hay posibilidad de darle bocado.
La negativa conlleva la intencionalidad de abortar la legitimidad del Partido Popular para gobernar España, tomando posiciones de ventajismo en busca de las oportunidades que pueden presentarse, incluso mediante presión en las calles, para transigir la mayoría y permitir un gobierno de coalición frente populista en la misma línea que siempre han intentado a espaldas de la opinión pública los bolivarianos españoles pactando con los socialistas. Planean, en definitiva, la nefasta broma de una carmenada nacional.
Intención ilegítima que no va a trascender más allá de la voluntad popular que ha expresado sobradamente su reticencia a dejar cuatro años de su vida a un grupúsculo de partidos, en alianza política antinatural, con todos buscando beneficios sectarios y hurgando en la resistencia vital de un país enfermo.
Eso es lo que está en mente de todos los tramposos: desgastar las posibilidades y excusar un gobierno frente populista tras el fracaso de Rajoy para formar gobierno. Abocan a una investidura fallida para quitarle la cartera al cándido e incumplidor Rajoy. Da igual que sean la suma de las minorías. Van a intentar colarla con la connivencia de los barones: al fin y al cabo una colección de corruptos que ha llevado a España a la ruina cada vez que han gobernado. No hay uno solo que no esté pringado de la malsana influencia felipista o zapatera. Se oye cómo se frotan las manos.