Hasta Zidane lo dice. Esa frase que el DT francés pronunció el domingo pasado en una rueda de prensa post partido, englobó su sentir tras un resultado y un modo de juego merengue que no le gustó mucho, no le convenció. Para él pudo ser mejor y más amplia esa victoria del Real Madrid ante el UD Las Palmas. A falta de Liga, Copa del Rey y una Champions por verse, el club y también “Zizou” necesitan convencer, tranquilizar a los suyos.
Esa expresión del astro marsellés con respecto al club blanco y su efectividad podría fácilmente sacarse de la cancha, del entorno futbolístico, desenfundarse de las casacas madridistas, y adaptarse a limbo político que reina hoy en España. Quizás esa sensación de estancamiento, de un panorama de gobierno sin rumbo definido, lo perciben los del Real Madrid, los del Barça, del Sevilla, Las Palmas, Málaga, Valencia, etc.; los del PP, del PSOE, Ciudananos, Podemos, etc., así como el español e inmigrante independientes, sin credo ni líder.
Al menos así lo veo yo, un inmigrante con pocos meses en residenciado en España, a quien “lo despidió” un proceso electoral para diputados en Venezuela, y “lo recibió” otro en tierras ibéricas. Ambos procesos distan en formato de organización en el congreso y escogencia de parlamentarios, pero son muy similares en su fondo, en la esencia de sus protagonistas y su «modus operandi» dentro y fuera del hemiciclo.
Luego de ser espectador sin voto de las elecciones realizadas en el mes de diciembre, ver el resultado de las mismas y la cola que ha traído, me llevó a citar a Zidane y su «Así no vamos para ninguna parte». Un total estancamiento de dimes y diretes, de chismes, de debates jocosos pero de poca risa, excesos de citas de libros, canciones, pensamientos ajenos y falta de discurso productivo en el congreso, hallazgos de corrupción y culpables queriendo ser inocentes. Todo eso quizás propague un sentir similar al de «Zizou» en españoles e hijos adoptivos de esta tierra.
Muchos son los que esperan que inicie el curso de un gobierno con soluciones, propuestas convertidas en acciones, y se acaben las largas sesiones de un «Sálvame Deluxe» versión política, «encadenado» a toda hora en las programaciones de los canales de TV nacionales, así como en la radio y prensa escrita.
Es que el panorama gubernamental actual, incierto, encaja perfectamente en un «reality show». También funcionaría como guión para series al estilo de «CSI» o «House of Cards». Personajes y situaciones hay para unos cuantos episodios y hasta temporadas.
Si se encierran en La Moncloa a Rajoy, Iglesias, Sánchez y Rivera a pasar varios días sin contacto con el exterior, conviviendo, soportándose, quizás surja un acuerdo para resolver el panorama político; o tal vez tendríamos el reality con mayor audiencia de la televisión nacional. También funcionaría como un seriado policíaco la hilera de casos de corrupción cortesía del PP y los personajes que han ido cayendo en el mismo saco. Unos se defienden más que otros, en especial una señora que es «barberá», digo, «bárbara», a la hora de lavarse las manos, no precisamente para velar por su higiene personal, sino por su silla y su estatus.
Programación hay de sobra, el problema es el contenido y el aporte de estas para el espectador, que se va más hacia el cotilleo vacío y distan de lo didáctico y nutritivo para el intelecto. La novela, el reality, la serie de comedia dramática, u otro renglón mediático en el que se pueda encasillar el escenario político de hoy en España, tiene el rating de todo un país, pero gran parte del público ya piensa que la historia está como larga, quiere un desenlace, sea cual sea, así implique el adiós de su protagonista, el más «popular». El problema es que a los «productores» y «escritores» de la historia no les conviene el «punto final», porque eso tal vez signifique también el «punto final» de su fama, presencia mediática… e ingresos (quién sabe). Así que al parecer habrá cuento hasta que ellos quieran, o puedan.
Seguiremos en nuestras butacas a la espera de qué ocurrirá en este show político, viendo cómo dicen que quieren acuerdos, alianzas, pero de espaldas se acuchillan y descalifican verbalmente (¿Quién quiere darse la mano con un enemigo confeso?); esperando si la mano izquierda estrecha la derecha, o si uno llama al otro. Viendo cómo caen más intachables del servicio público en el saco de la corrupción y se defienden desde el fondo.
Mientras, se pasan de los 48 días para hacer gobierno a los 47, a los 46, 45, hasta llegar a la fecha tope. Cuando falte poco y el 26J sea inminente, muchos recordaremos a Zidane y su «Así no vamos a ninguna parte», y quizás estaremos tan indignados o tan «cabreados» como él en el campo canario el domingo pasado. Al menos su equipo ganó. Esperemos que antes del pitazo final alguien salga victorioso en este “juego” que ya pasó del descuento a la prórroga, y tiene pinta de tanda de penaltis.